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Semiconductores ¿El nuevo ‘oro negro’?

Hay pocos, son un bien estratégico y se producen en un territorio -Taiwán- que enfrentan a China y EEUU: así es la lucha por los microchips que amenaza la paz

Embarcaciones chinas atracadas en el arrecife de Whitsun en una imagen obtenida por satélite a finales de marzo | Reuters

A finales de 2020 se empezó a detectar una escasez mundial de semiconductores, unos diminutos chips de silicio que actúan como el ‘cerebro’ de la multitud de dispositivos electrónicos que nos rodean hoy en día. Teléfonos, ordenadores, coches, electrodomésticos...cada vez más productos los incorporan y en mayor número, pero su producción es limitada, muy cara y, en su versión más sofisticada, está prácticamente monopolizada por una empresa. A medida que las economías se fueron reactivando tras el parón inicial por el coronavirus, la demanda de semiconductores creció rápidamente, superando incluso los niveles prepandemia. Pero meses después la carestía continúa y no tiene visos de terminar pronto.

La dependencia actual es tal que casi todos los fabricantes de automóviles han tenido que parar sus fábricas ante la ausencia de estos componentes, entre ellos Ford Almussafes. También tecnológicas como Microsoft o Sony se han visto afectadas. El problema es global y, además, trasciende a la economía de mercado.

El punto caliente reside en que buena parte de la fabricación de estos componentes de silicio está concentrada en Taiwán, un Estado de facto que China reclama como propio y por el que mantiene una histórica disputa con Estados Unidos que esta crisis solo acentúa. Potentes industrias afectadas que generan cientos de miles de empleos, escasez de un bien cada vez más esencial e incapacidad de producción propia en Occidente: una combinación de elementos que conforman un peligroso cóctel y que solo añade más tensión precisamente en un territorio, el mar del Sur de China, que los expertos coinciden en señalar como el escenario más probable del próximo gran conflicto armado.

«El mar de China se ha convertido en el nuevo golfo Pérsico y las tensiones geopolíticas se van a seguir intensificando», asegura Vicente Pallardó, profesor de la Universitat de València y director del Instituto de Economía Internacional, que vaticina que Pekín invadirá la isla «antes de que acabe esta década». «Xi Jinping (presidente chino) quiere pasar a la historia situándose en el nivel de Mao y está convencido de que su aportación ha de ser la reunificación. De hecho, está potenciando su fuerza militar y especialmente la naval. Que esto va a derivar en un conflicto es una realidad más que una especulación», añade Pallardó.

El director del Observatorio de Política China, Xulio Ríos, no se aleja demasiado de esta tesis. «No creo que sea inminente, pero en China existe un gran consenso sobre la reunificación y no cabe contemplar una renuncia», apunta. «El conflicto entre Pekín y Washington por Taiwán es el que mayor probabilidad tiene de hacer estallar una guerra y estas implicaciones económicas, unidas al sentimiento cada vez más contrario a la reunificación que existe en la sociedad taiwanesa, solo intensifican el problema y reducen las posibilidades de que la solución se logre por la vía pacífica».

La industria de semiconductores de Taiwán es la más puntera del mundo. En esta isla apenas un poco más grande que la Comunitat Valenciana se fabrica el 60 % de la producción mundial de chips. La joya de la corona es la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), la gran dominadora del sector, que en 2019 registró un beneficio neto superior a los 10.000 millones de euros, en 2020 lo aumentó hasta los 15.000 millones y que en este 2021 sigue pulverizando sus propias marcas.

El ‘boom’ tecnológico ha permitido a esta compañía aumentar esa posición de dominio a través de la investigación y cuanto más puntero es el semiconductor, mayor es la presencia de TSMC. De hecho, su cuota de mercado se dispara hasta el 90 % con los chips de última generación (5 micras) y ya ha invertido 40.000 millones para desarrollar los de 3 micras. Esa batalla por reducir su tamaño es fundamental en un contexto en el que cada vez se demanda una mayor cantidad de estos componentes en cada dispositivo, por lo que cuanto más pequeños, más se pueden implementar en un mismo producto.

Un trabajador de TSMC revisa una de las obleas producidas en la factoría taiwanesa| Taiwan Semiconductor Manufacturing Co. Ltd.

Jaque a la estabilidad global

¿Es peligrosa esta concentración? Pallardó tiene claro que sí, especialmente en un territorio sobre el que se cierne la larga sombra de Pekín. «Si China invade Taiwán la economía europea colapsaría», advierte. «Se podría evitar el conflicto armado pero se intercambiarían sanciones económicas extremas y China podría estrangular la actividad económica en Occidente privándole de semiconductores y de metales raros». Y no solo eso, ya que además de para esa «tecnología civil», los semiconductores se emplean también en la industria militar, explica el economista. «Misiles de última generación, sistemas de defensa sofisticados o el control de las telecomunicaciones» requieren de este tipo de componentes, añade.

Ante este panorama, Occidente ha comenzado a moverse en busca de una relocalización de esta industria estratégica, aunque a dos velocidades. Ríos y Pallardó coinciden en que Estados Unidos ha tomado, de nuevo, la delantera a una Europa más anquilosada. «Washington ha reforzado su acercamiento industrial y geoestratégico con Taiwán y ha logrado que TSMC invierta en una fábrica de Arizona», destaca el sinólogo gallego, que aunque no descarta que Bruselas pudiera buscar un plan similar que «interesaría» a la isla asiática, cree que sus vínculos comerciales con China, su principal socio, pueden lastrar las opciones europeas por temor a abrir un conflicto con Pekín.

Pallardó comparte esta idea pero expresa su rechazo a la política exterior comunitaria: «La UE teme acercarse a Taiwán por la reacción de Xi, pero ha llegado el momento de considerar a China como lo que es, la mayor amenaza para la paz mundial y dejar de supeditar la política exterior común a los intereses económicos de Alemania».

Por e l momento, la Unión Europea ha optado por aumentar los esfuerzos para desarrollar aquí su propia industria de semiconductores y 17 Estados, entre ellos España, se han adherido a una iniciativa europea para trabajar «conjuntamente» en un proyecto. Pallardó apunta que para esto haría falta una enorme colaboración entre empresas privadas, institutos tecnológicos y centros científicos, pero es un proceso a largo plazo y muy costoso: Se calcula que la inversión para este tipo de factorías se dispara hasta los 20.000 millones y que alcanzar la rentabilidad llevaría muchos años.

El conflicto se antoja largo y la escasez, según los expertos, todavía se puede extender al menos durante los próximos seis meses.

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