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La mirada climática

¿A quién votará Greta el 10N?

Los jóvenes, muchos aún sin edad de votar, alzan la voz para situar su preocupación por el clima y el planeta que heredarán en el centro del debate político - El ecologismo tradicional celebra el impacto mediático, pero lamenta la escasa implicación de los partidos

¿A quién votará Greta el 10N?

Los millennial se han convertido en actores políticos. No como candidatos, sino por haber asumido un rol reivindicativo en la calle que mezcla mal con la caricatura de sujetos pasivos con un móvil como apéndice cuyos gritos no pasan de Facebook y change.org. Se ha visto en la causa fridays for future, una protesta masiva y global de jóvenes, casi escolares, que piden poner el clima en el centro de las prioridades políticas.

El pasado 29 de septiembre, ciudades de todo el mundo vivían movilizaciones multitudinarias, una Huelga Mundial por el Clima en el contexto de la Cumbre por la Acción Climática de la ONU en que los niños tomaron la palabra con una demanda judicial por el planeta, los ríos y el aire que sus mayores les están dejando.

Greta Thunberg, la adolescente de 16 años que sacudió la conciencia global a partir de su solitaria huelga frente al parlamento de Suecia, ha culminado su odisea hasta convertirse en el icono mediático que necesitaba el ecologismo para ocupar el primer plano. Más allá del debate que genera su figura (sonó para el Nobel de la Paz, y los afectados por sus diatribas la acusan de representar los intereses de las multinacionales verdes), su impacto ha sacado a miles de jóvenes a la calle en todo el mundo. La bronca a los líderes del planeta en la sede de la ONU ha sido el clímax, y quién sabe si el principio de algo definitivo.

No parece un fenómeno anecdótico. Un reciente informe del think tank de las cajas de ahorro, Funcas, dibuja un fenómeno millennial muy preocupado por problemáticas como la violencia machista, el cambio climático o la desigualdad social. «Nos sorprendió la cantidad de personas que acudieron a las manifestaciones, jóvenes sobre todo, implicados y movilizados. Es la parte más emocional que vivimos tras 40 años comunicando sobre lo mismo», celebra David Sandoval, presidente de Greenpeace.

«La parte más racional nos dice que es positivo, pero también es lógico. Cuando éramos jóvenes llamábamos la atención sobre cuestiones locales. Hoy el deterioro es global, es lo que percibe la juventud, que está más conectada. Ahora lo complicado es que cuaje, que toda la ciudadanía joven sea capaz de cambiar en lo personal y presionar en lo colectivo. La afección es sistémica y el cambio para conseguir algo es de sistema. Si aguantan, si saben aprovechar el trabajo que alguna gente lleva haciendo 50 años, puede haber un cambio global importante para redefinir la relación del ser humano con su hábitat. Su reivindicación no empieza de cero, tiene un poso importante de ciencia, de movilización social, son los que más afectados estarán porque les queda toda la vida por delante», anima Sandoval.

¿Qué dicen en las filas de este ejército de gretas? «Los ciudadanos podemos adoptar medidas individuales, pero quienes tienen el poder de cambiar la legislación y de decidir en qué se invierte son los dirigentes políticos. Hay muchos asuntos pendientes para garantizar los derechos de las niñas y las jóvenes que deben resolverse cuanto antes, y es necesario que se lo tomen en serio ya», avisa Patricia Ramos, joven estudiante de Medicina de 19 años que participó como Thunberg en esas sesiones en Nueva York.

Ramos pertenece a la organización Plan Internacional, y en aquel foro entregó a Pedro Sánchez 5.500 firmas para exigir su compromiso contra los efectos del cambio climático. Esta entidad, de hecho, insiste en la necesidad de incluir a las niñas en el enfoque de las medidas contra el clima. Su última campaña, Asuntos Pendientes, denuncia injusticias como los 200 millones de horas que jóvenes y niñas pasan al día recolectando agua, con el impacto en abandono escolar, pérdida de redes de protección comunitaria y mayor riesgo de violencia. El cambio climático interpela directamente a los jóvenes.

Europa comienza a emitir señales de que algo está cambiando. En Alemania, Merkel ha lanzado un ambicioso plan de 40.000 millones para transitar hacia una economía verde; y en España el Gobierno agita el debate con un plan de compromisos que incluye acabar con los coches de combustible en 2040, al tiempo que Madrid se convierte en anfitrión de la Cumbre Mundial del Clima de diciembre de este año.

La crisis catalana, sin embargo, ha eclipsado cualquier debate en este sentido dentro de la convocatoria electoral del 10N. Y el partido verde de mayor visibilidad, Equo, ha hecho un cambio táctico al cancelar su alianza con Podemos para coaligarse a la nueva opción de Íñigo Errejón, Más País, que a la postre, ha partido en dos la formación.

¿Están suficientemente pintados de verde los programas? La propia Greenpeace realizó un análisis de las propuestas para la pasada cita electoral de abril y la conclusión es que «prácticamente todas se quedan cortas y no tienen el alcance con que la ciencia entiende que se debería actuar», lamenta David Sandoval. El 'dictamen' de esta entidad dejaba en mejor posición a PSOE y Podemos, con medidas que remitían al documento de exigencias que Greenpeace había enviado a todos los partidos. En el bloque conservador, para este grupo Cs se mostraba ambiguo, mientras que Vox aparecía como el menos sensible contra el cambio climático y la descarbonización de la economía.

Bronca a los políticos

El ecologismo se declara apartidista pero no parece precisamente apolítico. Mientras los candidatos andan a la greña, los jóvenes parecen dispuestos a seguir en la brecha. «La movilización funciona: los jóvenes estamos haciendo bastante ruido porque somos los que más vamos a sufrir las consecuencias de esta crisis si no salvamos el planeta. ¡Si no hacemos ruido nosotros...! No va a haber nadie más implicado, porque estamos hablando de nuestro futuro. Por eso queremos que quienes toman las decisiones que afectan a nuestras vidas, se den cuenta de que tienen que escucharnos y pensar en nosotros: no solo pueden tomar las medidas para resolverlo, sino que deben hacerlo porque ellos nos han traído hasta aquí», argumenta Patricia Ramos, casi emulando el rapapolvo de Greta a los líderes mundiales el 24 de septiembre en la ONU.

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