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Los olvidados del cierre hostelero

Los distribuidores del canal Horeca no llenan portadas pero también sufren el cierre de los bares y restaurantes, que concrentran el 95% de sus ingresos. Al contrario que los proveedores, no tienen alternativas de venta tras la clausura de la hostelería y, además, se han quedado sin ayuda

Actividad en Mercavalencia durante la pandemia, antes del cierre de la hostelería | EMV Un proveedor de Horeca busca género en Mercavalencia | BIEL ALIÑO/EFE Un empleado de Adislev, durante su turno de reparto a bares | EMV

La hostelería es el sector que está poniendo cara a la crisis económica a la que ha abocado la pandemia a muchos negocios. La alta densidad de bares y restaurantes que hay en España y en la Comunitat Valenciana, unidos a los hábitos sociales, les ha situado en primera línea de cualquier restricción sanitaria adoptada para contener el avance del virus hasta la fecha. El presidente de la Generalitat, Ximo Puig, les apoda la «industria de la felicidad cotidiana» ya que sin ellos nada es igual. Su cierre total ha transformado el paisaje urbano, cambiando terrazas y reuniones por persianas bajadas y calles vacías y ha desatado múltiples manifestaciones de empresarios y trabajadores del colectivo. Pero como recuerdan los propios afectados en esas protestas, la hostelería es «mucho más» que sus locales. Detrás de cada establecimiento hay todo un entramado empresarial que les nutre y que está sufriendo al mismo nivel que ellos, aunque no acaparen portadas. Se trata de toda la cadena de valor que subyace detrás de cada barra de bar, en quien está repercutiendo el cese de actividad de sus clientes mientras ve cómo las ayudas pasan de largo.

Los olvidados del cierre hostelero

Los distribuidores, los grandes olvidados del drama hostelero, son quienes peor lo están pasando por ser los más expuestos al devenir de la restauración. A nivel nacional, el sector de la distribución del canal horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías) aglutina más de 3.000 empresas que generan 70.400 empleos directos y facturan 17.600 millones de euros al año. La Asociación de Empresas de Distribución de Bebidas y Alimentación a Horeca de la Comunitat Valenciana (Adislev) cifra el peso autonómico entre el 10 % y el 15 % de estas cifras estatales.

Su principal problema es que desde hace 20 años todos sus huevos están puestos en la cesta del canal horeca, ya que quedaron fuera de la cadena de suministro que abastece a los grandes supermercados, que aprovechando su posición de dominio han evitado intermediarios y ahora es el mismo fabricante quien les sirve el producto a sus centros logísticos, desde donde los reparten a los súper. Así, al cerrar la hostelería, su demanda se ha desplomado a prácticamente cero. Según el presidente de Adislev, Bernardo Pérez, el canal horeca supone el 95 % de sus clientes y el restante 5 % está compuesto por gasolineras, pequeñas tiendas de alimentación, colegios y hospitales. Negocios que ni de lejos pueden compensar la caída de sus ventas a bares y restaurantes.

El cerrojazo a la hostelería decretado desde el 21 de enero en la Comunitat Valenciana ha sido la puntilla tras un año en el que el descenso de facturación de los establecimientos por sus limitaciones de aforo ya había mermado sus ingresos en un 50 %. Pérez remarca que hay incluso zonas más afectadas, como Benidorm, por su alta dependencia del turismo. «Allí ha estado casi todo cerrado durante buena parte del año, los ingresos no llegan al 30 %», lamenta.

Como consecuencia, de la flota de 2.500 camiones que abastecen a la Comunitat Valenciana ahora apenas operan 200 y lo hacen a pérdidas. «La actividad importante está parada», dice Pérez en referencia a ‘horeca’, «pero tienes que seguir sirviendo a los pequeños aunque el coste se dispare, porque pasas de llevar 300 cajas en el camión a solo 20. Lo que vendemos nos cuesta un dineral», resume.

Los olvidados del cierre hostelero

Aunque comparten las pérdidas con la hostelería, los distribuidores no han sido incluidos en las ayudas y denuncian estar «solos ante el peligro». «Se creen que la cerveza llega a los bares por una tubería», asegura el líder de Adislev para denunciar esa desatención, que se traduce en que solo pueden beneficiarse de los ERTE y con menos exenciones que otros colectivos. Asimismo, resalta que ellos han sido quienes han ejercido durante todos estos meses de «bancos» de esos bares y restaurantes ahogados financieramente, flexibilizando los plazos de pago para permitirles subsistir.

La otra pata sobre la que descansa el canal horeca son los proveedores. Su estructura sí les ha permitido diversificar su cartera de clientes y, por tanto, el riesgo. Pablo Aguado, director de mercados de Mercavalencia, constata que el cierre se ha dejado sentir en quienes trabajan con la hostelería pero no al mismo nivel que la distribución, ya que siguen operando con mercados municipales e incluso con restauradores de provincias limítrofes a la Comunitat Valenciana.

Las 200 empresas que componen el ecosistema alimentario de Mercavalencia siguen todas en pie y funcionando, algo que Aguado atribuye a la confianza que esos minoristas de mercados municipales tienen depositada en sus proveedores y también al efecto de los ERTE, el «secreto de la supervivencia», como él lo llama. «Es el mecanismo que está permitiendo resistir sin cerrar a muchas empresas» del canal horeca, añade. Eso sí, alerta de que «el problema llegará con el pago de los créditos ICO».

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