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Entrevista | Leopoldo Fernández pujals

"Es mejor dejar a la familia fuera de la empresa"

Fundador de TelePizza y Jazztel. El empresario de origen cubano considera que la clave de su modelo de negocio está en la subida de las ventas. El fundador de TelePizza y Jazztel se muestra crítico con Podemos y afirma al respecto que, "si gana, apaga y vámonos"

Leopoldo Fernández Pujals, el jueves en Valencia. Alejandro Valls

Leopoldo Fernández Pujals nació en 1947 en La Habana, pero ha pasado más de un tercio de su vida en España, a donde llegó tras una larga etapa en Estados Unidos y en donde puso en marcha sus proyectos empresariales más emblemáticos. Ahora publica un libro autobiográfico„«Apunta a las estrellas y llegarás a la luna»„ para que sus experiencias no se pierdan.

Primero TelePizza, luego Jazztel. ¿Qué proyecta como empresario a los 67 años?

En el libro cuento que la vida se puede desglosar en cuatro bloques de 20 años. Los primeros veinte hacemos lo que nuestros padres dicen. Hasta los 40 es una etapa de formación y autoformación. Hasta los 60 es cuando uno saca provecho a esa formación y cumple los sueños. De 60 a 80 uno debe volcarse en transmitir a la descendencia propia y a la sociedad los conocimientos acumulados para que no se pierdan. Así que, si tengo conocimiento de algún negocio interesante, lo desarrollarán mis hijos. Yo seré asesor y patrocinador.

No es habitual que un empresario publique una autobiografía. ¿Por qué lo ha hecho usted?

Por la razón que le acabó de explicar. José Martí [héroe de la independencia de Cuba] escribió que un hombre se hace un hombre si consigue tres cometidos: Dejar descendencia (tengo cinco hijos), plantar árboles y escribir un libro para transmitir la experiencia propia.

Dicen que para acertar antes hay que sufrir algún fracaso. No parece que ese sea su caso.

Uno no puede decir que nunca ha fracasado. Intento aprender de las dificultades y los desafíos que me he encontrado. Gracias a Dios, he acertado el 80 % de las veces y el restante 20 % cae en el olvido.

Usted dejó atrás su país, Cuba, tras el triunfo de la Revolución. Luchó con el ejército de Estados Unidos en la guerra de Vietnam. A su vuelta, fraguó su primer proyecto: Un negocio de «fast food» que al final no puso en marcha. La comida rápida que luego desarrolló en TelePizza ya estaba en su cabeza. ¿Por qué? ¿Por qué abandonó?

Para montar cualquier negocio o una empresa hay tres recursos necesarios: Humano, físico y financiero. Cuando uno empieza de cero no cuenta con recursos financieros. Pensé que el primer local que iba a abrir me costaría 80.000 dólares. Vendo acciones a médicos cubanos exiliados, se quedan con el 49 % y, cuando voy a invertir en el local, los constructores me dicen que valdrá mucho más. Entonces, para no perder el control dando más acciones a los médicos [a cambio de capital] desistí del negocio. Pero aquella oportunidad se quedó en mi cabeza. Era el momento correcto en Estados Unidos. Cuando llego a España, veo que la oportunidad de los setenta de allí se da ahora quince años después aquí, principalmente porque el comportamiento en los hogares españoles cambió, las mujeres fueron a la universidad y al trabajo. Ahí nace la comida rápida.

Empezó a trabajar en multinacionales como Procter & Gamble y Johnson & Johnson. Esta última fue la que le trajo a España y en 1987 se pone, esta vez sí, por su cuenta e inicia la aventura de TelePizza. ¿Por qué vender una empresa cuando está en pleno éxito en lugar de apostar a muerte por ella?

