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Cofundadora de Vicky Foods (Dulcesol)

Víctoria Fernández: «Algunos me menospreciaron por ser mujer. Nunca pudieron conmigo»

A los 85 años, Victoria Fernández ha recibido el reconocimiento de su familia, que ha puesto su nombre al nuevo hólding empresarial. La dirigente reflexiona sobre algunas vivencias y el papel de la mujer en la empresa

Victoria Fernández

Hay historias que se explican desde la infancia. La de Victoria Fernández Prieto tiene que ver con la resistencia y la fortaleza. Con 13 años, cayó enferma. Tuberculosis. «Entonces era una enfermedad prácticamente mortal», cuenta desde su casa de Villalonga. No acabó con ella, por supuesto. De hecho, aunque aquello cortó en seco su formación académica, siguió estudiando, por correspondencia, escribiendo poesía, una de sus pasiones, en algunas revistas de la época, gracias a lo cual terminaría conociendo a su marido.

Quizá aquella formación para la vida la impulsó para sobreponerse a los contratiempos, a tener que ponerse al frente de una empresa mientras cuidaba a un esposo enfermo, ocuparse de varios hijos, lidiar en un mundo de hombres en un tiempo en que el contexto político y social le reservaba simplemente el papel de esposa entregada y madre hacendosa.

Victoria Martínez Prieto, Vicky para todo el mundo, es algo más que la madre de Rafael Juan, actual consejero delegado de Vicky Foods, el imperio familiar de la bollería industrial más potente de España, con 335 millones de facturación y propietario entre otras de la marca Dulcesol. Escuchando su historia, no es descabellado presumir que, de haber nacido y desarrollado su actividad en cualquier capital y no en Villalonga (la Safor), sería un icono femenino, la primera innovadora valenciana.

«En realidad, yo fui empresaria por accidente, no por vocación. Asumir una responsabilidad así es apasionante y tienes muchas satisfacciones, y al tiempo es un poco duro. Mi etapa al frente de la empresa estuvo llena de retos, moviéndome siempre entre hombres, unos extraordinarios y otros no tanto. Nunca tuve problemas para ser apoyada y respetada por los hombres inteligentes, sin embargo, otros tuvieron más problemas para tratar con una mujer que estaba en una posición de liderazgo. Eso sí, salieron perdiendo porque nunca pudieron conmigo, es más, para mí fue una ventaja que me menospreciaran por el simple hecho de ser mujer», cuenta Vicky a sus 85 años a El Mercantil Valenciano. «Pienso que no es una cuestión de género sino de humildad. Nadie debería menospreciar a otras personas por su género, raza o procedencia. Hay que respetar a todo el mundo», aclara.

Con 85 años, doña Victoria vive días de reconocimiento, desde una especie de jubilación activa, según reconoce su hijo Rafael, todavía pendiente del día a día. Sus herederos han decidido reorganizar la empresa creando un hólding más allá de la marca Dulcesol, y lo han bautizado, precisamente, con su nombre: Vicky Foods. Es, en realidad, una especie de alma máter.

Hace unos meses, empleados y familiares explicaban su visión sobre la matriarca del grupo: «Es bastante difícil encontrar a alguien que haya conseguido más partiendo con menos»; «Nos ha enseñado a trabajar»; «Nos decía que siempre tuviéramos presentes las tres haches: ser una persona humilde, honesta y humana»; «Mujer superemprendedora y luchadora»; «Nos recomendó a todos que siempre pusiéramos más esfuerzo que ambición»; «Pienso que es una mujer muy avanzada a su época»; «transgresora», son algunas de las frases recopiladas en un vídeo-homenaje.

Su papel en esta historia parecía resignado al de la mujer discreta detrás del gran empresario. La familia tenía un horno desde la generación anterior, en 1952. El que sería su marido entró a trabajar en él. «A mi esposo, debido a mi precaria salud, le preocupaba que yo trabajara, pero, poco a poco, conseguí ganar esa batalla. Y menos mal, ya que cuando él enfermo de cáncer mis hijos aún estaban en la universidad por lo que tuve que asumir tanto su cuidado como la dirección de la empresa», cuenta la empresaria.

A mediados de los 60, tratando de diferenciarse de la competencia, Vicky da un giro al negocio, según cuenta el mito fundacional de Productos Dulcesol: «Nuestra abuela decidió que era el momento de innovar y fabricar otro tipo de producto. Llegaron las palmeritas, bizcochos, los bollos... La revolución no llegó hasta mediados de los 60, cuando crearon las ahora tan famosas Glorias, unas magdalenas nunca vistas hasta la fecha, cuadradas», narran en su web.

El crecimiento de la empresa siguió una secuencia lógica (primera fábrica en 1969; segunda fábrica en Gandia en 1978; granja de gallinas ponedoras en 1984; inicio de las exportaciones en 1993...), pero resulta fácil imaginar el esfuerzo diario añadido de hacerlo en el contexto en que ocurrió: «Al incorporarme a la empresa, recurrí a mis padres para que se hicieran cargo de mis hijos. Tuve que renunciar a muchas cosas, como viajes o vacaciones y, sobre todo, a dedicar más tiempo a mis hijos».

Ama de casa, «figura poco valorada»

¿Se sentía feminista a su modo? «Es una pregunta que me cuesta responder a mis 85 años, porque cuando me casé mi ilusión era ser una buena esposa y madre y eso es lo que todavía echo de menos. Mi padre era albañil y mi madre ama de casa. Siempre la recordamos mi hermana y yo como la persona más importante y la más necesaria en nuestras vidas. No entiendo por qué la figura del ama de casa está tan poco valorada», reconoce.

Tras una vida en relación directa con clientes y proveedores, ¿qué virtudes cree que tienen las mujeres para dirigir respecto a los hombres? «Las mujeres por lo general tenemos más empatía y sensibilidad, valoramos más el trabajo y la responsabilidad que el dinero y el poder. Tal vez por eso creo que el mundo estaría mejor gobernado por las mujeres».

Y ¿cómo ve el futuro de la empresa? «Veo a Vicky Foods mejor que nunca. Hemos pasado por muchas etapas, siempre contando con un equipo muy involucrado y dispuesto a afrontar cualquier reto. La tercera generación de la familia forma parte ya de la empresa y también ellos sienten verdadera pasión por ella. Ellos tienen una formación y preparación que yo no pude tener», concluye.

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