Levante-EMV con las empresas valencianas

Salvador Vilar: «Para nosotros es duro vender arreglo de paella con chorizo»

El CEO de la empresa valenciana PCS (Productos Congelados Selectos) explica que la compañía está en pleno crecimiento y prepara una nueva fábrica en Picassent. Vilar revela que lo que más venden en el extranjero son arreglos de paella, aunque lleva chorizo.

Salvador Villar, CEO de PCS.

Salvador Villar, CEO de PCS. / Francisco Calabuig

Ramón Ferrando

Ramón Ferrando

València

Doce años en PCS

Salvador Vilar (València, 1963) se licenció en Económicas en la Universitat de València, hizo un MBA (Máster en dirección de empresas) en el IESE Business de Barcelona y un posgrado en la Universidad de Missouri (EE UU). Nada más terminar su formación comenzó a a trabajar en Estados Unidos para la multinacional Monsanto. «Yo estaba en la parte de fibras textiles, pero ya en aquella época comenzaron a trabajar en la rama de biotecnología. Hoy en día Monsanto es uno de los líderes mundiales de fertilizantes y semillas», señala Vilar. Tras su experiencia profesional en Estados Unidos, regresó a España, pasó por varias empresas y entró en PCS en 2013. Su mejor recuerdo profesional es cuando los empleados le agradecieron el esfuerzo que hizo la empresa en la pandemia con una placa.

¿Les afectó la dana?

La dana nos afectó de forma indirecta. No impactó en nuestras plantas de producción. Sin embargo, nos perjudicó bastante porque teníamos mercancía en depósitos fuera de nuestros almacenes y se inundaron. Estuvimos ocho o nueve semanas en las que no pudimos sacar la mercancía, que en general eran materias primas. Además, el transporte en Valencia se colapsó. No podían llegar las compras ni salir la mercancía de Valencia. Y bueno, 35 trabajadores perdieron sus coches y dos de ellos sus casas. Les dimos ayudas para que se compraran un coche o se arreglaran la casa.

¿Cómo ve la recuperación económica?

La recuperación económica costará. El daño es muy grande. Las empresas grandes tenemos capacidad de recuperación, pero el daño en el pequeño comercio ha sido tremendo. Muchos de esos pequeños comercios no han abierto y tardarán en hacerlo o no abrirán nunca.

¿Que productos producen?

Tenemos una planta de producción en Picassent, otra en Mercavalència, otra en Teruel y otra en Martorell (Barcelona). Cada planta hace una cosa distinta. En tres pantas producimos productos congelados y en la de Martorell elaborados de chocolate. Tenemos productos congelados como preparados de paella, enharinados, empanados como merluza o verduras en tempura y preparados cárnicos. Tenemos una gama muy amplia.

En general, ¿comemos bien los españoles?

Deberíamos comer mejor. El nivel de exigencia que hay fuera de España para que los productos sean sin aditivos es mayor que el que hay aquí. En España debemos ir a más en eliminación de los aditivos para que los productos sean lo más sanos posible. Nosotros estamos en la línea de bajar la sal de todos los productos, quitar el azúcar y eliminar todos los aditivos. Por ejemplo, hoy se sigue utilizando el glutamato como aditivo. El glutamato hay que eliminarlo porque no es bueno para la salud. Lo sano es tomar las cosas lo más naturales posibles.

En Estados Unidos está todo más descontrolado.

En Europa hay mucho más control. Nosotros vendemos en bastantes supermercados de Estados Unidos y es verdad que hay menos control. En Europa es diferente. El país con mayor control es Alemania, que exige que todas las materias primas tengan certificados de sostenibilidad. En España caminamos en ese terreno, pero no estamos al nivel de los países de Centroeuropa.

¿Cómo ha evolucionado el negocio de la comida precocinada y congelada en España?

El producto congelado ha pasado por muchas etapas. Cuando se introdujo en España en los años setenta era sinónimo de baja calidad. Eso hoy ha cambiado. Hoy hay productos congelados con un nivel de calidad muy bueno. El producto congelado es igual o mejor que el fresco porque conserva las propiedades. Por ejemplo, si tras pescar un pez lo ultracongelas, la calidad del producto se mantiene perfecta. Es mucho mejor que un pescado que se trae a tierra fresco. Hoy en día, la gente cocina poco y es muy cómodo tener productos congelados en la nevera. La ‘airfryer’ ha acelerado esa tendencia.

¿Han notado la subida de ventas con las freidoras de aire?

Sí. El 60 % de los hogares españoles tiene ‘airfryer’. Es muy cómodo.

¿Dónde exportan?

El 75 % de nuestras ventas son en España. Fuera vendemos en todos los países europeos salvo en Luxemburgo. En América del Norte estamos en Canadá, Estados Unidos y México. Como mercados secundarios tenemos presencia en Jamaica y Cuba, y empezamos a entrar en América del Sur. Nuestra asignatura pendiente es Asia. Allí vendemos en países como Líbano, pero no estamos ni en China ni Japón porque son mercados muy complicados.

¿Qué caducidad tienen los productos congelados?

Dos años. Llega al supermercado perfecto. De otra forma, la venta en países como Estados Unidos sería casi imposible. En un mes está allí.

¿Les preocupa la guerra arancelaria de Trump o no les va a influir?

