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Herbes del Molí: negocio y apostolado ecológico

Camino de las cuatro décadas de vida, la empresa se propone reducir el peso de las importaciones y elevar la producción propia, entre otros motivos por el encarecimiento del transporte.

Un empleado prepara cúrcuma en las instalaciones de la compañía. | Juani Ruz

Se puede decir, porque así fue, que Herbes del Molí es obra de unos «hippies de la época». El valenciano Ismael Corbera, un creyente en el poder sanador de las plantas, el leridano José Rodie, ya fallecido, y la sueca Boel Scott, se pararon un día de mediados de los años ochenta del siglo pasado en una pineda de la Serra Mariola, echaron un vistazo a su alrededor y encontraron su mundo. Justo allí pondrían en marcha su proyecto de expandir, mediante la comercialización y el apostolado, su pasión por las hierbas y plantas aromáticas y las infusiones. «Dit i fet». A pocos kilómetros del parque natural, en la pequeña localidad de Alcocer de Planes, encontraron un viejo molino del siglo XV que convirtieron en sede y nombre de su empresa. Era 1986 y tres décadas y media más tarde aquella aventura, como las grandes, ha traspasado el ámbito local para alcanzar cierta universalidad. Ahora, por contra, el futuro pasa por el repliegue. Aunque todavía es pronto para llegar ahí.

Una empleada envasa hierbas y otra prepara cúrcuma en las instalaciones de la compañía. | Juani Ruz

Estábamos en 1986. Como sigue contando Alberto García, director general de Herbes del Molí, el primer paso de aquellos pioneros fue la recogida silvestre de hierbas como el romero, el tomillo o la salvia, bien presentes en la zona. Para ello es necesario llegar a acuerdos con el propietario de los montes. Si se trata de parcelas públicas, el proceso está regulado y son las administraciones las que conceden un cupo de recolección. Tras el acopio de producto, este «se seca, se procesa, se envasa y se vende en herbolarios». Se hacía al principio y, en buena medida, así continúa haciéndolo la empresa, pese a los cambios que provocan el incremento del negocio y el tamaño de la mercantil. De hecho, según García, muy pronto los directivos de la compañía se dieron cuenta de que era necesario cultivar sus propios productos. Al cabo del tiempo, o sea ahora, la superficie de dominio público silvestre es «anecdótica», mientras que la de montes privados certificados como agricultura ecológica alcanza las 2.500 hectáreas. Otras 150 hectáreas corresponden a terrenos que Herbes del Molí ha comprado o alquilado en las comarcas de l’Alcoià, el Comtat y la Vall d’Albaida.

Planta de transformación en las instalaciones de la firma en su sede de Benimarfull | EMV

Suministros

Pero sus suministros proceden incluso de más lejos. La empresa tiene acuerdos con agricultores, en su mayoría de fuera de la Comunitat Valenciana. Estos proveedores son de todas las autonomías y, algunos, incluso del extranjero, de países como Portugal, Francia, Hungría o Bulgaria. Siempre en función de la planta. Así, «el laurel se produce muy bien en Galicia, el tomillo y otras hierbas de secano, en Andalucía, y el perejil o el orégano, que necesitan mucha agua, en zonas de regadío como la Comunitat Valenciana». Claro que Herbes del Molí tiene que recurrir en numerosas ocasiones a la importación desde Asia o Latinoamérica, por ejemplo de té, canela o pimienta.

La empresa comercializa anualmente 400.000 kilos de producto. Con 60 trabajadores fijos, que aumentan en número de forma temporal durante la recolección, sus ventas alcanzaron los 6,5 millones en 2020 y prevé llegar a los 7,5 en este 2021. La compañía, que necesitaba crecer, abandonó sus instalaciones iniciales, donde ha creado una fundación para impartir cursos y fomentar la agricultura ecológica, y se trasladó en 2006 a su actual sede de Benimarfull, en un polígono, «donde hemos podido» expandirnos.

La firma opera con dos marcas. Herbes del Molí -170 referencias, fundamentalmente hierbas- es para los productos que vende en herbolarios y tiendas de dietética, mientras que Artemis Bio -75 referencias de infusiones, té y tisanas y otras 80 de especias- «nació para consumo de alimentación y está en casi todos los supermercados», apunta Alberto García, quien admite que la firma también hace marca blanca, «pero manteniendo nuestra ética, no se trata de llevar solo la etiqueta bio, sino de cumplir lo que está detrás, es decir un compromiso social y con el medio ambiente». Por raro que pueda parecer, Herbes del Molí es de las pocas empresas que ha dicho no a Mercadona: «Trabajamos con ellos entre 1994 y 2001, cuando, con el tema de los interproveedores, empezaron a apretarnos». Y es que cumplir con el ajuste de precios que exige la cadena solo podía conseguirse, para mantener la rentabilidad de la empresa, a través de pagar menos a los productores «y eso no podemos hacerlo. No va con nuestros principios».

Herbes del Molí Negocio y apostolado ecológico

En sus orígenes, todo lo que vendía Herbes del Molí iba al exterior. Ahora, el 65 % de la facturación se queda en España. De cara al futuro, su director general apunta dos objetivos: ampliar los cultivos y reducir en la medida de lo posible la cantidad de género que viene de la importación, con el propósito de «tener un producto de cercanía. Para eso vamos a necesitar la implicación de mucho s agricultores y promover la agricultura ecológica con el objetivo de convertir las inmediaciones de la Serra Mariola en una pequeña Provenza», la región del sur de Francia conocida por sus hierbas. García explica esta decisión también por que «las materias primas empiezan a escasear y hay problemas con el transporte. Traer un contenedor de China hace dos años costaba 4.000 dólares y el último que nos han cotizado ha sido a 13.000. Tarde o temprano, el transporte marítimo tendrá que utilizar un combustible más limpio y eso encarecerá el servicio. En no mucho tiempo, una parte de la producción volverá de Asia a Europa. Y nosotros nos queremos anticipar. El secreto es tener las materias primas».

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