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La banquera del Levante UD

El banco privado Edmond de Rothschild, presidido por Ariane Rothschild, acaba de firmar una compleja operación financiera con el Levante UD por 60 millones

La banquera del Levante UD

La familia de Stefan Zweig siempre lo tuvo muy claro. El padre del escritor austríaco, fundador de una empresa textil en el norte de Bohemia, nunca se endeudó para expandir su negocio. Si llegó a hacerse rico, poco a poco y cada vez más, no fue especulando sino gastando lo mínimo y destinando el resto del dinero a capital. El empresario judío solo figuraba en el lado acreedor de su banco, que «por supuesto era la entidad de crédito más sólida, Rothschild», según cuenta el propio Zweig en El Mundo de ayer.

Para los Zweig y para el resto de comunidades judías de la época, no había otra entidad financiera que no fuera la de los Rothschild. Esta identificación entre banquero y cliente sigue vigente hoy, como bien sabe el Levante UD, que acaba de firmar una operación de financiación con una de las ramas de los Rothschild por 60 millones de euros. Aunque puede que el padre de Zweig reprendería a los de Orriols por el exceso de deuda asumida, sin duda bendeciría la elección del socio financiero que en el mundo de hoy debe permitir la expansión del club.

Porque de eso se trata. El Levante acaba de firmar una compleja operación financiera con esta entidad, desconocida para el gran público en España, con el objetivo de acometer dos proyectos que le ayudarán a dar un salto histórico: la reforma integral de su estadio para mayor placer de sus seguidores pero también para convertir el campo en un generador de ingresos extradeportivos; y, por otro lado, una nueva ciudad deportiva junto al puerto de València, clave para su consolidación y para hacer más profunda su huella en la ciudad.

El banco de Zweig y del Levante UD fue fundado en el siglo XVIII en Frankfurt por Mayer Amschel Rothschild (1744-1812), uno de los ocho hijos del matrimonio formado por Amschel Moses Rothschild y Schonche Lechnich. Nacido en el gueto judío de Frankfurt, estaba predestinado a convertirse en rabino, pero no pudo ser. Tuvo que cambiar de planes por el repentino y temprano fallecimiento de sus padres cuando él solo tenía 12 años. Un año después de quedarse huérfano, decidió incorporarse a una entidad bancaria (Jacob Wolf Oppenheimer) como aprendiz y allí terminaría especializándose en comercio exterior e intercambio de divisas. En 1810 se independizó y creo su propia banca de negocios, MA Rothschild und Söhne.

Esta sociedad se convertiría en un banco internacional de la mano de los cinco hijos varones del fundador quienes, alentados por su padre, se establecieron en las principales ciudades europeas y abrieron las primeras sucursales de Rothschild en Londres, París, Frankfurt, Nápoles y Viena, algo extremadamente inusual en la época. El tercero de los hijos y futuro sucesor (Nathan Mayer Rothschild), eligió Londres, en 1809, mientras que el menor, Jacob, se asentó en París. Amstel se decantó por Frankfurt, Solomon por Viena y Calmann por Nápoles. Amparándose en estas oficinas y en una potente red de comunicaciones, los Rothschild hicieron fortuna intermediando el comercio de artículos de lujo, operando en divisas y financiando a las empresas con papel comercial. Dominaban los mercados de oro, bonos y acciones de la época en Europa, financiando hasta los gobiernos y sus guerras. También sus proyectos de infraestructuras, como el Canal de Suez o la red de ferrocarriles de la revolución industrial inglesa.

¿Qué hacían con el dinero? Como el padre de Zweig, gastaban lo justo y tomaban participaciones en otros negocios, como la minería, la industria ferroviaria, la metalurgia, el mercado inmobiliario y la elaboración de vino, entre otros muchos. Su nombre estuvo ligado a la minera Rio Tinto o al gigante de los diamantes De Beers. El control de estas actividades les permitió convertirse en una de las familias más ricas del mundo desde el siglo XIX. Su jugada maestra de crear sucursales para cada negocio en las mayores ciudades europeas fue imitada después por otros grandes apellidos de la banca de empresas que también se han mantenido hasta la actualidad, como Lazard.

Con la fortuna llegó también el reconocimiento social, a pesar del bajo perfil público que mantenían. Los cinco hijos del creador de la saga fueron barones del imperio austríaco nombrados por el emperador Francisco I de Austria, mientras que la rama británica recibió el titulo de Baron de Rotchschild de manos de la reina Victoria. Para sus cinco hermanas, en cambio, no había sitio ni siquiera herencia. Su padre las había proscrito de la empresa familiar, igual que decretó poco antes de fallecer que todos sus descendientes debían casarse con personas judías y lo más próximas posibles. La obediencia funcionó, con matrimonios arreglados generalizados entre primos hermanos. Mayer Amschel también ordenó en sus últimas voluntades que el banco debía estar siempre en manos de la familia, lo que garantizaba su supervivencia, y, a la vez, el secretismo sobre su patrimonio. Así fue. El conglomerado financiero continúa siendo hoy propiedad de los Rothschild y su gestión corre a cargo de la séptima generación de la familia.

