Joaquina Moreno, natural de Cullera, es una de los 1.200 valencianos que viajarán Francia a finales de agosto para la campaña de la vendimia. Junto con su pareja, hermanos y primas, así como una familia de Algemesí y un grupo de granadinos forma una de las cuadrillas de españoles que vendimiaran en campos franceses. Joaquina fue por primera vez a recoger fruta con 13 años y hoy, a sus 52, viajará a Francia en breve para la recogida de las uvas. «Es un trabajo duro, pero me gusta el campo», asegura. Ella, como otros muchos valencianos, ha dedicado toda la vida al campo y la vendimia francesa siempre había sido una apuesta segura para recoger una buena cantidad de dinero, ya que «somos una familia normal y nos viene muy bien trabajar», puntualiza. Esto mismo es lo que han pensado muchas familias y jóvenes españoles que cada año tienen más difícil conseguir un contrato en la vendimia francesa.

El mayor atractivo que tiene trabajar allí es el sueldo, superior al del campo español pues habitualmente se pagan tres euros más por hora. Según la legislación laboral francesa, el sueldo mínimo nunca será inferior a 9,4 euros por hora o 1.430,22 euros al mes por 35 horas de trabajo semanales. Así se puede llegar a cobrar con horas extras unos 1.500 euros al mes. «El jornal en Francia siempre sube y mejora», cuenta Joaquina que lleva en su espalda treinta años de experiencia en la recogida de uvas francesas. Esto le ha permitido observar los cambios que ha sufrido el campo galo y cómo ha evolucionado la colaboración histórica entre los temporeros españoles y los viñedos galos, que parece se está frenando.

«Ahora las condiciones son mejores, pues en las casas tienes de todo lo que tienes en la tuya: lavadora y buenos colchones», entre otras cosas, señala Joaquina, que es de las pocas temporeras que cuenta con alojamiento ofrecido por el patrón. La valenciana lleva veinte años yendo al mismo viñedo en Sablet, a 40 kilómetros de Aviñón, y su jefe les ofrece alojamiento con luz y agua. «Sólo nos pagamos el viaje y la comida». Sin embargo, lo que le ocurre a Joaquina no es lo más común, pues el alojamiento lo ofrecen en cada vez menos propietarios. Tal como advierten los sindicatos, puede no salir rentable. A veces no compensa el dinero que ganan en un mes con los gastos de viaje, alojamiento y comida.

Por otra parte, la complejidad de acceder a un puesto antes de viajar a Francia hace que muchos temporeros decidan marchar a la aventura. Joaquina considera que «a veces funciona, pero a mucha gente le sale mal». Lo más común es acceder al trabajo por el boca a boca y juntarse con una cuadrilla que ya haya estado en la vendimia.

En general, los patrones franceses cuentan siempre que pueden con la misma cuadrilla, lo que cierra las puertas del país vecino de muchos jóvenes que quieren ir a vendimiar. Este estancamiento de la oferta llega en un momento de crisis en el que, sobre todo, los jóvenes se deciden a emigrar y trabajar de lo que sea, ante las bajas expectativas de encontrar empleo en España. La campaña francesa de la vendimia es sólo un reflejo de lo que está pasando aquí. «Hay muchos jóvenes con carrera en la vendimia, la crisis a hecho que volvamos a lo de antes, se van los inmigrantes y emigramos nosotros para trabajar en el campo», lamenta esta vecina de Cullera.