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Carburantes

El cohete y la pluma

Los precios de los combustibles suben como un cohete cuando el precio del barril de petróleo se encarece, pero bajan como una pluma cuando el «oro negro» se desploma, como está ocurriendo actualmente

Estación de servicio de Valencia. F. Bustamante

Hace unos años, un anterior presidente de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, el señor Conthe, en el momento de su dimisión, mostraba su frustración por no haber podido controlar a las petroleras e impedir la manipulación que se hacía del mercado para obtener precios abusivos en la venta de carburantes. El presidente de la Comisión reguladora encargada de vigilar la competencia explicaba que las empresas formaban un oligopolio de hecho y, así, lograban con toda clase de subterfugios que los precios de la gasolina o gasoil se distorsionaran. Conthe decía: «Nuestros expertos llaman a este fenómeno el efecto del cohete y la pluma. Cuando sube el precio del barril de petróleo, la gasolina sube con la rapidez del cohete y, por el contrario, cuando baja desciende lentamente como cae una pluma». El contraste permite obtener grandes beneficios.

Naturalmente, esto no debería ocurrir: está prohibido por la legislación española y comunitaria. Y si logra demostrarse, las empresas que aprovechan su posición dominante en el mercado para distorsionar la competencia y obtener beneficios ilícitos, deben ser condenada a fuertes sanciones. Que pueden llegar a ser durísimas en proporción a las ventajas obtenidas. Por eso, después de varias denuncias, se informó que los organismos reguladores españoles, en este caso la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), incrementaría todos sus instrumentos de control y vigilancia para que el cohete bajara con la misma rapidez con que sube. Pero las cosas no han ocurrido así, las distorsiones vuelven a producirse y como decían los antiguos romanos, ¿quién vigila a los vigilantes?

El hecho es que estamos asistiendo a un fenómeno económico sorprendente y de trascendencia mundial. Llevamos cinco meses de caída espectacular del precio del petróleo. Entre junio y noviembre de este año, el barril Brent ha caído de 115 a menos de 75 dólares. Esto ha producido una auténtica conmoción. Ha sido motivo de discusión en todos los foros internacionales: en el reciente Consejo Europeo; en la reunión del G-20 en Australia; también ha provocado un fuerte conflicto entre los demócratas y republicanos norteamericanos e incluso en el seno de la propia OPEP que se reunió el pasado jueves en Viena y mantuvo la producción en 30 millones de barriles diarios, en una jornada en la que el precio llegó a caer a los 72 dólares .

Un lucrativo juego

Y mientras el mundo sigue con gran interés si el precio del barril vuelve a subir durante 2015 a los 115 dólares o se estabiliza entre 80/90; aquí, en Península y Canarias, el oligopolio de las petroleras -Cepsa, Repsol y BP, al que se suma Disa en Canarias- se hacen los despistados, miran para el cielo, silban y a ratos soplan para que la pluma baje lo más despacio posible. El hecho es que mientras el barril cae de 115 dólares a 83 en cinco meses, el precio de la gasolina 95 ha bajado solo cinco céntimos.

Las empresas productoras se justifican diciendo que el precio del barril es solo responsable de un 40% del precio de la gasolina. El resto es coste de refinado, transporte, comercialización y, sobre todo, los impuestos. Es cierto que en España los impuestos suponen, como en casi todo el mundo, casi un 50% del coste final. Pero eso no puede servir de justificación para que la petrolera venda casi al mismo precio la gasolina cuando compra el barril a 115 o cuando lo compra a 85 euros. Eso es una manipulación del mercado y un abuso sobre el consumidor.

¿Y entonces por qué no se eleva una denuncia a la Comisión Nacional de la Competencia (CNMC) y de paso le da trabajo al nuevo presidente recién nombrado, José María Marín? ¿Y si este no termina de llegar al cargo, por qué no se eleva una denuncia a la Dirección General de la Competencia de la Unión Europea, en la que se encuentra por cierto don Máximo Motta, profesor de una universidad española?

Política y petróleo

Por supuesto que el fenómeno que estamos viviendo va mucho más allá de nuestras gasolineras. Está afectando al mundo. Si la tendencia se consolida, la Unión Europea lo considera como una extraordinaria oportunidad para salir del estancamiento y recuperar el crecimiento. Todos los países del mundo importadores de petróleo se verán ampliamente beneficiados. Las compañías aéreas ya echan las campanas al vuelo y anuncian sobre todo una mejora sustancial del sector turístico. Incluso las grandes petroleras preveen importantes incrementos de beneficios: Exxon y Chevron se han disparado y Repsol, por citar un ejemplo próximo, anuncia 1.646 millones de beneficios sobre el año anterior, es decir un 28%. Ganan también los consumidores en todas partes, que pagan menos por el combustible y pueden consumir más. Wal-Mart, la mayor empresa de comercio al por menor del mundo, acaba de anunciar que sus ventas han crecido notablemente y lo atribuye a la bajada en los precios de los carburantes. Ocurre en otras partes, pero aquí no. La bajada no repercute en el consumidor porque la pluma no termina de caer.

Y entonces, ¿quiénes pierden? Pues todos los grandes productores de petróleo: Rusia, Venezuela, Irán, Nigeria, Argelia, Arabia Saudí, Emiratos, etcétera. El daño que están sufriendo es tan grave que se han revolucionado y algunos de ellos denuncian que todo es una operación montada por Estados Unidos y la propia Arabia Saudí para desestabilizar a los llamados «ejes del mal»: Rusia, Irán y Venezuela. Las teorías de la conspiración siempre resultan atractivas pero difíciles de creer. Aunque la realidad es que estas tres economías citadas se desestabilizan por debajo de los 110 dólares el barril porque el gas y el petróleo son sus principales exportaciones. Arabia Saudí, sin embargo, aguanta sin graves daños hasta los 80 dólaresel barril y los Emiratos, hasta los 50 dólares, según los estudios internacionales.

A su vez, los nuevos e importantísimos yacimientos norteamericanos, «shale oil», extracción bajo roca, exigen una tecnología muy cara y son solo rentables por encima de los 100 dólares. De ahí la pelea de los republicanos contra Barack Obama, al que culpan de la operación para bajar los precios. Igual ocurre con las extracciones, «deep water», aguas profundas, del tipo de las que quiere realizar la compañía Repsol en Canarias. Estos son solo unos datos que reflejan los cambios profundos que se producirían en la economía mundial si el petróleo se estabiliza entre 80 y 90 dólares y no en los 110 de los últimos años.

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