Rivalidades entre los herederos

Su multimillonaria fortuna, sin embargo, no es la de antaño, desmembrada por las rivalidades surgidas entre los herederos de matrimonios con descendencias siempre prolijas -que empezaron a saltarse las reglas y a romper la endogamia, emparejándose con otras familias de la nobleza- y del propio discurrir de la historia. Las casas de los Rothschild en las cinco grandes ciudades europeas de origen solo permanecieron unidas hasta la tercera generación, quedando a partir de entonces solo dos, la británica y la franco-suiza, convertidas en grandes rivales hasta hace poco más de dos años. Así, la casa de Nápoles cesó su actividad en 1863 y la de Frankfurt en 1901 -por no tener un heredero varón-, mientras que la de Viena fue cerrada en 1938 después de que los nazis invadieran Austria.

El banco de los Zweig está hoy escindido en dos grandes entidades financieras, Edmond de Rothschild -el financiador de Orriols- y Rothschild & Co, dirigidas hasta poco por dos tataranietos del fundador, Benjamin Rothschild y David Rothschild, respectivamente. Las dos ramas tenían participaciones cruzadas y eran accionistas de las casas rivales. Edmond de Rothschild, entidad franco suiza de banca privada, fue fundada en 1953 y tiene más de 156.000 millones de euros en activos, mientras que Rothschild & Co está más localizada en banca de inversión y su origen se remonta a 1938, con más de 80.000 millones de euros bajo gestión según The Wall Street Journal. Esta última, precisamente, asesora a Bankia en el proceso de megafusión que explora con CaixaBank. Ni Benjamin ni su primo David están ya al frente de estos bancos. El primero dejó la entidad en manos de su mujer, Ariane Rothschild, única mujer en la cúpula de una entidad Rothschild, mientras que David cedió el testigo al único de sus hijos que es varón: Alexandre Rothschild.

Primera mujer y orden en la saga

Ariane dejó su impronta en la familia y en los negocios desde que llegó a la cúpula, en 2015, y entre sus primeras decisiones quiso poner orden en la saga. Hastiada de que la rama de David utilizara el apellido Rothschild como razón social de su entidad, sin incluir ningún nombre de pila que lo diferenciara del resto y como si ellos fueran los únicos Rothschild. Igual que ella pilotaba el grupo Edmond de Rothschild, el banco de David debía tener su nombre. En 2015 demandó a sus familiares por infringir acuerdos orales del uso de la marca y por competencia injusta. Se oponía, además, a que en sus presentaciones se definieran como «la casa madre del grupo Rothschild». Finalmente las desavenencias se calmaron y las partes sellaron un acuerdo extrajudicial, que fue posible después de que David se retirara y cediera el testigo a su hijo Alexandre, mucho menos beligerante que su padre y con ganas de resolver conflictos familiares.

Fue en 2018 cuando los dos bancos se pusieron de acuerdo para utilizar algo tan consanguíneo como el apellido, con un pacto millonario cuyas cláusulas serán secretas de por vida. Sí se sabe que Rothschild and Co podría utilizar esta misma marca, aunque para operar en países como Francia, Bélgica y Mónaco tendrá que llamarse Rothschild Martin Maurel. El acuerdo incluyó que las partes venderían las participaciones cruzadas que cada uno tenía en el accionariado del otro.

Con los papeles de cada uno ya claros, Ariane ha consolidado el liderazgo al que llegó por matrimonio. Nacida en 1965 en El Salvador, se empapó del mundo de la empresa y de la alta dirección desde la infancia. Su padre era un alemán alto ejecutivo de la multinacional farmacéutica Hoechst. Ella, en cambio, se decantó por banca y finanzas, formándose en París y en Nueva York y trabajando después como broker en Société Générale y en la aseguradora AIG en Manhattan. Allí conoció a uno de los clientes de AIG, Benjamin Rothschild -hijo de Edmond y de Nadine-, en 1993, con quien se casó seis años después. Su boda, de la que han nacido cuatro herederas (Naomi, Alice, Eve y Olivia), fue la puerta de entrada al conglomerado del grupo, primero al frente de los negocios no financieros y después ya asumiendo las riendas ejecutivas de Edmond de Rothschild.

España: vinos y filantropía

Filántropa y con una presencia social mucho más activa que la de sus predecesores, tiene fuertes vínculos con España, país en que su grupo opera tanto en banca como vinicultura y filantropía. Apasionada de La Rioja, es socia, por ejemplo, de los dueños de Vega Sicilia, en la bodega Macán, a cuya inauguración asistieron políticos y aristócratas como Iñigo Urkullu, la baronesa Thyssen o el ahora exiliado rey emérito Juan Carlos. Baronesa de Rothschild, suele veranear en Mallorca con su marido, gran aficionado a la caza y a las carreras de coches. En España, su filial bancaria, especializada en banca privada, gestión de activos y grandes fortunas, está dirigida por Pablo Torralba.

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