Muchos padres se preocupan cuando descubren que su hijo o su hija pequeña empieza a tocarse sus partes íntimas, algunos incluso lo ven como una especie de “perversión” o como algo que deben esconder y prohibir a toda costa. Sin embargo, ¿por qué los niños se tocan a edades tempranas? ¿Cómo debemos actuar al respecto? Y, por supuesto, ¿qué hacemos para abordar el tema de la masturbación a distintas edades? Hablamos con la sexóloga Lara Avargues para que nos aclare todas estas cuestiones que rondan las cabezas de tantas madres y padres. 

1. Durante los 2 o 3 primeros años de vida, la autoexploración genital forma parte del desarrollo

Como nos explica Lara, "el desarrollo psicológico y sexual de las personas comienza desde el nacimiento, donde se dan las primeras relaciones sociales. Desde que el niño es capaz de agarrar objetos (en torno a los 5 o 6 meses) es normal que inspeccione y toque sus genitales. Durante los 2 o 3 primeros años de vida, la autoexploración genital forma parte del proceso que sigue el niño para conocer su propio cuerpo. Es normal que al explorarse pueda experimentar cierta excitación que le lleve al descubrimiento del placer mediante la masturbación”. 

2. Según la edad, el significado de la autoexploración es distinto

Lara Avargues señala que “esta conducta se puede presentar incluso en los lactantes (menores de dos años), cuando al quitarles el pañal, buscan tocarse los genitales, primero como parte de la exploración de su propio cuerpo y luego al obtener placer repiten la conducta”. Sin embargo, “es importante entender que según la edad del niño o niña hay un significado diferente a la autoexploración. En niños muy pequeños sale de la investigación y el descubrir sensaciones agradables, y ya más entrada la adolescencia, el autoplacer puede tener una intención distinta por la aparición del deseo sexual”. 

En definitiva, como nos explica la sexóloga, “en la mayoría de los casos forma parte de su desarrollo evolutivo, del descubrimiento de su propio cuerpo y de nuevas sensaciones agradables. Pero este comportamiento, en general, provoca alarma entre los padres y les sorprende, puesto que no saben como gestionarlo o si esta actitud es normal a tan temprana edad. Por eso y por una falta de educación sexual, muchas veces tienen respuestas mediadas por emociones de incomodidad o miedo que pueden afectar al desarrollo sexual de la niña o niño.

3. ¿Cuándo esta autoexploración se convierte en un problema?

“La frecuencia variará según la persona y su momento vital. Pero llegará a ser un problema cuando limite otros ámbitos de su vida diaria o si se utiliza para aliviar emociones de malestar”, nos explica Lara. No obstante, “la exposición de la masturbación muchas veces aparece porque aún no se ha establecido la diferencia entre espacio público o privado, y en estos casos es adecuado guiar a nuestros hijos a que puedan seguir con este amor propio en su habitación”. 

4. Entonces, ¿cómo actuamos si les encontramos tocándose? 

El primer consejo que nos da Lara respecto a esta cuestión es “estar en sintonía con uno mismo y darse tiempo a informarse y reposar distintas emociones para dar educación sexual”. Es decir, “revisar las emociones que nos causa el tema de la masturbación y la sexualidad en general para poder transmitir sin juicios y con respeto”, aclara la sexóloga. 

Lara Avargues añade que “hablar con los hijos sobre sexo es aumentar la intimidad y la afectividad entre ambos, abriendo caminos para que se pueda discutir en casa, sobre todo, y dar al niño la seguridad de que piense: voy a preguntar a papá y a mamá, porque ellos siempre me escuchan”. 

Por otra parte, Lara hace hincapié en que “es importante evitar las reprimendas y castigos ante estas situaciones, sobre todo en público. Además, una excesiva atención sobre una acción que en principio sería normal puede causar el efecto contrario y reforzar esa conducta. Por tanto, lo más adecuado es guiarles con una actitud y un tono cálido, diciéndoles que el autoplacer es un comportamiento que se debe llevar a cabo en la intimidad y no en público”. 

No obstante, si sentimos que no podemos manejar bien la situación, Lara nos recomienda “consultar a un profesional de la sexología o utilizar bibliografía especifica para tratar el tema. Por ejemplo, el libro Cosquillas de Alba Barbé y Sara Carro”. 

