En la huelga general del pasado miércoles, los polígonos industriales valencianos se encontraron entre los recintos de actividad económica donde más incidencia tuvo el paro. Suele ser habitual. Sin embargo, dada la virulencia de esta interminable crisis, no hay que descartar otras variables, entre la que cobra una especial relevancia la decadencia —esperemos que momentánea— en la que están sumidos estos espacios para la ubicación de empresas. El pasado día 7, el presidente de la patronal valenciana del metal Femeval, Vicente Lafuente, pidió al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, y al conseller de Economía, Máximo Buch, tan dados a visitar industrias de éxito, que se den algún día una vuelta, hacia las cuatro de la tarde, por los polígonos industriales para comprobar la progresiva inactivadad que les afecta.

Los datos del sector son inconstestables. Joaquín Ballester, gerente de Asivalco, la asociación que agrupa a las empresas ubicadas en el polígono Fuente del Jarro, uno de los mayores de Europa, asegura que el descenso en la actividad del recinto se ha situado en términos generales en un 20 % desde el inicio de la crisis. Este polígono tenía en 2007 unos 12.500 trabajadores y 500 empresas. Cinco años más tarde, el número de empleados que acude cada día a sus instalaciones ha bajado en un 25 %, mientras que el de firmas lo ha hecho entre el 15 % y el 20 %, según los datos de Ballester, quien también es secretario de Fepeval, la Federación de Polígonos Empresariales de la Comunitat Valenciana. Este ejecutivo apunta que la situación de Fuente del Jarro es particular debido a que se trata de un polígono multisectorial y hay industrias, como la agroalimentaria, que están padeciendo la crisis mucho menos que otras. Sin embargo, en los llamados polígonos monocultivo, como los que en la Vall d’Albaida y l’Horta concentran a muchas empresas del textil y el mueble, respectivamente, «se nota mucho más» el descenso de actividad.

Según Joaquín Ballester, por las tardes, en efecto, «se percibe un cierto decaimiento respecto a la mañana, en especial a partir de las seis de la tarde», una hora en la que antes continuaba una importante ebullición laboral. Las horas extra han desaparecido y muchas empresas que no han cerrado están reduciendo horarios. Además, en otras muchas, el volumen de trabajadores ha descendido conforme lo hacía la producción.

Precios

Así las cosas, además de por la menor actividad, la vida diaria de los polígonos valencianos se está viendo alterada sustancialmente. La imagen de naves en venta o alquiler es común en recintos como el de Fuente del Jarro, hasta el punto de que aproximadamente el 20 % de los propietarios tienen sus instalaciones en disposición de ser vendidas o arrendadas. Los precios, según Ballester, «han bajado bastante». Por otro lado, las empresas que van ocupando los huecos dejados por otras que han cerrado son más pequeñas de tamaño. Algunas naves han sido reparceladas para dar cabida a diferentes firmas donde antes solo había una. También está variando la actividad general en el recinto. Antes, las empresas pertenecían en su mayoría a la industria, la logística y el transporte, mientras que ahora van entrando sobre todo firmas relacionadas con los servicios, como almacenamiento, ventas al por mayor, talleres, servicios a empresas e incluso una discoteca o una pista de paddle.

Y mientras la soledad avanza en los polígonos, también crece la inseguridad. En Fuente del Jarro apenas se trata de pequeños robos, según Ballester, pero el 85 % de estos recintos no está vigilado o solo tiene vigilancia por la noche o en fin de semana y ahí los problemas aumentan exponencialmente.