Horizontes

Monopoly, Catán y otros juegos para aprender economía

Los juegos de mesa y los videojuegos abren la puerta a la comprensión de conceptos económicos y de gestión financiera de forma sencilla, sin riesgos y, sobre todo, divertida

Pocas personas en esta vida se pueden permitir ser los dueños de un imperio inmobiliario, ponerse en los zapatos de un empresario del ferrocarril en el siglo XIX, dirigir desde la primera piedra los entresijos y servicios de una gran metrópoli o poder realizar una visita a un parque repleto de atracciones y exclamar sin ningún pudor: «Todo el recinto es mío y solo mío». Pero, pese a esta realidad, casi todos, en algún momento, hemos tenido ese gran poder económico en nuestras manos gracias a una simulación que ha hecho durante décadas las delicias tanto de niños como de mayores y que cada vez más, triunfa: la de los juegos de mesa y, también más recientemente y con elementos diferentes, la de los videojuegos.

El principio de todo es sencillo. Normalmente acompañado de amigos o familia te sientas en una mesa, abres la caja que contiene esa economía y esas finanzas plasmadas de una forma diferente, y comienzas el juego tras realizar los correspondientes preparativos. El tema tras el mismo da un poco igual dentro de ese camino económico general, ya que, como explica Antoni Cunyat, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia (UV), en la mayoría de los juegos de mesa su mecanismo se acaba basando «en gestionar unos recursos escasos», una situación que es «el concepto fundamental para cualquier estudiante de economía». No resulta muy diferente para un ciudadano medio. En la vida real no se produce, por ejemplo, una gestión de recursos como los hoteles del Monopoly o las letras para formar palabras del Scrabble, pero sí de recursos básicos para el día a día como la luz, el agua, el alquiler y el propio dinero.

Similitudes

Es un aprendizaje sobre la gestión económica que se realiza bajo un marco de similitudes con la vida real. Lo entiende así Fernando Falomir, director de márketing de la empresa española Falomir Juegos, creadora, entre otros, de un clásico de las finanzas como el Superpoly. Para él, el aspecto «más atractivo» de un juego de mesa que entronca con la economía «es esa cercanía a la realidad de una forma paralela». Esta visión ha llevado, incluso, a que nacieran juegos como The game of life (El juego de la vida), en el que los jugadores desarrollan la trayectoria vital de un personaje, tomando decisiones como casarte o tener hijos, en qué invertir o cuándo jubilarte para tratar al final de tener más dinero que el resto de jugadores.

En palabras de Cunyat, lo que se hace es «recrear las decisiones que uno podría tomar en la vida real. Si en la vida real te equivocas y tomas una decisión errónea, puedes tener graves consecuencias. Pero en el juego de mesa, tomas esos mismos riesgos y las únicas consecuencias que tienes es poder perder la partida». Lo ve también así Oriol Comas, experto en juegos de mesa y autor del libro Un monde de jeux, para quien este tipo de entretenimientos ofrecen un «espacio de placer sin riesgos» que te permite, «como hace el Adquire [un juego donde compites con otros jugadores para construir una urbe intentando poseer acciones de las empresas más lucrativas], invertir con ese único riesgo de no ganar el juego». Y, para más satisfacción, «lo juegas en grupo, con quien quieres y cuando quieres, que al final es un factor que siempre gusta más porque somos animales sociales», añade el experto.

Aprendizaje

Pero ese horizonte lúdico, con peligros simulados en forma de vivencias en primera persona, también tiene una traslación al aprendizaje formal. No en vano, como explica Comas, se están utilizando «los juegos económicos más sofisticados como parte del currículum de las mejores facultades del mundo». Casos como el Business strategy han permitido a un futuro emprendedor tener la oportunidad de gestionar de manera simulada una empresa, decidiendo qué materias compras, qué productos vendes y si lo haces a precios más o menos altos para finalmente ser el último jugador que sobrevive en el negocio. «Es una forma divertida, en la que no sabes quién va a ganar pero que refleja la vida misma», destaca sobre ello Comas.  

