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AMALIA COLOMA | administradora de turrones coloma

Toda una vida entre mieles y almendras

Amalia Coloma, sosteniendo dos pastillas de Turrón 25 | Rafa Arjones

Amalia Coloma pertenece a la cuarta generación de una destacada familia de turroneros de Xixona. Como ella misma explica, se crió en la fábrica que por aquel entonces dirigían su padre y su tío, dormitando, cuando era bebé, en capazos que se utilizaban para la exhibición de peladillas. No es de extrañar, por tanto, que embelesada por el aroma de las almendras, la miel y el azúcar, hace 40 años tomara las riendas de la empresa, Turrones Coloma, productora de marcas tan conocidas como Turrón 25. Hoy en día sigue al frente de la firma, después de una dilatada y fructífera trayectoria que le llevó también a ejercer como presidenta del Consejo Regulador de esta industria tradicional, donde lideró un largo litigio que sirvió para consolidar la Indicación Geográfica Protegida (IGP) de Jijona y Turrón de Alicante a nivel internacional.

Fue el bisabuelo de Amalia, Pascual Coloma Segura, el que fundó la empresa en 1872, dedicándose a vender la mayor parte de sus turrones en Badajoz. «En aquella época, cada turronero de Xixona tenía un punto de venta en España», recuerda. Sin embargo, y a medida que se incrementaba la producción, también fue ampliando sus mercados, convirtiéndose en proveedora poco después de la cadena de tiendas de la Unión de Detallistas de Madrid, lo que supuso un paso decisivo para una compañía que, desde entonces, no ha parado de crecer en comercialización tanto a nivel nacional como internacional.

Amalia Coloma se puso al frente de la firma en 1981, ocupando el mismo sillón que hasta entonces habían ocupado sus antecesores, todos ellos hombres. Le tocó, junto a su hermana Ángela, hoy fallecida, asumir el liderazgo de la empresa por la jubilación de su padre, en una familia en la que no había hermanos varones. Fue después, eso sí, de iniciar su trayectoria laboral en el sector como secretaria del Grupo La Fama, donde adquirió una experiencia que después le resultó de suma utilidad.

Su dedicación y carisma la llevó a la presidencia del Consejo Regulador de las IGP de Jijona y Turrón de Alicante en 1988, cargo en el que permaneció durante ocho años, dirigiendo con mano firme lo que ella denomina «el lío de los franceses». Según recuerda, «nos tocó pleitear contra dos empresas del país vecino que estaban fabricando con el nombre de Jijona. Fue un litigio largo, pero al final lo ganamos, entre otras cosas, porque en Francia se dieron cuenta de que estaban abriendo una puerta peligrosa que podía poner en peligro denominaciones de origen suyas tan conocidas como los vinos de Burdeos, por ejemplo».

Amalia continúa hoy en la junta directiva del consejo, desde donde sigue trabajando en los principales retos que preocupan al sector, como son su acusada estacionalidad y un público demasiado maduro. Curiosamente, ambos problemas se están combatiendo con la misma medicina: la diversificación. «La mayor parte de las ventas se concentra en Navidad, pero cada vez estamos logrando vender más en el resto del año, gracias al lanzamiento de nuevos turrones a base de pistachos, frambuesas, kiwis o piña colada, por poner algunos ejemplos. También estamos ofreciendo una gama más amplia de formatos y enfocando el producto hacia la cocina. Con todo ello, estamos consiguiendo llegar igualmente a un consumidor más joven», reconoce esta empresaria.

Otro de los retos de esta industria pasa por incrementar la exportación, que en la actualidad se sitúa alrededor del 15%, pero tampoco resulta fácil. «Se trata de un producto muy arraigado a las costumbres latinas, por lo que nos cuesta penetrar en los países nórdicos», señala.

Las perspectivas de ventas del sector para este año, según Amalia, son positivas, después del ligero descenso registrado en 2020 por la crisis del covid. El objetivo es recuperar los 200 millones de facturación alcanzados antes de la pandemia, sumando todas las variedades de turrón y dulces que elaboran las empresas. La única preocupación es el incremento del coste de la energía y de los envases, «que no se ha repercutido en el precio de los turrones», subraya.

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