Las fincas rústicas entran en el foco de los inversores

Las tierras de regadío, sobre todo las grandes superficies y los cultivos con buena rentabilidad como los frutos secos, frutas tropicales y olivares de explotación intensiva, atraen cada vez más capital

Las fincas rústicas entran en el foco de los inversores

Las fincas rústicas entran en el foco de los inversores / josé luis zaragozá

José Luis Zaragozá

José Luis Zaragozá

El negocio de la tierra se consolida como un recurso cada vez más escaso y caro. Mientras los precios de los alimentos para la venta al público continúan su escalada al alza (es el caso del aceite, la leche, el azúcar o los huevos, entre otros productos), lo que no siempre se traduce en unas mejores cotizaciones en origen, las explotaciones rústicas de España se convierten en refugio donde los inversores buscan mayores rentabilidades.

El suelo agrario, sobre todo el de regadío, es un activo inmobiliario que se caracteriza por su estabilidad en términos de valor y ha generado rendimientos medios en el último lustro entre el 0% y el 2,5 % para la mayoría de las tipologías de cultivos y unas tasas de rentabilidad total, excluidos impuestos y subvenciones, que se mueven entre el 4 % de los pastos y pastizales y el 11 % de los productos de invernadero. Así lo constata el informe Suelo Agrario en España 2022, elaborado por la consultora Tinsa, que revela que el valor del suelo se eleva hasta 157.000 euros por hectárea en los cultivos de invernaderos.

Mientras los fondos de inversión no dejan de desembarcar en el ámbito agrario -sobre todo en grandes explotaciones e industrias agroalimentarias- «existe poca visibilidad sobre el valor del suelo transaccionado, ya que una cantidad considerable de las operaciones se corresponden con figuras alternativas a la compraventa tradicional, como herencias y donaciones. Hace falta una mayor transparencia en este negocio», reconoce Cristina Arias, directora del Servicio de Estudios de Tinsa.

En el punto de mira

«Los activos rústicos han entrado en los últimos años en el punto de mira de los inversores atraídos por el valor estable de la tierra y el potencial de mejora de los rendimientos. Se interesan principalmente por cultivos de regadío, más valorados y rentables, y por grandes superficies con el objetivo de generar economías de escala y mejorar el retorno de la inversión mediante técnicas de cultivo intensivas y superintensivas», destaca Cristina Arias.

Hortalizas y productos de invernadero son los que mejores réditos ofrecen; los peores, los pastos y pastizales. España es uno de los principales productores agroalimentarios dentro de la UE: el 24% de las hortalizas y el 30,4% de las frutas se producen en el país, donde la agricultura aporta el 2,3% del valor añadido bruto a la economía y concentra el 3,2% de la población activa. En 2021, las exportaciones agroalimentarias aumentaron un 11% anual, alcanzando los 60.118 millones de euros, el máximo de la serie histórica en términos nominales.

El suelo agrario supone un tercio de la superficie total de nuestro país. Según datos del Ministerio de Agricultura, los cultivos predominantes son, por este orden, herbáceos (cereales, plantas industriales, plantas forrajeras, tubérculos y leguminosas); olivar; frutales no cítricos (de hueso/pepita, tropicales y frutos secos); viñedo; cítricos; hortalizas/invernaderos, y prados/pastizales.

Ahora bien, los inversores deberán tener en cuenta algunos cambios. El sector se halla inmerso en una transformación hacia formas de cultivo más eficientes que reduzcan el consumo de los recursos naturales (con especial énfasis en el aprovechamiento del agua), apoyándose para ello en la tecnología. «Esto requiere de una cantidad de inversión relevante que impulsa la industrialización del sector, a la par que ha atraído a inversores institucionales en busca de rentabilidades cuya materialización pasa por la generación de economías de escala», explica Cristina Arias.

Consejos a tener en cuenta

A partir de la experiencia sobre el terreno de la red de técnicos agropecuarios de Tinsa, el informe destaca algunas tendencias que marcarán el futuro del valor de suelo agrario. La primera es la revalorización de las tierras de regadío con acceso al agua. También destaca que hay que tener en cuenta el incremento de los costes de producción por el entorno inflacionista y el precio de la energía, por lo que los agricultores no descartan que se produzcan pérdidas en muchos cultivos.

Y advierte de que el cambio climático provocará mermas de producciones. Otro factor a tener en cuenta es la incorporación de la nuevas tecnologías y la especialización de la mano de obra. También habrá que leer la letra pequeña de la nueva Política Agraria Común (PAC), que entra en vigor en 2023 y apuesta por las ayudas vinculadas al respeto al medio ambiente. Por último, sostiene Tinsa que, aunque todavía es residual, ya que supone menos de un 6% de la superficie cultivada nacional, la agricultura ecológica está aumentando su penetración, pues desde 2004 ha elevado su superficie en 108.000 nuevas hectáreas al año. Dice que tiene futuro.

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