La aplicación del trato con animales para realizar distintas terapias, sobre todo con personas mayores o con diversidad funcional, es un método que cada vez se ha hecho más común en nuestra sociedad. Sin embargo, todavía quedan algunos ámbitos donde se convierte en una novedad en la que, además, se consiguen resultados asombrosos. Es, por ejemplo, el caso del proyecto #Nosoyinvisible, que lleva a cabo en la Comunitat Valenciana la Fundación Acavall, con sede en Nàquera, que, con la colaboración de la Fundación «la Caixa», trabaja con la participación de animales la atención terapéutica de menores que han sido expuestos a situaciones de violencia machista.

La Fundación Acavall es una entidad que lleva ya más de 14 funcionando centrándose en la intervención, el ocio y la educación asistida con animales. Su labor no solo se ha basado en el cuidado de seres humanos -principalmente mayores o con diversidad funcional-, sino que también ha apuntado hacia el bienestar animal con iniciativas como la Fábrica de Huellas, donde se llevan a cabo talleres y formación sobre tenencia responsable de animales. «Es una manera de reagradecerles todo lo que nos aportan», explica Marta Marcilla, coordinadora del programa #Nosoyinvisible.

Con esa labor a sus espaldas, la fundación empezó recientemente a trabajar con una treintena de menores expuestos a situaciones de violencia machista. «Observamos que distintos estudios decían que la terapia con animales puede ser un recurso muy útil para estos menores», incide Marcilla. «La acogida ha sido maravillosa, y hemos tenido incluso más peticiones de las que podíamos atender», añade.

El programa #Nosoyinvisible plantea doce sesiones de terapia asistida con perros para estos menores. En la mitad de ellas participan las madres con el objetivo de «restablecer el vínculo con sus hijos, que en ocasiones ha sufrido una ruptura», según señala la coordinadora del programa. En la otra mitad de las sesiones trabajan junto al menor o la menor y el perro un terapeuta de la fundación y un técnico de atención con animales.

«Partimos de una evaluación inicial con las preocupaciones de la mamá y las necesidades efectivas que tiene el menor o la menor. Al final se hace una reevaluación que, en general, está siendo muy positiva», revela Marcilla, que insiste en que la acogida del plan por parte de los niños y niñas «ha sido una locura». «Algunos habían desarrollado incluso miedo a los perros por una situación de estrés traumático, y hay otros que habían tenido que dejar en sus casas a sus seres queridos. Venir aquí ha sido para todos ellos la oportunidad de reencontrarse con los animales. Hemos visto cómo se han corregido problemáticas a nivel de comunicación a partir de las ganas de comunicarse con los perros, y algunos incluso han avanzado mucho a la hora de aprender a comer bien gracias a la motivación que suponen los animales», culmina Marcilla.