Abejas valencianas: trashumantes como las ovejas
Casi el 100 % de las explotaciones de la Comunitat tienen un carácter nómada a lo largo del año en pos de las tierras donde abunda la floración que da lugar a la miel

Abejas en una colmena / Levante-EMV

Parece increible, pero la trashumancia, tan vinculada al ganado, también es una práctica usual en la apicultura. De hecho, es más corriente el traslado de colmenas que el de ovejas, al menos en la Comunitat Valenciana. Tan es así que el 98 % de las explotaciones apícolas están basadas en este pastoreo nómada que consiste en el desplazamiento a territorios más propicios para la alimentación animal, según explica a este diario el veterinario apícola de la Unió Llauradora, Vicent Marco. Y es que la floración es el punto de partida en la nutrición de las abejas y, como no se produce de forma constante a lo largo de todo el año, los profesionales tienen que buscar territorios que permitan a estos insectos producir la miel que los alimenta a ellos y a los humanos.
Aunque depende de diversas circunstancias relacionadas con el clima y el terreno, el técnico de la organización agraria se presta a establecer una ruta estándar de la trashumancia de los apicultores valencianos. La temporada empieza en enero y se prolonga hasta febrero con el almendro, luego entre marzo y abril hay que desplazarse a las montañas, singularmente las de Castellón, para aprovechar la floración del romero y el tomillo, especialmente si ha llovido mucho con antelación. Coincidiendo con esta fase, aunque se prolonga hasta mayo, está el azahar, «que da mucha miel y de mucha calidad, pero que tiene el problema de la pinyolà», cuenta Marco.
Distancia
Y es que las colmenas hay que situarlas a una distancia considerable de las explotaciones citrícolas para evitar que la polinización cruzada causada por la acción de las abejas acabe provocando la abundancia de pepitas en el fruto. Muchos apicultores se arriesgan a tener que retirar sus cajas, con la consiguiente pérdida de tiempo, trabajo y dinero. El tórrido verano que hace en la Comunitat Valenciana obliga a estos productores a trasladar sus colmenas a zonas de la meseta española -con más altitud y clima más fresco- como Guadalajara, León, Burgos o Soria, donde abundan por esa época las flores del girasol y la lavanda. El otoño es tiempo de regreso a las montañas de la Comunitat Valenciana, donde suele darse una segunda floración del romero.
En principio, aquí se acabó la temporada productora, porque, cuando llega el invierno, las abejas se dedican fundamentalmente a dormir y a alimentarse con la miel almacenada en la colmena. En la época del frío, los profesionales tratan de tenerlas cerca de casa, porque es el momento en que requieren más cuidado.

Fernando Breva / Levante-EMV
Este es el caso del castellonense Fernando Breva, un apicultor profesional con 700 colmenas que producen de media 30 kilos al año, es decir unos 21.000. Cada una de ellas alberga a entre 30.000 y 40.000 abejas, así que Breva ‘pastorea’ a 28 millones de estos insectos. Acaba de llegar del Bajo Aragón, para aprovechar la flor del romero, y ahora está inmerso en la del azahar. La suya es una vida trashumante, como la mayoría de sus compañeros de oficio, porque en España la floración es corta, de unos 45 días, y hay que moverse. Cuando sale de su territorio natural, como las cajas pesan unos 50 kilos, tiene que recurrir a camiones y grúas para trasladarlas y ubicarlas en las zonas que se le asignan. Afirma que en el resto de España “se nos acoge bien. Hay competencia pero los asentamientos están repartidos por los ayuntamientos, que establecen distancias entre las colmenas y en relación a los caminos para no molestar”. Tras instalarlas, se vuelve a su casa, aunque cada ocho o diez días “vamos a revisar”. ¿Y no se escapan? El veterinario de la Unió explica que los traslados se realizan de noche cuando las abejas duermen y, como las distancias suelen ser largas -en cualquier caso, más de 5 kilómetros- estos insectos desconocen el territorio y se vinculan a su colmena y su reina. Vuelven al hogar.
Profesionales
Vicent Marco asegura que en la Comunitat Valenciana hay unas 280.000 colmenas, con datos de 2023, regidas por 2.500 apicultores, si bien solo el 22 % de ellos son profesionales, es decir, aquellos que tienen más de 150 cajas. Breva explica que una caja cuesta unos 40 euros y un núcleo de cría, que incluye el enjambre con la reina y sus súbditas, entre 70 y 80 euros. Y es que las bajas en las colmenas a lo largo del año suelen ser de calado y hay que reponer los peones de este singular ejército. Algunos agricultores reproducen abejas reina y crean colmenas que luego venden a otros profesionales.
Breva asegura que se trata de un negocio rentable, pero desde luego que no es un camino llano el que transitan los apicultores. Las plagas y el cambio climático son sus principales enemigos. Entre las primeras se encuentra de forma destacada la varroa, un ácaro que se alimenta de las larvas de las abejas y que es el auténtico terror de las colmenas. Marco afirma que «si la abeja no descansa, la varroa no cesa y aumenta en número». Y ahí entra en acción, también, el cambio climático: la subida de temperaturas está haciendo que estos insectos no descansen ni siquiera en invierno, con lo que «quedan agotados, porque antes, durante el frío, la reina no ponía huevos y la colmena se quedaba al ralentí, pero ahora sí ponen y necesitan alimentarlos». Todo ello en un contexto de sequía, que reduce la producción de polen y, por tanto, de miel, o de lluvias desaforadas, que asimismo suponen una ruptura del ecosistema apícola.
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