En asuntos agrarios conviene mirar a Francia y conviene hacerlo porque en determinadas cuestiones el país vecino es un ejemplo y un modelo a seguir del que los agricultores españoles y, sobre todo, nuestros políticos, harían bien en tomar buena nota. Claro, que tampoco allí es oro todo lo que reluce y ciertas actitudes violentas nos resultan tan repugnantes como inadmisibles. Aún están frescas en la memoria las imágenes del salvaje asalto a una bodega francesa importadora de vino español protagonizado por los incontrolados de siempre.

Pero no quería referirme hoy a esos desaprensivos que merecen cualquier apelativo menos el de agricultores, sino a las declaraciones efectuadas esta semana por el ministro galo de Agricultura, Stéphane Le Foll, poniéndose al lado de los ganaderos en el conflicto que mantienen con la firma Lactalis, líder mundial del mercado de la leche. La consecuencia inmediata es que Lactalis ha alcanzado un acuerdo para pagar a los productores franceses 290 euros por tonelada de leche, lo que supone el doble de su oferta inicial y una media de 3 céntimos más de los que esta misma empresa abona a los ganaderos españoles. ¡Cómo echamos en falta una actitud similar por parte de los gobernantes españoles!, una actitud directamente proporcional al indudable peso político que el sector agrario tiene en Francia.

Sea como fuere, el caso Lactalis vuelve a situar bajo los focos un problema que se repite año tras año sin que nadie se atreva a ponerle el cascabel al gato. El precio justo para el agricultor sigue siendo una asignatura pendiente en la UE. Las tentativas de los distintos estados miembros para corregir la situación se quedan y se quedarán en eso, en meras tentativas y paños calientes, si la Comisión Europea no toma cartas en el asunto y legisla a nivel comunitario unas directrices generales de obligado cumplimiento para todo el mundo. Los profesionales del sector estamos asqueados de predicar en el desierto y comprobar las consecuencias de tanta desidia en forma de abandono masivo de tierras de cultivo a causa de la falta de rentabilidad.

El momento actual es especialmente oportuno para volver a dar la voz de alarma. Nos encontramos a las puertas de una nueva campaña citrícola y las previsiones indican un incremento significativo de la cosecha respecto al curso pasado. Si bien ese aumento puede y debe ser asumido por el mercado a precios razonables para todos, la tendencia alcista suele convertirse en terreno abonado para las actuaciones deshonestas de los especuladores y desaprensivos habituales. Por eso, es preciso, hoy más que nunca, apelar a la responsabilidad y profesionalidad de todos los implicados en el proceso comercial o corremos el riesgo cierto de toparnos con serias dificultades a las primeras de cambio. Avisamos quedamos.