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Análisis

Cinco diputados que valen miles de millones

El PNV vuelve a ser clave en una votación estatal y logra arañar compromisos para fortalecer el autogobierno en el País Vasco

El portavoz del PNV Aitor Esteban (de espaldas), habla con diputados de su grupo en el Congreso. efe

Son cinco pero saben explotar su influencia. Lograron apenas 1.000 votos más que el PACMA en las generales de 2016 pero marcan el ritmo de todo un país. La fragmentación del espacio político en España en los últimos tiempos ha agigantado la ya conocida habilidad del PNV para moverse por los pasillos del Congreso en busca de maximizar su presencia en Madrid. En menos de dos años, han transformado sus cinco escaños en miles de millones para el País Vasco a base de negociar con astucia, aprovechando las necesidades puntuales del Gobierno de turno, asediado por un Congreso atomizado y polarizado. No importa si es Rajoy o Sánchez. «La ciudadanía vasca entiende perfectamente lo que hacemos y quiere que lo hagamos», reconoce abiertamente el presidente jeltzale, Andoni Ortuzar.

El miércoles en la Diputación Permanente del Congreso se vivió el último ejemplo. El PNV olió los apuros y las prisas del Gobierno de Pedro Sánchez para sacar adelante sus decretos sociales, aprobados vía decreto ley por los socialistas y que debían ser refrendados por este órgano una vez disueltas las Cortes. La cámara en funciones cuenta con 64 parlamentarios que representan proporcionalmente los escaños con los que cada formación cuenta en el Cogreso. Los populares avanzaron que iban a votar «no a todo». Ciudadanos, por su parte, moldeó su voto según el asunto.

Así, la oportunidad surgió con el decreto del alquiler. El Gobierno no quería sufrir un segundo rechazo tras la negativa recibida en enero a sus modificaciones en materia de vivienda y Ciudadanos anunció que se sumaba al «no» popular. Los ojos de los nacionalistas vascos se iluminaron. Con un solo representante en el órgano, volvían a tener en su mano el sentido final de la votación: apoyarlo y sacarlo adelante o tumbarlo con su negativa.

Medidos los tiempos, era el momento de los jeltzales para presionar tras todo un día de indefiniciones. El «ni sí ni no, sino todo lo contrario» que habían exhibido los nacionalistas vascos durante la sesión no era casual y dio paso a encuentros fugaces entre bambalinas en busca de una recompensa del Gobierno por su apoyo. Y esta se materializó en forma de transferencias de competencias. Cuatro concretamente: un tramo de 75 kilómetros de la autopista AP-68 que une Bilbao y Zaragoza a su paso por Bizkaia y Álava, la legislación sobre productos farmacéuticos, el seguro escolar y la jubilación ordinaria de los trabajadores afectados por un ERE.

Objetivo cumplido. El Gobierno lograba aprobar en plena precampaña sus ansiados decretos y el PNV se apuntaba otra victoria en Madrid. No obstante, el diputado Aitor Esteban, al salir de la sesión y tras ser preguntado por la cuantía de millones en los que se había traducido su apoyo, negó la evidencia. «En ninguno», dijo. Pero su matiz fue importante al reconocer que era la situación idónea para que el Ejecutivo «escuchara nuestras preocupaciones un poquito más». Apenas unos minutos más tarde, el Ministerio de Política Territorial informaba de la convocatoria de una reunión de la Comisión Mixta de Transferencias con el País Vasco para oficializar los traspasos.

Una habilidad histórica

Que el PNV se mueve como pez en el agua en Madrid no es algo nuevo. Pero la inestabilidad política de los últimos años ha provocado que en el País Vasco lluevan más millones de los habituales y con mayor frecuencia. Los nacionalistas han salvado con sus cinco diputados en la capital las cuentas públicas de Rajoy en 2017 y 2018 (ambas se sacaron adelante con 176 apoyos, el mínimo necesario) y rizaron el rizo al, apenas diez días después de aprobar los Presupuestos de 2018, echar al popular de la Moncloa y aupar a Sánchez a la presidencia.

Pero ninguno de estos movimientos fueron gratuitos. En 2017 arrancaron a Rajoy una revisión del cupo vasco (el dinero que el Ejecutivo foral paga anualmente a las arcas centrales por las competencias no transferidas que ejerce el Estado) en el período entre 2007 y 2016, lo que se tradujo en una rebaja de 1.400 millones de euros en la cuantía que debía abonar el Gobierno vasco. Además, se actualizó el cálculo de los abonos restantes hasta 2021 con una rebaja de más de 300 millones y se logró que Rajoy comprometiera 3.000 millones de inversión en alta velocidad, la conocida como «Y vasca».

Un año después, mismo escenario. Con el PP atrincherado en el poder, volvieron a aprobar los presupuestos con 176 apoyos. Aquel apoyo a las cuentas del PP les costó críticas por su anterior promesa de no hacerlo mientras el artículo 155 estuviera en vigor en Cataluña. Poco importó y los «peneuvistas» arañaron el compromiso de una subida de las pensiones del 1,6 % anual. Una materia altamente sensible por la histórica reivindicación de esta prestación a nivel autonómico en Euskadi. Como guinda, las cuentas públicas para ese año reflejaron un aumento del 32 % (540 millones) , la segunda comunidad que más creció en España.

El botín era grande como para dejarlo escapar. Pero ello no impidió que diez días después, con los compromisos en el bolsillo, dejaran caer a quien se los extrajeron. Tras semanas de indefinición pública y negociaciones privadas, los cinco diputados del PNV, claves otra vez, dieron la presidencia a Sánchez. ¿A cambio? No tocar las cuentas acordadas con Rajoy, no adelantar elecciones por el temor que reinaba entonces ante el auge centralista de Cs y la reactivación de las 37 transferencias que Euskadi reclama al Estado. Se concretaron entonces tres de ellas: dos líneas ferroviarias y un tramo de la autopista AP-1 tras desenterrar la Comisión Mixta de Transferencias, que reunió a ambos gobiernos tras siete años sin hacerlo.

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