­El presidente en funciones da por perdida la investidura. Es un mero trámite que estaba obligado a salvar, pero que no lleva al final de ningún camino. Resulta llamativo que incluso su principal socio, Ciudadanos, le acuse de no creer que puede conseguirlo. Falta de fe le reprocha. En la encrucijada de la política española, la jornada de ayer no aventura cambio alguno. Nada nuevo. Rajoy mantiene que él es la única opción para presidir el Gobierno y la otra, si la hay, es dejar a España en manos de radicales. Titulares de hace ocho meses.

En un continuo día de la marmota, la mejora de la economía se llevó el grueso de la intervención, secundado por una propuesta de pactos de Estado a gran escala, entre ellos uno por la financiación autonómica, crucial para los intereses valencianos. El presidente reclama un consenso para que todas las autonomías accedan a los servicios públicos esenciales en igualdad de condiciones y preservarlos de los ciclos económicos, lo que el Consell valenciano se harta de repetir día tras día. Pero el presidente sólo lanzó guiños autonómicos a Canarias y a sus socios en Asturias o Aragón hasta que se enfrascó en el desafío catalán. La Comunitat Valenciana no suscitó palabra alguna. Nada nuevo.

Un minuto a la corrupción

Incluso uno de los ejes principales del acuerdo con Ciudadanos, el de la regeneración democrática, apenas dio pie a Rajoy para dedicar un minuto a hablar de corrupción y siempre para intentar poner en valor «lo mucho» que ha hecho el PP para atajarla. El asunto disgusta al presidente y se nota. Asegura que ahora hay más medios para que los «corruptos» devuelvan el dinero robado. Los suyos le interrumpieron con aplausos.

La investidura está perdida. Ni en Ciudadanos entienden que el presidente en funciones no llamara públicamente a los socialistas a la abstención. Pero tampoco hubiera cambiado nada. «No es no» y sigue siendo no. Pedro Sánchez ha aguantado toda la presión y los socialistas no se moverán del no. Algunas elites la verían con muy buenos ojos, pero las bases la deploran.

Insiste Rajoy en que urge un Gobierno, un presupuesto y un interlocutor con Bruselas porque lo contrario menoscaba la imagen de España. Repite que los españoles han pedido con claridad que gobierne el PP, pero numéricamente no es posible. La alternativa, si existe, es «un gobierno radical y rehén de quienes buscan romper España». Nada nuevo.