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Consumo luego existo

Auténticos, pero sin fisuras

Vivimos una época convulsa y compleja, pero no es menos cierto que para algunos estos tiempos de terremoto social y político, lejos de forzar replanteamientos, están suponiendo la consolidación de formas y métodos, de caminos recorridos durante años, décadas incluso. Una de esas empresas que afianza su posición en lo económico y en lo emocional en su consumidor es Mercadona. La cadena de Juan Roig hace tiempo que dejó de ser noticia por sus logros y balances, pero esta semana ha conquistado en España la pole de una de las carreras más complejas y con mayor retorno: la de la autenticidad. El estudio «Authentic Brands 2014» hecho público esta semana, ubica en la posición de privilegio a la cadena de supermercados, por encima de El Corte Inglés, Carrefour, Movistar o Iberdrola.

Lo cierto es que más allá del modelo empresarial que le ha llevado a ser una de las marcas en las que más confía la masa social, su gran éxito reside en su comunicación honesta. En decir la verdad, o al menos hacer que su consumidor le crea. En estos tiempos donde las mentiras siguen teniendo las patas largas pero cada vez son más a las que alcanza finalmente la luz, la importancia latente de este factor es una alegoría y un aviso a navegantes.

Lo es porque la paciencia del consumidor, del ciudadano, sí es cada vez más corta, y eso hace que sea también más promiscuo y volátil en sus afinidades hacia personajes y empresas. De confiar ciegamente a poner la cruz hay una fina frontera cada vez más fácil de cruzar. Ser honestos es hoy aún más importante en tiempos donde la voz del propio consumidor alcanza más y se produce a más volumen. Y no hacerlo, aunque sea solo en alguna mínima ocasión, supone sepultar una confianza que cuando se quiera recuperar ya habrá sido depositada en otros. Alerta porque la velocidad afecta a las relaciones, convirtiéndolas en más volátiles hacia empresas o personalidades públicas. Entre el cielo y el infierno nunca ha habido tan poco espacio.

No solo es cuestión de sinceridad, sino también de transparencia y buenas prácticas, de responsabilidad y respeto, dice el estudio. Conclusiones que marcan lecciones serias y peajes obligatorios hacia el sector empresarial, político, económico; imprescindibles en estrategias de marketing y comunicación que intentan ganarse el bolsillo del consumidor, a corto plazo, y su afinidad, a medio y largo. Una nueva realidad que debe hacer reflexionar y actuar a empresas, marcas y líderes, que deben dar varios pasos al frente. El primero, sin duda, tener la casa limpia y abierta. El segundo, comunicar más que nunca, en general y esas buenas prácticas en particular. Porque de lo contrario otros lo harán, si no lo están haciendo ya, en nuestro nombre, dando vida a una marca que es tan suya como nuestra. Dejar en manos de otros el mantenimiento de nuestra honestidad o transparencia nunca ha sido buena idea, y hoy menos que nunca.

Hay algunos que también intentar sacar partido de esta nueva velocidad a la que todo ocurre. Porque todo sucede más rápido, y todo caduca también a otro ritmo, por muchas cárceles, juicios o noticias que surjan, como de nuevo ha vuelto a ocurrir esta semana. La memoria y el olvido, la verdad y la mentira, elementos que se tambalean en un mundo de sobreinformación y voces a diestro y siniestro. Una apuesta compleja esta de pensar que la gente olvida rápido, en tiempos donde la paciencia cada vez es más limitada. Mucho hemos aguantado ya, piensa el consumidor, piensa el ciudadano. La autenticidad se gana con consistencia, pero se pierde en un detalle.

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