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Huyendo del impuesto al sol

Pablo Cuesta, consejero delegado de la compañía asturiana Praxia Energía dedicada a la fabricación de estructuras para paneles solares, se pone a enumerar los países a los que exporta sus productos y durante ese ejercicio mental tiene que parar varias veces para intentar no dejarse ninguno por el camino. La lista es larga. Larguísima. Y hay lugares de lo más exóticos. «Siempre tuvimos la vocación de exportar, creo que es nuestro ADN», señala.

Sus productos han tocado el suelo de 32 países diferentes. De hecho, más del 80% de las estructuras para paneles solares que hacen en una factoría que tienen en la localidad asturiana de Langreo van para los mercados extranjeros. Pero todo en los negocios, y en la vida, tiene un comienzo. Un inicio. Una primera pica. La de Praxia fue en Italia, en 2009.

La compañía buscó el abrigo en los mercados internacionales que España le negaba. Eran los tiempos del conocido como «impuesto al sol» y las ventas de placas solares no pasaban por aquellos momentos en el país por su mejor momento. Así que Praxia se fue a buscar el negocio fuera. «Nuestro producto es especializado y buscar nuevos mercados te permite aprender y reducir la dependencia local», señala Cuesta.

Con el paso de los años la nómina de clientes en el extranjero fue creciendo. Fueron recibiendo demanda de los países nórdicos, por ejemplo, con menos horas de sol que España, pero con una gran demanda de estos productos.

Poco a poco, Praxia, señala Cuesta, fue demostrando fuera de España que «somos una empresa confiable y competitiva, con experiencia y capacidad técnica e industrial». Y así fue abriéndose un hueco y diversificando su negocio en el extranjero. También influyó las facilidades que daban a los clientes para financiar los productos, lo que en el argot económico se conoce como bancabilidad.

Ahora, en el mercado nacional la situación ha cambiado. De forma radical. El mercado de la energía solar (y, por extensión, el de las renovables) está boyante. Va viento en popa. La demanda está creciendo de forma exponencial año a año, más en el sur del país que en el norte, pero eso no ha sido una excusa para que la compañía replegara alas en el extranjero. Más bien lo contrario. Continúa intentando ampliar su presencia fuera. Cuesta está convencido que esa es la garantía del éxito. La diversificación.

Con tanta calle en los mercados internacionales, también ha habido alguna que otra mala experiencia. Pero nada que no les haya impedido reponerse. «Alguna que otra ha habido», reconoce Pablo Cuesta, «pero las olvidamos pronto», resuelve. De todo se aprende, de hecho, asegura que «en ese sentido, el apoyo de las entidades financieras para el análisis». Fue el bastón en el que asentar su proyección internacional.

El empresario solo tiene una espinita clavada. Una que está al otro lado del globo, la de Australia. Le gustaría que su próxima pica internacional fuera en el continente australiano. «De momento, es el continente que se nos resiste», reconoce.

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