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De Mázinger Z a envases para mercancías peligrosas

El director de Producto en uno de los almacenes de la empresa. | Juani Ruz

En un momento en el que la palabra reinventarse está más de moda que nunca, fruto de la convulsión generada en el mundo de la industria por la pandemia de coronavirus, hay que echar la vista atrás para darse cuenta de que ni mucho menos se trata de un concepto novedoso. Y es que hay casos de empresas veteranas que ya siguieron este camino, aprovechando los conocimientos adquiridos para transformarse y orientar sus procesos productivos hacia artículos muy diferentes a los que fabricaron en sus inicios. Un ejemplo de ello es Envaplast, firma situada en el pequeño municipio alicantino de Benimarfull. Sus orígenes, en la década de los 70, se situaron en la industria auxiliar del juguete, elaborando piezas de plástico como ruedas, e incluso picos del Pato Donald o puños de Mázinger Z. Nadie hubiese dicho entonces que ese modesto taller se convertiría en el embrión de la que hoy es la compañía líder a nivel europeo en la fabricación de envases rígidos de gran capacidad para el transporte de mercancías peligrosas.

Joan Oriola es el director de Producto de esta empresa de origen familiar. Según recuerda, fue su abuelo, Cecilio Lledó, el que la puso en marcha. «Vio -señala- una oportunidad en la industria juguetera de la cercana comarca de la Foia de Castalla, que por aquel entonces precisaba de numerosas empresas auxiliares. Nosotros apostamos por el plástico, fabricando piezas con la técnica del soplado». Así que elaboraron de todo, incluso componentes de algunos de los personajes de la animación más conocidos en aquella época.

Pero llegó la crisis del juguete, por la fuerte competencia de los países asiáticos, y el taller decidió reorientar su producción. «Lo que se hizo fue aprovechar los conocimientos, así como la maquinaria, para adentrarse en el mundo del envase, aprovechando un momento en que la comercialización de agua procedente de manantiales había cobrado mucha popularidad en la Comunidad Valenciana. También había fábricas de lejía en todos los pueblos, por lo que era una buena oportunidad», recuerda.

En ese contexto ya cogieron el testigo la madre y el tío del propio Oriola, Mari Loli y Cecilio, antes de desembocar en la tercera generación, que es la que hoy está tomando las riendas de la empresa. «Al principio -señala el director de Producto-, todo se vendía, pero la exigencia por parte de los clientes ha ido en aumento, así como las normativas que hay que cumplir. Así que la política de la empresa ha sido la de apostar claramente por la calidad y las últimas tecnologías».

El mercado orientó a a la firma hacia los envases rígidos, y más en concreto hacia los destinados al transporte de mercancías peligrosas, abarcando en este campo productos agroquímicos, detergentes, alimentación industrial o industria química. «Nos hemos focalizado sobre todo en el sector industrial, y en estos momentos somos líderes a nivel europeo en este tipo de envases de gran capacidad».

Se trata de jerricanes y bidones que van desde los 250 mililitros hasta los 60 litros, pasando por el intermedio de 20. Oriola, en este sentido, llama la atención de que para el tipo de sustancias a los que van destinados, «no vale cualquier tipo de envase ni cualquier tipo de plástico. Tienen que ser muy resistentes, contar con una vida útil de 4 o 5 años y cumplir con las exigentes normativas en la materia».

Para conseguirlo, cumpliendo con todos los parámetros de calidad, la empresa tiene claro que la inversión en tecnología es un aspecto fundamental. De hecho, dispone de una máquina para la fabricación de envases de 20 litros, única en el mundo, que combina una producción de alto rendimiento con un bajo consumo energético. «La hemos diseñado nosotros mismos de acuerdo con nuestras necesidades», destaca.

Otro concepto que tienen muy claro en Envaplast es el de la sostenibilidad. Según el director de Producto, «nuestros envases son 100% reciclables, y cumplimos con lo que marca la legislación y con todos los pasos de lo que se ha dado en llamar la economía circular. En lo que respecta a la electricidad, y teniendo en cuenta que somos una empresa con consumos de 1.400 kilowatios a la hora, tenemos que destacar que toda la energía, que compramos a través de subasta, procede de fuentes renovables. Por si esto fuera poco, seguimos la política de residuo cero, ya que lo reutilizamos completamente todo».

Envaplast produce alrededor de 20 millones de envases rígidos de gran capacidad al año, y pese a que los clientes son todos nacionales, «el 80% de nuestros productos viajan por todo el mundo». La compañía, por otro lado, no ha notado la crisis económica derivada de la pandemia de coronavirus. «Es cierto -indica- que la venta de detergentes se ha reducido en el sector de la hostelería y de los hoteles. Pero el resto ha seguido funcionando con normalidad, porque nuestros envases son para productos procedentes de sectores de primera necesidad».

Benimarfull es un pueblo del ámbito rural con apenas 400 habitantes, por lo que el empleo que genera la empresa tiene una importancia añadida a la hora de fijar población. Según explica Joan Oriola, «somos 36 trabajadores, de los que una decena son del propio pueblo y los otros de localidades de alrededor. Los de aquí, además, son los más veteranos y ejercen como encargados... Se podría decir que prácticamente nacieron en la propia empresa, en una ocupación que va pasando de padres a hijos».

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