En el libro pongo que contraté a un consultor norteamericano cuando tenía 44 años y él 74. Pensé que con treinta años de diferencia me podría enseñar algo. Ese señor escribió un libro en el que habla de que un emprendedor pasa por cuatro etapas. La primera la llama del genio, la de cuando se le ocurre la idea. La segunda es la del dictador benevolente, porque trata a todos los colaboradores como si fueran un familiar, pero él toma todas las decisiones. Cuando la empresa crece a un nivel de envergadura y tiene entre 15 y 25 empleados que despachan directamente con él, decide que no puede continuar así porque no tiene horas en el día para entrevistarse con todos ellos y pasa a la tercera etapa, que es la del director desinteresado, porque tiene vicepresidentes para las grandes áreas que son las que toman las decisiones. El empresario se aburre porque no puede tomar decisiones. Es cuando un emprendedor vende su negocio. Eso me ocurrió a mí en TelePizza. La cuarta etapa es la del visionario, como hace Bill Gates con su fundación. Yo voy a hacer algo parecido, pero a través de mis hijos.

Su alianza con su hermano en TelePizza acabó mal y usted decidió no permitir que familiares trabajasen en la compañía. De hecho, despidió a su mano derecha en Recursos Humanos, al poco tiempo de casarse con ella. ¿Tan complicadas son las empresas familiares?

No es que sean complicadas, sino que es mejor prevenir que tener que lamentar. En la familia hay una relación de amor y en un negocio es de tomar decisiones objetivas. Y eso puede provocar malestar. Por eso es mejor dejar a la familia fuera de la empresa o en su caso recluida en el consejo de administración. Pero no en la gestión, porque es donde pueden salir problemas.

Tras vender TelePizza, se hace cargo de una empresa de telecomunicaciones al borde de la suspensión de pagos, Jazztel, y en una década la reflota y acaba vendiendo su participación por 500 millones. ¿Cómo lo hizo?

Lo resumiría en una pequeña frase. La mayoría de los ejecutivos dirigen sus empresas protegiendo el Ebitda [resultado bruto de explotación] y eso provoca que no le den la importancia que yo le doy a la subida en ventas. Muchos recortan gastos en productos, personal o publicidad y ese recorte lo que provoca es que las ventas no suban en la proporción que debieran. La clave es subir las ventas, porque es lo que aumenta más el valor de una compañía. Si logré lo de Jazztel fue porque mi enfoque siempre ha sido que la misión es lo más importante, como aprendí en el Ejército [de EE UU]. La misión en mi caso es subir las ventas y no hay excusa que valga al respecto para lograrlo. Con esa directriz desde arriba, los de abajo deben ponerse a trabajar de forma creativa para conseguirlo. Lo apliqué en TelePizza y en Jazztel.

La palabra emprendedor está empezando a gastarse de tanto usarla. ¿Qué opina usted al respecto?

No se ha hablado lo suficiente de la palabra emprender. Todo el mundo debe emprender. En el libro pongo que hay dos plagas y son la mieditis „la gente tiene miedo a emprender„ y la excusitis: se pone a pensar todas las razones para no hacer una cosa en lugar de pensar en ejecutarlas.

El Banco de España dice que la crisis ya ha pasado para las empresas, pero no para los ciudadanos. ¿Está de acuerdo?

Cien por cien. Necesitamos un crecimiento mínimo del 3 % para reducir el paro y mientras haya gente desempleada la sociedad no estará bien.

¿Cree que esta crisis significa el principio del fin del Estado del bienestar universal que aún mantienen España y Europa?

La solución está por conseguir que España enseñe cómo emprender y que lo haga de la misma forma en que se enseña a leer y escribir. La ética es también esencial enseñarla, porque ahora esta missing [desaparecida]. Hay que erradicar la corrupción como sea y para eso falta formación ética sobre lo que es correcto e incorrecto.

Las encuestas auguran una revolución electoral en España con la irrupción de Podemos. ¿Cómo lo ve?

Fidel Castro llegó a La Habana el 7 de enero de 1959. Tres días más tarde un húngaro conocido nuestro se marchó del país porque tras escuchar a Castro decía que el comunismo ya lo vivió en Hungría y no quería pasar otra vez por lo mismo. Mis padres no se lo creyeron. Vio y escuchó a Castro hablar de lucha de clases, con un bando bueno y otro malo. No puede haber un presidente de un país que diga que una parte es buena y otra es mala. Podemos quiere nacionalizar compañías. Quién va a invertir en España si corre el riesgo de que le nacionalicen la empresa. Si gana Podemos, apaga y vámonos. Lo que sale de Podemos es populismo.

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