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Fusiones bancarias

Fusiones bancarias

Según cómo se mire, lo cierto es que vaya siglo que llevan los banqueros. Ahora que acaba de morir Emilio Ybarra, expresidente del BBV y último exponente de toda una época en el sector, es posible que más de uno eche en falta aquellos tiempos de la pax romana de los siete grandes que Emilio Botín y Mario Conde hicieron saltar por los aires. Bueno, la cuestión es que, con el cambio de milenio, el sector financiero ha vivido una etapa de borrachera descontrolada que fue indispensable para la burbuja inmobiliaria y un castigo con justa inmisericordia durante la Gran Recesión, que se llevó por delante entidades y empleos a mansalva. Parecería que, dejada atrás la crisis, las entidades bancarias supervivientes habían ya purgado todos sus errores, pero no.

La ira de Zeus sigue lanzándoles rayos y truenos, para solaz de tantos de sus damnificados, tal vez. La cuestión es que los bancos, como es conocido, afrontan un doble reto: adaptarse a la revolución digital, que está transformando su negocio de forma radical, y tratar de sobrevivir a estos años de tipos de interés por los suelos, que aún tienen recorrido a la baja, tal como ya ha dejado claro el Banco Central Europeo. Seamos didácticos. Con el interés del hipotecario Euríbor en negativo y tantos viejos contratos referenciados a ese índice, los ingresos merman de forma progresiva y constante. Por el dinero que «ahorran» los bancos y que tienen depositado en el BCE deben abonar a esta institución un interés del 0,4 %. Es decir, una entidad con 10.000 millones allí ingresados, pagaría unos 40 millones al año. Dirán que no es mucho para un banco, pero se trata de una cantidad que reduce sus beneficios.

En el sector financiero creen que las entidades tienen un margen de en torno al año y medio de resistencia. Si los tipos no suben y, en consecuencia, los márgenes del negocio no van al alza, los bancos van a tener que mirarse los unos a los otros e iniciar un nuevo proceso de fusiones. Y de las grandes, porque de lo que se trataría es de operaciones para ganar tamaño, reducir costes y aunar sinergias. No crean que hay muchas opciones encima de la mesa. Descartado el Santander, en pleno proceso de absorción del Popular, solo cuatro jugadores se vislumbran en el tablero. Bankia es ficha clave en el mismo, aunque sus dirigentes rechazan cualquier fusión por ahora. Se dicen centrados en su plan estratégico tras deglutir al Banco Mare Nostrum como quien dice hace cuatro días. La entidad tiene una particularidad -la mayoría de capital es del Estado- que es ventaja -a ninguna de las otras entidades les gustaría tener en su accionariado un paquete público- e inconveniente, dado que el Gobierno podría forzarles a una operación corporativa si fuera necesario. Hace meses que se sitúa a la entidad con sede en València en una fusión con el Sabadell, banco que parece remontar las horas bajas de los últimos meses. Se daría entonces el caso de que se consumara la siempre abortada fusión Bancaja-CAM. Otros operadores en liza son BBVA y CaixaBank, esta protegida por la Fundación Bancaria La Caixa. Se sabe que el futuro es incierto, pero si el BCE mantiene su política de tipos bajo mínimos, lo será menos. La cuestión a dilucidar es si una nueva concentración, además por las alturas, situará la competencia en el sector demasiado cerca del oligopolio.

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