5. Imaginemos que nuestro hijo o hija es adolescente y limpiando su habitación le encontramos un juguete sexual, ¿cómo deberíamos actuar?

“Como hemos comentado, la sexualidad tiene un significado distinto según la edad de nuestros hijos e hijas”, recuerda Lara, “y la adolescencia es un período de curiosidad y autodescubrimiento donde los juguetes pueden tener una función muy positiva en su desarrollo psicosexual”. 

“Si ya hemos introducido la educación sexual en nuestra familia, esta conversación resultara sencilla, e incluso saber de la existencia del juguete sexual. Si no es el caso, encontrar el juguete sexual puede ser una oportunidad para hablar de sexualidad con ellos y ellas, y hacerles ver que sois una fuente de apoyo e información si lo necesitan; usando siempre un lenguaje empático y respetuoso con su ritmo y su intimidad”, aclara la sexóloga. 

6. ¿A partir de qué edad deberíamos empezar a hablarles sobre sexualidad y cómo podemos hacerlo? 

Como nos comenta Lara, “muchas veces las familias tienen miedo a abordar este tema porque piensan que la educación sexual puede ser una puerta a la promiscuidad o a que los jóvenes se inicien antes en la sexualidad. Sin embargo, está comprobado que una educación sexual desde la infancia, adaptada a la edad y a sus inquietudes le aporta tranquilidad y seguridad a la hora de abordar las situaciones relacionadas con las conductas sexuales y evitar situaciones no deseadas”. 

Además, Lara Avargues recalca que “se ha demostrado que los padres y madres que facilitan información no fomentan en sus hijos e hijas del deseo de tener relaciones sexuales, sino que se produce una mayor capacidad de tomar decisiones adecuadas. Es decir, que los niños y niñas experimenten una sexualidad responsable depende de haber recibido una educación sexual temprana y de calidad”. 

Algunas pautas concretas que nos recomienda Lara son:

• La educación sexual será más fácil si ya hemos hablado anteriormente de este tema. Es decir, hablar sobre sexualidad debe ser una conversación integrada en la vida de los niños y niñas desde la naturalidad. 

• Es importante darnos permiso a no saber, pero sobre todo a compartirlo con ellos desde la honestidad y la claridad. Además, si lo necesitamos, podemos buscar información profesional sobre los diferentes temas de educación sexual y afectiva; incluso se pueden buscar conjuntamente esas dudas o decirles cómo se han resuelto. 

• Crear un buen clima de comunicación que cultive la confianza y trabaje la proximidad con un lenguaje claro y sencillo a través de la escucha y el respeto. Es decir, un clima que no imponga el dialogo, que respete sus ritmos y donde nuestros hijos e hijas perciban que lo que cuentan nos interesa y nos importa. Además de eso, es importante fijarse en sus reacciones, preguntarles cómo se sienten y ver qué han entendido.

• Las preguntas son oportunidades para abordar temas que inquietan o que generan curiosidad sobre la sexualidad en la gente joven. Estar receptivo a estas preguntas potencia el debate, el aprendizaje conjunto y, por ende, la unión familiar. 

7. Pero… ¿y si no nos hacen preguntas?

En este caso, Lara nos recomienda “sacar el tema a través de pelis, en momentos adecuados, regalarle un libro, como por ejemplo Sex on de Raquel Graña de Intimas conexiones… Siempre dejando claro que estás abierto a hablar con él o ella cuando lo necesite”. 

También señala que “hay que tener en cuenta las particularidades de cada persona, ya que pueden tener diferentes dudas en diferentes momentos y en diferentes edades. Se trata de ir más allá de las preguntas y tener en cuenta quién nos las hace y en qué momento está”. 

En conclusión, como nos recuerda Lara Avargues, “siempre se da educación sexual, incluso cuando no se hace. No hay respuestas correctas o incorrectas, lo importante es adaptarse al ritmo y edad de cada persona por la diversidad de sexualidades. Y más que una fuente de información, las familias han de ser una fuente de apoyo y respeto. ¿Cómo conseguirlo? Pues con un acompañamiento empático y una comunicación clara y cercana desde la infancia, presentando una visión más amplia y positiva de la sexualidad, promoviendo así una adecuada autoestima y un mejor desarrollo psicosexual en nuestros hijas e hijos”.