El turismo se resigna a improvisar ante un verano incierto

Hoteles y agencias de viaje asumen que la demanda solo se moverá a un mes vista por las dudas acerca de la evolución sanitaria y del proceso de vacunación, que mantiene a las aerolíneas y las turoperadoras replegadas a la espera de alguna certeza

El turismo se resigna a improvisar ante un verano incierto

El turismo se resigna a improvisar ante un verano incierto / Mateo L. Belarte

Mateo L. Belarte

2020 ha sido un año traumático para el sector turístico en todo el mundo y los principales actores parecen estar dispuestos a aprender de la experiencia de cara a la próxima campaña de verano. En una situación de grave estrés financiero tras un ejercicio prácticamente en blanco y ante una coyuntura sanitaria de elevada incertidumbre, nadie quiere ser el primero en moverse y arriesgarse a que un paso en falso en esa planificación derive en más pérdidas económicas de las que ya acumulan hasta el momento.

Ni las compañías aéreas ni las de cruceros han programado todavía rutas y las turoperadoras apenas ofrecen paquetes vacacionales para esas fechas, por lo que los hoteles y las agencias de viajes valencianas, sin reservas todavía, asumen que la improvisación será la tónica habitual de cara a este verano ya no tan lejano y que deberán ajustarse a esa demanda incierta a base de flexibilidad. La confianza del consumidor todavía es débil, y casi la mitad de las familias españolas asumen que no volverán a viajar como lo hacían antes de esta crisis hasta 2022.

Y es que 2021 no ha supuesto el cambio de tendencia en la pandemia al que muchos se aferraban para empezar a reactivar la movilidad. La magnitud de la tercera ola que todavía recorre Europa ha traído a la memoria algunas fases por las que ya se atravesó con la irrupción y expansión del coronavirus a inicios de 2020, como cierres de fronteras, cuarentenas o la exigencia de muchos países, entre ellos España, de aportar pruebas que acrediten que el viajero es negativo en covid para poder acceder a su territorio.

La nueva tormenta perfecta que vuelve a cernirse sobre el turismo se ha completado en las últimas semanas con la detección de nuevas cepas del virus y la amenaza de que los problemas de producción y distribución de la vacuna terminen por retrasar el único elemento en el que el sector confía de verdad para iniciar la recuperación: la inmunidad colectiva.

En este escenario, una palabra retumba en todo el sector: incertidumbre. Los alojamientos turísticos acostumbran a guiarse por análisis de big data que permiten prever el comportamiento de la demanda a corto plazo en base a las búsquedas en Internet de los clientes y de las reservas de billetes de avión u otros medios de transporte. Sin embargo, la ausencia de variables —no hay apenas rutas ofertadas para esas fechas— impide que la inteligencia artificial haga su trabajo.

«Le preguntas al big data y el algoritmo te responde: ‘ni idea’», aseguran fuentes de la patronal hotelera Hosbec, que añaden que a estas alturas «hay menos vuelos previstos de los que había el año pasado». El sector del alojamiento asume que «hasta un mes vista no se moverá nada» y admite que ahora mismo está en «hibernación», con un 10 % de ocupación en los pocos hoteles que hay abiertos y con muchas empresas «más centradas en buscar fórmulas de financiación y en evitar la quiebra» que en planificar un verano más volátil que nunca.

Esas estrecheces económicas no son exclusivas de los hoteles. La bola de nieve comienza con las aerolíneas y las turoperadoras, que no se encuentran en una situación financiera mucho mejor y, sobre todo, están escarmentadas del caos vivido el año pasado, cuando tuvieron que afrontar una avalancha de cancelaciones y sus consiguientes reclamaciones de devolución de billetes, algunas de las cuales todavía colean.

Los clientes tampoco escapan a la crisis. Además de tener que lidiar con las restricciones, está por ver el impacto de la covid en su capacidad adquisitiva. Según un estudio de la consultora DNA, un tercio dispondrá de menos presupuesto y casi el 45 % del mismo, aunque viajará menos para asumir menos riesgos sanitarios. Igualmente, el estudio evidencia que la improvisación también marcará al consumidor, que prevé reservar en su mayoría con entre 1 y 3 semanas de antelación.

Desde la agencia autonómica de Turisme tampoco se muestran demasiado optimistas, y auguran que este verano estará ligado a la evolución sanitaria y del proceso de vacunación, que hará que la apertura de mercados extranjeros sea «gradual» en función de lo anterior. Sí muestra esperanza en el cliente británico, «deseoso de volver en cuanto la situación lo permita». En cualquier caso, prevé que «muy probablemente» estemos ante un verano «marcado por el turismo de proximidad», nacional o de «países cercanos cuya situación epidemiológica lo permita».

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