Claro que nos preocupa. La inestabilidad que se está creando es mala para todos. En la primera época de Trump ya puso aranceles a nuestros productos y entonces los pudimos esquivar porque las materias primas procedían de países no europeos. Ahora no sabemos qué va a pasar. Puede que lo ponga para todo y que sea del 10 % o del 20 %. La guerra arancelaria del primer mandato de Trump no tiene nada que ver con la del segundo. Esta es muy agresiva. Ha puesto impuestos del 25 % a Canadá y México, en China del 20 % y en Europa también se habla del 20 %. Nosotros, como muchos fabricantes, confiamos en que esto al final se negocie porque ni es bueno para Europa ni para Estados Unidos. El comercio es una fuente de riqueza y cuando se estropea la asignación de recursos es mucho peor a nivel mundial y es un empobrecimiento para todos. Es teoría económica de primero de carrera.

¿Qué es lo que más venden fuera?

Lo que más vendemos en todo el mundo es lo que en España se llamaría arreglos para paella. El concepto de paella es el más universal que hay. En cualquier país del mundo hablas de las fallas y casi nadie las conoce. Alguno conoce los sanfermines por Hemingway, pero poco más. Sin embargo, hablas de la paella y en todo el mundo se hace de una forma u otra. No se cocina como la valenciana con garrofón. Es arroz con cosas, pero en todas partes le llaman paella. Tenemos productos del mar para hacer paella y los vendemos en todos los países sin excepción. Es lo que más vendemos en Estados Unidos y en Europa.

¿Venden paella preparada o solo los arreglos?

Vendemos los arreglos para paella y en algunos casos el arroz. Pero no para hacer paella valenciana sino como salteado. A eso en Estados Unidos, Italia o Francia también lo llaman paella.

No venderán arreglo para paella con chorizo.

Pues, sí. Esto como valencianos nos duele mucho, pero en algunos países nos obligan a ponerle chorizo a la paella. Cuando vedemos en supermercados canadienses, tenemos que hacer el esfuerzo de hacer una paella y ponerle chorizo. Esto para un valenciano es ofensivo, pero es que nos lo piden en varios países. España tiene una imagen relacionada con el chorizo. Cuando yo les digo a los clientes de fuera que yo al final del año prácticamente no he comido nada de chorizo se quedan alucinados porque piensan que los españoles estamos todo el día comiendo chorizo. Cuando a un francés o un americano le metes chorizo en la paella le encanta. Para nosotros es duro, pero somos profesionales.

¿Qué es lo más complicado de su negocio?

Hay bastantes cosas complicadas. El suministro de materias primas es un tema complejo porque compramos materias primas de todos los continentes y la evolución de su precio puede ser positiva o negativa. También dependemos del transporte. Durante muchos meses ha estado bloqueado el canal de Suez y todas las materias primas que en condiciones normales tenemos en treinta días llegaban en cincuenta. Luego está el tipo de cambio. Teníamos el dólar a 1,08 euros y llegó Trump y cayó al 1,01. Ahora ha vuelto a subir.

Ustedes están especializados en congelados, ¿por qué compraron una planta de chocolate en Martorell?

Porque, aunque no lo parezca, hay muchas sinergias con lo que hacemos. El cliente final es el mismo. Casi todos los productos que elaboramos en Martorell acaban en supermercados, tanto españoles como de fuera. Son los mismos supermercados a los que estamos vendiendo los productos congelados. Y por el lado de la producción es lo mismo. Nosotros somos especialistas en fabricar. Elaborar (a gran escala) una gamba rebozada o un chocolate es fabricar. Trabajamos con máquinas en las que metemos la materia prima y sacamos el producto elaborado. Eso es lo que sabemos hacer.

Ahora construyen una nueva planta, ¿a qué se va a dedicar?

Hemos comprado un terreno de 21.000 metros cuadrados en Picassent y van dos cosas. En una parte va una cámara frigorífica con capacidad para 11.000 palés de congelado y que necesitamos porque ahora estamos almacenando producto fuera. En la otra parte promovemos una nueva fábrica porque necesitamos incrementar la capacidad de producción ante el crecimiento que hemos tenido. Nuestras plantas están ocupadas casi al 100 %

Ustedes empezaron como proveedores de restaurantes y ahora están muy presentes en los supermercados, ¿qué porcentaje representa ahora cada segmento?

Aproximadamente, la mitad. El 90 % de los supermercados (españoles) tienen productos nuestros. Esto lo hemos conseguido en poco tiempo.

¿Cuánto facturan y cuántos trabajadores tienen?

El año pasado facturamos 65 millones, lo que supuso un crecimiento del 12 % respecto al año anterior. Lo importantes es que respecto a hace cinco años hemos multiplicado las ventas por dos y medio. Y trabajadores somos 400. La mentalidad que tenemos como empresa es muy familiar. Creo en el cuidado de los trabajadores y eso se demuestra en los momentos difíciles. Cuando llegó la  pandemia no aplicamos ningún ERE ni ERTE pese a que nos quedamos sin trabajo. En esos momentos, el 60 % de nuestras ventas eran al sector de la restauración y los restaurantes estaban cerrados, con lo que nos quedamos sin trabajo. Nos comprometimos con los trabajadores a pagarles el 100 % del  sueldo pese a que no viniesen a trabajar y cumplimos. Esto nos costó dinero, que podíamos haber invertido en máquinas como hicieron otros competidores. Pero, bueno, preferimos las personas a las máquinas. Palabrería puedes hacer mucha, pero en los momentos difíciles es cuando hay que demostrar tu filosofía.

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