"Aunque recuperes tu negocio, en tu cabeza aún no pasas página"
Tristeza y miedo se entrelazan en los pensamientos de los propietarios de empresas golpeadas por la dana en los polígonos valencianos
La resiliencia del tejido empresarial es la nota positiva en un ambiente industrial extraño en el primer 29-O tras la catástrofe

Miguel Angel Montesinos

29 de octubre de 2025. El sol brilla con fuerza en un polígono de La Mina (Paiporta) que ya deja atrás el mediodía. Sus calles, las mismas que hace un año todavía no habían sido engullidas por el agua y el barro, muestran ya pocos síntomas visibles de la catástrofe. La estética de las naves industriales que ilustran el paisaje refleja, en mayor o menos medida, una cierta normalidad. Sin embargo, dentro de esos negocios que sí tienen levantadas sus puertas metálicas, las cicatrices de aquel fatídico día -al igual que sucede en otros municipios de l'Horta Sud y la zona cero- están lejos de haberse cerrado. No solo por elementos como unos alcantarillados que, cuando llueve, aún muestran imágenes de obstrucción, sino también por el día a día de una población que ve cómo "aunque recuperes tu negocio, en tu cabeza aún no pasas página".
Son las palabras que pronuncia Mari Carmen Millán, propietaria de uno de esos negocios que aquella jornada lo perdió "todo", Almacén de Tapicería Gómez. En su caso, relata escoltada por su hijo Rafael Gómez, todo lo que estaba por debajo de la tercera estantería -la mayoría de esos productos, telas, pero también dos furgonetas que han tenido que reponer- quedó para tirar tras el paso de una riada que alcanzó el metro y medio de agua. Una tragedia de la que esta pequeña empresaria de 64 años tiene claro que ha salido adelante, primero, porque "afortunadamente tuvimos todos los días 15 o 20 familiares o amigos que nos ayudaron". Y, sobre todo, pensando en "mi hijo, que tiene 38 y quiere seguir. Hemos luchado por él, ha sido el aliciente, porque mi marido hacía tres meses que se había jubilado y si no hubiésemos cerrado".

Rafael Gómez (i.) y Mari Carmen Millán (d.), junto a una trabajadora. / Miguel Ángel Montesinos
"Todo está en carne viva aún"
Y es que 365 días después, todavía "no facturamos como antes, incluso hemos perdido clientes nacionales que se han buscado la vida en otros almacenes", añade Gómez. Pero la cuenta de resultados se queda en un segundo plano en un aniversario de la dana en el que Millán reconoce que "llevamos pensando muchos días que va a hacer un año, que no se termina. Viene gente y hablas. Al final todo está muy en carne viva aún". Pese a ello y a que en el ambiente del polígono se respira hoy un aire extraño, ciertamente desangelado, la resiliencia de la mayoría de empresas se ha convertido en la tónica que ha marcado la recuperación de este enclave. "No conocemos muchas que hayan cerrado", concluyen al respecto madre e hijo.
A pocos metros de ellos, José Bolumar se asoma a la puerta de Marbarca Matriceros, otra de esas mercantiles industriales golpeadas por el agua y de la que este veterano ciudadano es propietario junto a un socio. En el interior, las máquinas no dejan de sonar, como si fuera un día cualquiera. Sus sensaciones, por el contrario, no son las usuales. No en vano, este nuevo 29-O asegura que no está siendo "fácil", ya que aflora ese "miedo que tienes de que vuelva a pasar algo, porque te encontrarías en la misma situación". En su memoria, como si fuera ayer, están unas calles que acabaron "muy mal" y en la que aún faltan "hasta basureros, que no tenemos".

Bolumar indica hasta dónde llegó el agua en su negocio el 29-O. / Miguel Ángel Montesinos
Por suerte, en su negocio el nivel hídrico de aquella riada 'solo' alcanzó unos 60 centímetros de altura, los mismos que destrozaron los motores de sus máquinas y, sobre todo, "mucho material". Pese a ello, Bolumar señala que no se puede "quejar, porque el problema ha sido sobre todo de limpieza" -aún, a día de hoy, aprovecha los huecos de tiempo para limpiar pequeñas piezas embarradas pendientes- y los clientes y proveedores "se han portado muy bien". "De entrada se te fueron las ganas, pero al final no tienes más remedio que seguir", recalca sobre un golpe del que tiene claro que, si el agua hubiera llegado al metro y medio, "seguramente hubiera cerrado".
Cicatrices ocultas
Pero no solo en este polígono de Paiporta los sentimientos se entremezclan. A pocos kilómetros al sur, en otro enclave industrial como el de Catarroja la normalidad aparente se combina con algún muro derribado y marcas de barro. Allí, el dueño de Autos Esteval, Miguel Ángel Latorre, aún recuerda desde su taller aquel día como el momento en el que pensó que había llegado "el fin del mundo, porque veías a gente caminar sin rumbo, sin saber dónde iba". Tras pasarse un mes sacando "lodo, barro, cañizos, animales muertos y tirando todo el material que teníamos" de unas instalaciones en las que quedaron dañados los 43 coches que había dentro, lo "primero que piensas es que no quieres volver a abrir el negocio". Pero, "tirando de riñón", finalmente han salido adelante, aunque estando todavía al "80 % u 85 %" de su actividad.

Un muro derribado en el polígono de Catarroja. / Miguel Ángel Montesinos
Eso sí, las secuelas siguen estando ahí. Su oficina, sin ir más lejos, continúa pendiente de reformar tras la catástrofe. Y, en el aspecto personal, en este nuevo 29 de octubre "me he levantado y he sentido tristeza, impotencia, dejadez. Todo eso". En su caso, con una trabajadora cuyo padre murió en la tragedia, incide en que esta jornada es "de luto y de duelo por toda esa gente que ha fallecido".

Miguel Angel Montesinos
Para otros como Delia Salcedo, directora de Recursos Humanos de una firma de la industria alimentaria como Gastraval que se ubica pegada a la rambla del Poyo, este es un día "más simbólico, en el ambiente del polígono se nota esa tristeza". Por ello, enfatiza que sigue siendo importante "darnos apoyo" tras una tragedia que "recordamos todos los días del año". No en vano, esa agua provocó que parte del personal que estaba trabajando allí se tuviera que subir a la parte de arriba de su edificio y hacer noche, además de obligar a limpiar una planta inferior que mayoritariamente quedó "inundada". Por fortuna, en su caso -como el de muchas otras empresas del polígono- se ha logrado salir a flote en un enclave en el que -concluye- "tenemos ya casi todo arreglado, estamos volviendo casi a la normalidad al 100 %".
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