Opinión

San Francisco: Vagabundos y alta tecnología

La sede de Apple, en Silicon Valley

La sede de Apple, en Silicon Valley / NIGEL YOUNG

Enrique Penichet

Una vez más, tuve la oportunidad de visitar San Francisco, una ciudad que me fascinó la primera vez que la vi con 17 años. Sin embargo, en mi último viaje quedé impresionado por el marcado contraste que experimenté. Mientras caminaba por sus calles (parecía ser de los pocos que andaba por ellas), me llamó la atención la gran presencia de vagabundos en cada esquina y la aparente falta de atención hacia la limpieza. Aunque la ciudad también estaba repleta de innovaciones tecnológicas de vanguardia, como abundantes modelos de Tesla y taxis autónomos sin conductor, el desequilibrio entre la riqueza tecnológica y la pobreza visible se convirtió en un tema central de reflexión durante mi visita.

Al llegar a San Francisco, uno no puede evitar notar la cantidad de personas sin hogar que se encuentran en las calles, algunos con claros signos de enfermedades mentales. El problema de la falta de acceso a un sistema de salud y de acceso a la vivienda se ha vuelto cada vez más evidente en los últimos años, y sus efectos son visibles en toda la ciudad. Este contraste con la opulencia y el éxito tecnológico que coexisten en la misma ciudad plantea preguntas incómodas sobre la distribución de la riqueza y el acceso equitativo a las oportunidades. Y es que también me sorprendieron las muestras de innovación tecnológica. San Francisco es conocida como un centro de vanguardia para la industria tecnológica, y esto se hace evidente en su enfoque en la movilidad sostenible y la conducción autónoma. Los últimos modelos de Tesla se paseaban por las calles, y no era raro ver a los taxis autónomos de Cruise circulando sin conductores, o a los de Waymo con un conductor sin tocar nada y viendo el móvil. Esta convergencia de tecnología de vanguardia en medio de la pobreza visible creó un panorama único, donde la brecha entre la riqueza y la desigualdad social parecía más pronunciada.

La existencia simultánea de estos dos extremos en San Francisco plantea preguntas importantes sobre el futuro de nuestras ciudades y nuestra sociedad. El capitalismo radical de Estados Unidos, donde hay menos impuestos y todo es privado lleva a este brutal contraste. ¿Cómo podemos aprovechar el poder de la tecnología para abordar problemas sociales urgentes como la falta de acceso a un sistema de salud y a una vivienda? ¿Existe una forma de utilizar la innovación para crear un impacto positivo en la vida de aquellos que más lo necesitan? En Europa estamos en el extremo opuesto, con el éxito del socialismo y el estado de bienestar, se penaliza a esa clase media (y media alta) que más trabaja y produce, cargando sobre ellos todo tipo de impuestos y cotizaciones a la seguridad social que ya superan en conjunto con facilidad el 50 y 60 % de los ingresos. Para compensar y poner a su nivel a algunos que lo necesitan y algunos que no lo intentan. Creando otra injusticia social. Me quejo de mis impuestos, y me pregunto si no hay otras soluciones.