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Llámenme ingenuo

Pensarán que soy un ingenuo, y seguramente tengan razón, pero no acabo de comprender la actitud de las formaciones políticas en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado para 2021, unas cuentas sobre las que existe un consenso general -excepto para los que juegan al cuanto peor, mejor, como VOX o Junts per Catalunya- en que son imprescindibles. El contexto lo dice todo. Las cuentas en vigor datan de 2018, cuando aún gobernaba el PP de Rajoy. Aquel escenario ya tendría poco que ver con un 2020 digamos normal, pero es que este es un año completamente excepcional por la pandemia del coronavirus, que lo ha trastocado absolutamente todo. Se requiere una masiva inversión pública para adelantar la recuperación y también mucho gasto para evitar que crezcan las desigualdades ya enormes y para no dejar atrás a los más damnificados de esta crisis sin más culpables que un virus.

¿Cuál es la respuesta de los partidos políticos? La bronca, la negación y «el contigo no me ajunto». Singularmente me traen de cabeza esos vetos cruzados entre unos y otros. Además, a priori, sin valorar si las aportaciones puntuales pueden ser buenas. Podemos y Esquerra Republicana de Catalunya no toleran que se sume al pacto Ciudadanos y la formación de Inés Arrimadas rechaza a los de Bildu y a ERC. El PP, como siempre, está presto a echar una mano... al cuello. El no por bandera. El PSOE, atado a su precaria mayoría, parece feliz en el frentismo.

Digo yo, si una repetición electoral dejaría un panorama casi idéntico al actual, como parece, y los presupuestos, por mero sentido patriótico, son precisos, ¿no sería más sensato, ahora que se ha superado el trámite de las enmiendas a la totalidad, que las formaciones se dejaran de vetos, arrimaran el hombro y negociaran la incorporación de sus propuestas para hacer unas cuentas de 2021 de país que nos saquen del atolladero? ¿O es que algunos lo que quieren en el fondo es que esto se hunda para sacar rédito electoral? Sí, me temo que pueden llamarme cándido.

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