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El teletrabajo y la alienación de los empleados

Bueno, el teletrabajo ya está regulado. Gobierno, patronal y sindicatos han pactado esta semana las líneas generales que regirán esta modalidad laboral que la pandemia del coronavirus ha puesto de moda. Nunca sabremos qué pensaría Marx al respecto, pero para mí, que todavía no he caído en sus garras, el teletrabajo es el culmen de la alienación de los trabajadores.

Si tomamos en consideración la regla media de que nuestros días se dividen en tres, con un tercio para dormir, otro para trabajar y el resto para hacer lo que nos venga en gana (si podemos), el teletrabajo supone, ni más ni menos, que pasarse prácticamente dos terceras partes de nuestras vidas encerrados en nuestros domicilios. Me dirán que mejor en casa que en el trabajo. Es posible, porque depende de las circunstancias, por ejemplo de la distancia a la que se encuentre o la necesidad de cuidar/vigilar a dependendientes o de que el jefe y los compañeros sean unos cafres. Un piso frente al mar ayuda, desde luego, pero no es algo al alcance de la mayoría. Ahora bien, si el ambiente en el trabajo es agradable, yo prefiero ir a la oficina -hasta que llegue la jubilación, claro- por sociabilidad, por airearme e incluso por esa creatividad colectiva que se genera del intercambio de pareceres.

Volviendo al principio, la alienación es clara en las personas que viven solas, porque el teletrabajo acrecienta su aislamiento, pero no crean que son los únicos. Conozco padres para quienes las verdaderas vacaciones comienzan justo cuando terminan y vuelven al trabajo. Incluso si les toca ir al tajo en fin de semana. Parece que es bastante duro sobrevivir al cuidado de los hijos, sobre todo en estos tiempos en que son el centro de atención casi absoluto de casi cualquier familia. En muchas de ellas, las que han podido teletrabajar, esa ‘tortura’ ha durado meses y meses desde el estado de alarma, con los colegios también cerrados. Dicho esto, cabe estar de acuerdo en que, sin el teletrabajo, es posible que la incidencia de la pandemia hubiera sido mucho mayor, pero confío en que no haya llegado para quedarse.

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