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El trigo valenciano se resiste a desaparecer

La superficie de cultivo de cereales cae un 20 % desde hace dos décadas por el abandono y la transformación en tierras más rentables, como las de almendras, pistachos y olivas

Una de las granjas marinas de Avramar, en Borriana. | EMV

Los campos de trigo, cebada o avena, principales cereales sembrados tierras adentro de la Comunitat Valenciana, han registrado una profunda transformación durante estas últimas décadas al buscar sus productores cultivos más rentables como los almendros, olivos y, últimamente, pistachos. De hecho, la superficie de cereales ha caído un 20 % en la últimas dos décadas. Pese a todo, la autonomía mantiene una zona de cultivo de casi 25.000 hectáreas de las citadas plantaciones, 4.700 de ellas de trigo, según constatan las últimas cifras de la Conselleria de Agricultura. Se trata de una extensión muy alejada de los principales territorios españoles (Castilla-La Mancha, Castilla-León. Andalucía y Aragón) y que supone una quinta parte menos que la cultivada a finales del siglo XX por el citado cambio de cultivos en busca de rentabilidad y por el abandono de tierras por falta de relevo generacional.

Las recientes transformaciones están teniendo impacto, además, en el medio ambiente, como se puede observar en l’Alt Vinalopó. Allí, los cultivos cerealistas presentes en este espacio natural acogen las últimas poblaciones valencianas de aves esteparias protegidas a nivel autonómico, nacional y europeo, como el sisón, el cernícalo primilla, la ganga ibérica y la ortega, además de ser áreas de dispersión de grandes rapaces como el águila real, el águila perdicera y el águila imperial ibérica.

La Asociación para la Defensa de la Naturaleza al Sur de Valencia (Adensva) ha denunciado recientemente a la administración autonómica dirigida por Mireia Mollà la roturación de más de 100 hectáreas de cultivos cerealistas de secano en la zona de especial protección para esas aves en Moratillas-Almela (Villena). Realizarán un cambio a almendros y olivos de regadío que pueden poner en peligro a esas poblaciones avícolas. También existen valles en esta zona que han optado por plantar hortalizas.

Mayor demanda de trigo

Más allá de protestas de grupos ecologistas y a pesar de estos cambios de cultivos, los últimos cerealistas de la Comunitat Valenciana, ahora más concentrados y con explotaciones de mayor tamaño, resisten contra viento y marea. Sostienen que el trigo puede renacer debido a la mayor demanda por parte de la industria de harinas y sémolas para convertirlo en pasta alimenticia. No se cubre con la producción de España, por lo que el valor de este cultivo se puede revalorizar a partir de ahora. Además, el desarrollo de nuevas variedades, la genómica y un mayor conocimiento del cultivo posibilitan producciones más elevadas de cereales. Aunque para eso habrá que lograr una rentas dignas.

José Ramón Beltrán, responsable del sector de cereales de la Unió de Llauradors, explota 250 hectáreas en Requena y Venta del Moro. Esta última campaña ha cosechado 350.000 kilogramos de grano de trigo, cebada y avena. Cuenta que preocupa «mucho» el descenso de precios y la incidencia de la fauna salvaje en los cultivos. El conjunto de zonas productoras de la Comunitat Valenciana produce unas 54.000 toneladas por temporada, aunque depende mucho de la climatología . Sobre todo de las lluvias.

«El cultivo del cereal lleva una tendencia a la baja en la Comunitat Valenciana por el relevo generacional, la variación de precios y la especulación de los mercados», explica Beltrán desde su explotación agraria. Este agricultor valenciano recuerda los serios problemas de rentabilidad que lleva atravesando el sector cerealista durante los últimos años, en especial ligados a los precios percibidos por los productores, ya que se mantienen con valores constantes desde hace demasiado tiempo.

Ricardo Ferri, en un campo de trigo sembrado recientemente. | JUANI RUZ

Y pone ejemplos con precios de referencia de la Lonja de Albacete, donde se fijan las cotizaciones en origen que guían las operaciones de compraventa de los agricultores de la Comunitat Valenciana. El trigo se pagaba a 27,5 pesetas (0,16 euros) en 1998, mientras que en 2020 se paga a 33,5 pesetas (0,20 euros). Sin embargo, la barra de pan que entonces costaba 45 o 50 pesetas (unos treinta céntimos de euro) hoy lo hace entre 120 y 150 pesetas de media (entre 0,7 y 0,9 euros). Lo mismo ocurre con la cebada, con subidas mínimas e incomparables a los incrementos de los costes de producción.

«Ningún sector económico vende a precios de hace veinte años, salvo en el agrario, como está pasando con los cereales», lamenta el dirigente de la Unió. Por eso preocupan las cotizaciones que se desploman semana a semana sin justificación. «La única manera de soportar esos precios en origen es reduciendo costes -apunta Beltrán- y eso se consigue con la mecanización del campo y el uso de grandes tractores para la recolección del grano».

Este agricultor de la comarca de Utiel-Requena alerta de que los intermediarios presionan a los agricultores para formalizar contratos de venta de trigo y de cebada por debajo de sus costes de producción, lo que supone un incumplimiento de la Ley de Mejora del Funcionamiento de la Cadena Alimentaria.

En busca de soluciones

Ricardo Ferri es el propietario de Ferri Agrícola S.L.U, una sociedad agraria que gestiona 450 hectáreas de trigo, cebada y girasol en campos de Alcoi, Banyeres, Ibi, Boicairent y Alfafara. Produce unas 1.100 toneladas por campaña. También asegura que muchos años se trabaja a pérdidas. «Una hectárea de cereal genera un coste de producción de 325 euros, umbral que durante algunas campañas se cubre mínimamente», advierte este agricultor afincado en la Vall d’Albaida.

Se considera uno de los últimos cerealistas de la Comunitat Valenciana. Y reconoce que existe poca renovación en el campo de esta zona de montaña, con escasas alternativas a los cereales. «Viñedos y frutales ya no quedan. Se arrancaron muchos manzanos por falta de rentabilidad. Aquí -añade- los cereales funcionarán si conseguimos reducir costes y vender a mejor precios».

En busca de soluciones, los productores de cereal abogan por impulsar la política de biocombustibles y usar las pajas en favor de las medidas para atenuar el cambio climático, lo que podría contribuir a mejorar la rentabilidad del sector en la Comunitat Valenciana. «No somos productores de una commodity, de una materia prima más, sino de un alimento básico tanto para el consumo humano como para la alimentación animal, con un papel fundamental en los territorios», concluye José Ramón Beltrán.

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