En paralelo, en los videojuegos, la situación no resulta muy diferente. Con los conocidos como tycoons o juegos de simulación económica puedes -eso sí, sin la necesidad de tener compañeros de juego- crear una ciudad desde cero y gestionar sus recursos (ejemplificado en sagas como SimCity y Cities skylines) o desarrollar negocios como un parque de atracciones (Roller Coaster Tycoon) y un zoo (Zoo Tycoon), entre muchos otros. Y todo a través de «una aventura virtual, que es aún más real y quizá más útil para ver esos conceptos económicos porque los ves visualmente, cambiando frente a ti», remarca el profesor de la UV.

No en vano, los expertos ven en esa gestión económica de los juegos una gran potencialidad para la sociedad. «Es una forma de que los individuos tengan esa cultura financiera de la que han adolecido» en el pasado, asegura Cunyat, porque, sean jóvenes o mayores, «son herramientas en las que no se memorizan los conceptos, sino que se aplican».

Es una línea que también defiende Falomir, remarcando que su compañía tiene actualmente encima de la mesa «tres propuestas introductorias a la economía» en el aula, que buscan explicar a los más pequeños «desde cómo funciona el dinero a aspectos que no se abordan en otros entornos como el de las hipotecas». Y con ese horizonte en el futuro quieren ver si es viable editar «un juego que en definitiva te ayude a entender cómo funciona la economía de un país y de sus ciudadanos».

Los conceptos

Entre los tipos de juego hay todo tipo de conceptos económicos y financieros. Ejemplos que van desde la compra y venta de propiedades, así como términos como el de la bancarrota, que se pueden ver en un Monopoly hasta un apartado totalmente comercial que tiene su mejor reflejo en Catán (el juego más exitoso de los que han triunfado en el siglo XXI, como recuerda Oriol Comas: «más de 35 millones de ejemplares vendidos») y Puerto Rico, otro clásico donde la victoria se consigue gracias a los puntos que te genera exportar tus bienes y construir edificios.

Y ello sin olvidar otras nociones como son las de la construcción antes del estallido de una burbuja inmobiliaria (Ladrillazo), la inversión bursátil (Pánico en Wall Street) o en materias primas y conexiones (con juegos como Alta tensión, en el que eres el propietario de una compañía eléctrica que quiere ofrecer servicio a toda la ciudadanía venciendo a tus competidores), y las subastas que se dan sin ir más lejos en el Modern art (ser quien obtiene el máximo beneficio tratando de sacar gran rentabilidad con la venta de obras de arte). 

Son todos ellos pilares de una economía que, gracias a los juegos de mesa y los videojuegos, no solo está en manos de los más pudientes, sino también en las de cualquier ciudadano. Con este presente, el futuro -coinciden los expertos- apunta a ser prometedor, porque estos pasatiempos, asegura Falomir, «están en auge, creciendo desde antes de la pandemia». Según las estimaciones de Comas, el negocio en España de los juegos de mesa «ya estará en los 100 millones de euros», una alta cifra que, en el caso de los juegos de economía «por sus mecanismos fructíferos», prevé que tengan un horizonte que será «brillante».

Unas temáticas inagotables de gran atractivo social

Para Antoni Cunyat, una de las claves que explican el éxito de los juegos de mesa es que replican «los valores y el sistema de nuestra sociedad». Lo muestra, quizás de la forma más clara, Monopoly, ejemplo de una dinámica ligada al capitalismo en el que «juegas a tener propiedades, a ser un Amancio Ortega podríamos decir». O, curiosamente, una alternativa más crítica como el anti-Monopoly, en el que, en vez de impulsar monopolios, el juego se basa en lo contrario, en tratar de romperlos.

Sin embargo, estas variedades tan solo son dos de las inagotables vías económicas que han explorado este tipo de pasatiempos. Como explica Oriol Comas, en los juegos de mesa «no hay limitación en cuanto al tema que se trata» y especialmente el mundo económico «es un espacio muy rico y fructífero», donde la tematización, añade Fernando Falomir, cada vez gana más terreno y, con ello, adeptos. Lo ejemplifican, entre muchos otros, juegos de mesa centrados más en eventos históricos como los englobados bajo el término 18XX, un subgénero en el que luchas con otros empresarios por ser el constructor de las primeras líneas de ferrocarril en una parte del mundo, pero también Ethica, dirigido a descubrir el impacto medioambiental y social que pueden tener los negocios. Variedades, a fin de cuentas, de un mundo lúdico sin limitaciones.