La digitalización de la economía ha traído de la mano un nuevo tipo de contrato para todo tipo de transacciones mucho más seguro gracias a la tecnología blockchain. Los conocidos como smart contracts son una alternativa descentralizada, transparente, fiable e inmediata a los contratos tradicionales. Son códigos informáticos que recogen lo pactado entre las partes y que hacen que se cumpla automáticamente, sin demoras, ofreciendo a sus usuarios las mismas o incluso más garantías que, por ejemplo, las de las entidades bancarias.

Este nuevo sistema ofrece múltiples ventajas, según destaca el estudiante de último curso de doble grado de informática y matemáticas Jorge Villarrubia. «Para empezar, son inmutables y automáticos, y por tanto existe la total garantía de que nadie los va a cambiar y van a ejecutar exactamente lo que el contrato estipula. Así que, mientras las partes estén seguras del contenido del contrato, es imposible que ‘les den gato por liebre’. El cumplimiento del contrato viene determinado por una máquina que ejecuta punto por punto de manera automática lo que se pactó».

Además, los smart contracts tienen el respaldo de una red de miles (en algunos casos, millones) de ordenadores que almacenan el contrato, en lugar de solamente tenerlo una entidad y quizás las propias partes. «No es más que una red de blockchain, formada por un conjunto muy grande de ordenadores que almacenan estos datos como cadenas de bloques. Es por eso que se dice que son contratos descentralizados, al estar almacenados en muchos sitios diferentes», subraya Villarrubia.

Debido a que estas redes de blockchain fueron desarrolladas fundamentalmente para permitir y validar transacciones con criptomonedas (monedas virtuales como el bitcoin), es habitual que los pagos derivados de estos contratos se hagan con este tipo de divisa. En la actualidad, esta moneda virtual, que no es más que un valor especulado como puede ser el de una acción en bolsa, se puede canjear fácilmente por euros o dólares, de forma que esta no impide la aplicación de estos contratos a transacciones más tradicionales.

Sin embargo, la elaboración y comprensión de estos contratos requiere de amplios conocimientos de programación informática que no todo el mundo tiene, aclara el experto. «Por tanto, aunque son preferibles por ser más concisos que los contratos legales, que muchas veces pecan de ambiguos o imprecisos (el lenguaje informático es más preciso que el lenguaje natural), por contra son más sofisticados. Por ello ya hay quien piensa que los informáticos serán los abogados del futuro o quien cree que se empezará a enseñar programación en las facultades de derecho», subraya Jorge Villarrubia.

Lo que parece seguro es que los smart contracts han venido para quedarse, y tienen mucho que decir a no muy largo plazo.