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OPINIÓN

La coartada del medio ambiente

La coartada del medio ambiente

No es una conspiración, de lo que voy a hablarles hoy es de una evidencia avalada por los hechos que responde a un plan premeditado. La Comisión Europea tiene muy claro hacia dónde quiere ir y cómo ejecutarlo: Cuantas más importaciones agrarias procedentes de países terceros haga llegar a Europa, más productos industriales o tecnológicos podrán venderles las grandes empresas a esos mismos países. Pero para dejar espacio en el mercado europeo a los alimentos foráneos, Bruselas está utilizando una coartada que le funciona a las mil maravillas: Potencian un discurso ecologista radical, intransigente e irracional hasta el extremo de hacer inviables las explotaciones, dirigido a reducir la producción agraria europea.

En esta coartada los movimientos ecologistas están ejerciendo el papel de cómplices necesarios, sumando esfuerzos para convencer a la ciudadanía de la necesidad de poner palos en las ruedas del sector agrario. Parecen no darse cuenta de que con su trabajo están favoreciendo una globalización sin reglas donde ganan las multinacionales. Caen en la trampa de poner el foco sobre la agricultura europea, causante únicamente del 10% de las emisiones contaminantes en el continente y apenas del 1% en todo el planeta. ¿Por qué solo se criminaliza a nuestra agricultura? ¿Acaso otros sectores económicos no contaminan más, precisamente aquellos que salen beneficiados con las ventas a países terceros?

El Gobierno español no solo no se opone, sino que se vanagloria sin pudor de impulsar tratados, sin reciprocidad medioambiental, como los de Sudáfrica, Vietnam o Mercosur. ¿Qué otros intereses empresariales antepone Madrid a su agricultura? ¿Tal vez haya más puertas giratorias por el medio?

En cuanto a la Generalitat Valenciana, por mucha proclama en contra de estos tratados, está alimentado como pocas instituciones el discurso ecologista que instrumentaliza Bruselas como la supresión de materias activas o el descontrol de la fauna salvaje. Tampoco cae en la cuenta de que lo que está en peligro es el territorio que gestiona, la superficie agrícola que deja de cultivarse y la falta de incorporación de jóvenes.

El triunfo de esta filosofía demagógica por encima de la realidad lo estamos pagando muy caro los agricultores europeos, pero a la larga también pasará factura al resto de la sociedad. Porque el efecto de las neveras llenas está garantizado ahora pero, si seguimos renunciando a nuestra soberanía alimentaria, no lo estará mañana.

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