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Empresas que funcionan

De una caldera ambulante a facturar por todo el mundo

De una caldera ambulante a facturar por todo el mundo

La empresa valenciana Asfaltos Chova vio la luz cuando la Segunda República empezaba a agonizar. Antes de que el dictador Francisco Franco muriera en la cama de un hospital ya se había abierto al exterior. Ahora ha sorteado esta crisis de proporciones históricas y ya ha vuelto a crear empleo. Sorprendente, sobre todo en una firma relacionada con el tan denostado sector de la construcción. Asfaltos Chova se dedica a la impermeabilización de edificios y al aislamiento térmico y acústico. Sus orígenes se remontan a 1934/35, según recuerda ahora Eduardo Chova, consejero delegado de la empresa: «Mi abuelo era un pequeño constructor de la época y vio que había posibilidades de negocio con el asfalto y sus diversas aplicaciones. Compró una caldera ambulante, al frente de la cual puso a mi padre, entonces con 13 años. A base de leña donde calentábamos el asfalto para las cubiertas de las terrazas de las casas, la caldera se trasladaba en un carro a cada pueblo y obra donde fuéramos contratados».

Será en los años cincuenta cuando la empresa abandona esa itinerancia y empieza a fabricar el material de impermeabilización en una planta propia en Tavernes de la Valldigna. Poco a poco, el negocio va creciendo y a mediados de los años sesenta, la compañía comienza su expansión por el resto de España. Cataluña, Madrid, Sevilla, Granada son algunos de los primeros destinos. Es una etapa que dura hasta 1974, cuando la empresa inicia su internacionalización con la apertura de una fábrica en Ecuador y, cinco años más tarde, otra en Portugal. ¿Por qué esa temprana salida al exterior? Eduardo Chova, tercera generación al frente de la empresa junto a su hermano, responde que la suya «es una familia muy inquieta, que siempre hemos tenido claro que no había que centrarse solo en España, sino también en otros países, para no depender solo de un mercado». Es lo que han aconsejado desde siempre los expertos y la batalla en la que están inmersas ahora tantas empresas para sobrellevar la crisis y compensar la caída del consumo interno. Cuenta Chova que desde Portugal «nos vinieron a buscar», pero que la apuesta por el país andino obedeció a que «la materia prima era muy económica y era un lugar estratégico para distribuir materiales en América». La planta lusa sirvió para vender a colonias africanas como Angola o Mozambique. En aquellos años, la firma exprotaba también a Holanda, Suecia, Alemania, Francia, Corea del Sur y Reino Unido, «donde conseguimos la rehabilitación del puente de Londres y de las cubiertas de la sede de la Rolls Royce». Ya en los noventa, la compañía diversifica su negocio con los materiales para aislamiento térmico y acústico. En los 2000 prosigue su expansión con dos empresas en Rusia y otra en México „esta última para abastecer también al mercado de Estados Unidos„ especializadas en membranas asfálticas.

El resultado de todo este movimiento es que la empresa tiene en la actualidad unas instalaciones de 100.000 metros cuadrados en Tavernes donde trabajan 110 personas, además de fábricas en México y Rusia con 350 trabajadores. De Ecuador y Portugal se salió al inicio de la crisis y ahora suministra desde Valencia a sus clientes. En España factura 24 millones de euros, de los cuales el 30 % va a la exportación, mientras que el negocio del grupo en todo el mundo se aproxima a los 120 millones. Eduardo Chova explica que la empresa «ha sorteado la crisis diversificando producto y abriendo mercados. Hemos tenido que hacer ajustes, incluido un ERE en 2010, pero ahora ya creamos de nuevo empleo». En 2014 se han incorporado a la firma unas 16 personas y la previsión para 2015 es alcanzar una cifra similar. Chova afirma que «estamos creciendo en el mercado nacional». También en el exterior, con obras «importantes» en américa, Argelia, Marruecos, Gabón y Senegal, y con el proyecto de sendas joint ventures con socios locales en países de América y Asia que todavía no quiere desvelar.

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