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Investigación

Paja del arroz: un 'yacimiento' de gas en l'Albufera

La ingeniería Genia Global ultima junto a Nedgia un proyecto para convertir la paja del arroz en gas natural renovable. Aseguran que el residuo que hoy se quema, creando un problema ambiental, podría abastecer cada año 100.000 hogares

Francisco Torres, de Nedgia, entre Gabriel Butler y Bernat Chuliá, de Genia Global, junto al restaurante Nou Racó, en el Palmar Germán Caballero

Los residuos son un recurso. Es como si València hubiese encontrado un yacimiento de gas debajo de la ciudad, pero que fuese un poco más caro que sacarlo en Argelia». La metáfora pertenece a Bernat Chuliá, responsable en procesos de bioenergía de la ingeniería Genia Global Energy. La firma valenciana se ha embarcado, de la mano de Nedgia (Grupo Naturgy) y del instituto tecnológico de la industria agroalimentaria (Ainia), en el enésimo intento por solventar el problema que, cada año, afrontan agricultores, autoridades, ecologistas y vecinos de València: qué hacer con la paja del arroz de l'Albufera para evitar su quema.

Este proyecto, en fase de laboratorio y a punto de arrojar las conclusiones finales, no es el primer intento, pero por sus resultados preliminares tal vez sea el definitivo. La solución que manejan consiste en convertir en biometano este residuo que queda tras la cosecha en las áreas que circundan a l'Albufera. Además, durante ese proceso se genera un digestato (un residuo con propiedades fertilizantes) con calidad suficiente para ser reaprovechado por el agricultor. Un caso de libro de economía circular, explica Francisco Torres, responsable de Desarrollo de Nuevos Negocios de Nedgia, la distribuidora de gas natural de la energética Naturgy.

La quema de la paja de arroz provoca cada año un problema de contaminación, tanto para el ambiente por el CO2 como de partículas perjudiciales para la salud. Desde hace años, se buscan soluciones que han tomado diferentes caminos. Entre ellas, la Conselleria de Medio Ambiente está impulsando soluciones como su utilización como técnica de acolchado postincendio para proteger de la erosión los suelos quemados; o también como recurso de alimentación o como camas para el ganado.

Las magnitudes son abrumadoras. En València se generan en torno a 100.000 toneladas de paja al año. Compactadas en balas podrían ocupar una superficie equivalente a 28 campos de fútbol con 10 metros de altura. Y eso solo en la autonomía, que apenas representa el 14% de la producción arrocera en España. Todo eso se quema tras cada campaña y se emite a la atmósfera. Gabriel Butler, ceo de Genia Global, asegura que representa el 0,25% de las emisiones de CO2 al año del país.

El problema es colosal y, por lo tanto, la oportunidad es exactamente del mismo tamaño. Con este procedimiento, toda esa paja podría abastecer en torno a 150.000 viviendas de gas natural al año, casi una cuarta parte de los 660.000 clientes de Nedgia en la C. Valenciana, por ponerlo en contexto. Del mismo modo, revirtiendo a los cultivos de arroz el digestato se proporcionaría el 40% de nitrógeno que se necesita en una campaña en València, eliminando del entorno del parque natural una parte de fertilizantes procedentes de productos químicos.

¿Cómo funciona? La digestión anaerobia es un proceso en el que se descompone material biodegradable y se genera un biogás que, purificado, se convierte en biometano apto para ser inyectado en la red. El tratamiento de la paja se encuentra con algunos obstáculos, como sus fibras largas y duras, resistentes a la degradación. O su alto contenido de sílice, que hace que flote. La fase biológica del proceso también es compleja, con compuestos difíciles de digerir.

Genia Global, explican sus socios, está consiguiendo mejorar los resultados de otros intentos previos. «Nuestro proceso se centra en dos partes: primero, optimizar el pretratamiento mecánico, conseguir que la paja esté en un tamaño de partícula para que las bacterias que van a digerirla puedan acceder al material. Y dos: en la parte biológica, separar los procesos que hay dentro de la producción de biogás en diferentes compartimentos, de manera que la eficiencia total del proyecto aumenta porque aumentas la eficiencia de los procesos intermedios», aseguran Butler y Chuliá. Tras un año de trabajo, su hipótesis inicial, obtener más biogás que otras tecnologías utilizadas para valorizar la paja, se ha visto superada por los resultados intermedios (en mayo se conocerán las conclusiones definitivas), con mejoras de entre un 10% y un 40% superior a otros test anteriores.

España, sin ayudas, a la cola europea: solo una planta de biometano

La tecnología es una realidad. La iniciativa se alinea con la estrategia de Naturgy para descarbonizar el gas natural en España. Diferentes proyectos piloto patrocinados por esta compañía están abordando la conversión de purines o aguas residuales en biometano, en gas renovable. El problema es que el salto del laboratorio a la escala industrial es, en estos momentos, un auténtico abismo. Otro dato demoledor: en España solo existe una planta que inyecta biometano a la red; en Francia, cada semana se incorpora una. Al cierre de 2017, Europa contaba con 540 plantas, según la European Biogass Asociation.

Así las cosas, la duda estriba en la viabilidad del proyecto. Como siempre, el futuro pasa por lograr la inversión más ajustada para obtener la mayor cantidad de ingresos posible. Para que haya negocio hace falta tamaño. Comprar gas natural sale por 21 euros el megavatio; fabricarlo, más del doble. Según las estimaciones de los expertos, harían falta plantas capaces de procesar al menos 50.000 toneladas al año. En los planes de Nedgia, como distribuidor, no entra invertir, sino simplemente demostrar que la tecnología hace viable el salto. Genia, sin embargo, es una ingeniería que se dedica a poner en marcha plantas de este tipo en Europa. En Ucrania, por ejemplo, montaron en 2014 una infraestructura para que una azucarera procesara restos de remolacha y convertirlos en biogás para autoabastecerse cuando el conflicto con Rusia los aisló energéticamente.

«Hacen falta ayudas de la administración», resume Butler, ceo de Genia. El empresario ve negocio a medio plazo. Hay gasísticas y fondos orientados a la economía verde interesados en estos proyectos: generar gas limpio para inyectarlo en la red y alimentar consumos domésticos, industriales o la movilidad. Genia, de hecho, quiere desarrollar proyectos llave en mano.

La problemática de la paja del arroz, en un entorno tan particular como un parque natural, ofrece además un reto logístico en el que los agricultores han de tomar partido: el acopio, almacenamiento y transporte de miles de toneladas de este residuo a una futura planta, algo para lo que entidades como el Consorcio de la Ribera ya están trabajando, apuntan los promotores de este proyecto. La tecnología ya posibilita el cambio. Ahora solo falta conquistarlo.

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