La expansión incontrolada de la fauna salvaje acosa a los agricultores valencianos

La menor actividad de caza está provocando una explosión de jabalís, conejos o corzos, que provocaron el año pasado 40 millones de euros de pérdidas en el sector primario, un 15 % más que en 2021. AVA teme que dicha proliferación sea además el caldo de cultivo para enfermedades que afecten a la ganadería

Cultivos atacados por animales

Cultivos atacados por animales / Levante-EMV

Jordi Cuenca

Jordi Cuenca

El campo está lleno de amenazas. Es el hacedor de alimentos, el que permite a los seres vivos no morirse, y todos, no solo los humanos, acuden a sus frutos para sobrevivir. Los insectos lo atacan de forma inmisericorde. Son una plaga, como también lo son jabalís, conejos, buitres, corzos o cabras montesas, que cada vez más pueblan las pesadillas de los agricultores valencianos. «Fan molta maldat», afirma Enrique Sanchis, un productor citrícola en el alcireño Valle de la Murta, para referirse a los «destrozos» que causa la fauna salvaje. La Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) considera que se trata de un problema «cada vez más grave y fuera de control» que en 2022 provocó al sector en la autonomía unas pérdidas de 40 millones de euros, con un incremento del 15 % en relación al ejercicio precedente.

La expansión incontrolada de la fauna salvaje acosa a los agricultores valencianos

La expansión incontrolada de la fauna salvaje acosa a los agricultores valencianos / jordi cuenca

El relato que hace la organización tiene tintes aterradores: «El jabalí es el animal silvestre que más daños causa: tumba y arranca árboles jóvenes buscando la humedad de las raíces, rompe gomas de goteo, causa socavones, destroza muros e infraestructuras agrarias y devora cítricos, almendras que aún están verdes, maíz, hortalizas, frutas, melones, etc. Los conejos roen los troncos de los naranjos, las viñas y los frutales, hasta el extremo de provocar la muerte de arbolado, y su presencia es mayor junto a las vías del AVE Valencia-Madrid. En el parque natural de La Albufera, los patos se comen las semillas del arroz y las bandadas de flamencos pisotean campos enteros».

La expansión incontrolada de la fauna salvaje acosa a los agricultores valencianos

La expansión incontrolada de la fauna salvaje acosa a los agricultores valencianos / jordi cuenca

Crecimiento del 200 %

El veterinario y responsable de ganadería de AVA, Ximo Gómez, asegura que en los últimos diez años el crecimiento de toda la fauna salvaje supera el 200 %. El dirigente agrario considera que el mencionado incremento tiene dos orígenes fundamentales. Por un lado, el abandono paulatino de los campos por falta de relevo generacional o pérdida de rentabilidad, que está causando que estos terrenos se conviertan en zonas refugio para la fauna salvaje. Por otro, la disminución del número de cazadores porque los jóvenes cada vez se interesan menos por esta actividad y porque el ejercicio de la misma supone unos costes elevados que muchas personas ya no están dispuestas a asumir, desde perros a los escopetas, las balas o los mismísimos desplazamientos. Y se trata de unos gastos que «las administraciones públicas no compensan». De hecho, en Cataluña este es uno de los motivos por los que los cazadores no quieren ir a hacer batidas y, en consecuencia, por el que crece el número de jabalís que incluso entran en los cascos urbanos de los pueblos.

En la Comunitat Valenciana, según Gómez, este animal está disparando su número en comarcas como La Marina o La Safor, «donde no se puede hacer batidas de caza porque hay mucha población humana, o en zonas como la Serra d’Irta o el Dessert de les Palmes, en Castelló, que son espacios naturales protegidos y donde no hay cotos de caza». Cuando la población de estos animales crece de forma descontrolada en sus hábitas naturales se enfrentan al problema de la falta de alimentos y no les queda otra que dirigirse al ‘territorio humano’ para comer.

El directivo de AVA insiste en la reivindicación del sector para que las administraciones públicas apoyen a los cazadores «por lo necesario que es el control poblacional». No solo es por los daños que provocan en los cultivos, sino por los nocivos efectos que puede tener sobre la ganadería. En relación con esto, Gómez destacó el peligro latente por una eventual llegada de «la fiebre porcina, cuyo principal difusor es el jabalí. Empezó en la Europa del Este y ya ha llegado a Alemania. En algunos países ha tenido que intervenir el ejército para abatir a estos animales». Los daños vendrían si transmiten la enfermedad al ganado extensivo, es decir el que pasta en el exterior, sobre todo en Castelló. Además, cabras montesas y arruis contagian, según AVA, la sarna y la tuberculosis.

Accidentes de tráfico

Por si todo esto no fuera poco, en el interior de Castelló y Valencia, los buitres atacan a vacas y terneros coincidiendo con la época del parto. Asimismo, según la Generalitat, la fauna salvaje provoca más de 300 accidentes de tráfico al año en la Comunitat Valenciana. Relata AVA que causa «crecientes desperfectos en urbanizaciones y centros urbanos de todo el territorio. Hay casos de ataques a agricultores y bañistas como sucedió en una playa de Alfàs del Pi, donde hubo quien tuvo que ser atendido por los servicios médicos por un corte en la pierna».

Que la fauna salvaje se ha convertido en una plaga para el campo lo atestigua el citricultor Enrique Sanchis, quien asegura que estos animales se han multiplicado por cien en los últimos años. «Cuando entran en mis cultivos llamo a cazadores profesionales autorizados, pero los jabalís son muy listos. Si olfatean a la persona, se van y el cazador se pasa la noche sin matar a ningún animal». Las tierras de este agricultor se encuentran en el valle y a derecha e izquierda hay montañas «donde se refugian los jabalís durante el día. Cuando llega la noche bajan a comer y entonces hacen daño. He tenido que llenar los contornos de mis cultivos con puntales y hierro, porque es lo único que les puede parar. Los jabalís no trabajan con los cuernos ni con los dientes. Lo hacen con el morro para escarbar. Las piedras las mueven, pero con el hierro no pueden. Con el morro buscan gusanos, que para ellos son como las gambas para nosotros, en las cepas muertas y las arrancan, buscan chufas, rompen ramas para alcanzar los caquis, arrancar ramas para comerse naranjas...». Todo un surtido de destrozos que a Sanchis dice que le han costado «800 euros en los últimos años» sin contar la pérdida en horas de trabajo.

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