Esperanzados por las encuestas, pero mirando de reojo a una ultraderecha que parece engordar conforme se acerca la cita con las urnas, los populares han tratado de echar el resto en el mitin del candidato popular Pablo Casado.
El líder del PP, a diferencia del resto de candidatos en campaña, ha aprovechado su paso por la capital del Túria para valencianizar las promesas electorales. Como ya había hecho en varias ocasiones en sus visitas a territorio valenciano (16 veces en 2019), ha reiterado su compromiso con reformar la financiación autonómica al tiempo que ha mostrado su apoyo a sectores amenazados como los cítricos o el motor.
Pero no han sido simples menciones. Casado ha hecho suya la agenda valenciana con un nivel de detalle poco habitual en unas elecciones generales, tanto que más de la mitad de su discurso se ha centrado en estas reivindicaciones: «Soy uno de los vuestros», dijo.
La relación de Casado con la Comunitat es conocida (su mujer y su hijo son ilicitanos), pero el discurso evidencia hasta que punto esta tierra es clave para los objetivos de la formación. Los partidos se disputan en la Comunitat 32 escaños; el PP bajó a siete el pasado 28 de abril y algunos sondeos apuntan que podría subir hasta llegar a once. Para eso el PP necesita aglutinar el voto de la derecha: arrinconar a Ciudadanos, en franco declive, y contener a Vox.
Y Casado se ha empleado a fondo. Ha comenzado asegurando que si llega a la Moncloa mejorará la financiación: «Es de justicia acabar con el agravio comparativo». Y ha seguido con infraestructuras (con apuesta por el corredor mediterráneo), agricultura, el motor y acabó con un clásico del PPCV: el fantasma del catalanismo y la imposición lingüística.
En este sentido, se ha comprometido a que «la lengua no divida», a que el castellano sea lengua vehícular en las escuelas y atacó al Botànic por hacer «ingeniería social» con los sentimientos. «La Comunitat no es el apéndide de nadie, ni de nada, de una entidad inexistente. No os dejéis mancillar, no lo permitiré», ha clamado.
Las píldoras valencianas han sido tan precisas que Casado hasta ha reivindicado a lo Rat Penat y el Reino de València. Hasta su final de discurso ha tenido sabor valenciano al asegurar que el Gobierno de Sánchez era como Titánic, un término que el PPCV usó toda la legislatura pasada para referirse al Consell. A los gobernantes valencianos, Casado ha pedido «ejemplaridad».
A un discurso valencianizado en grado máximo, se ha sumado la apelación al voto útil. Casado ha reiterado en varias ocasiones que el PP es el único que puede garantizar que no siga Pedro Sánchez en la Moncloa y el único capaz de sacar al país de la crisis.
Ha mantenido que al PSOE le interesa que Vox crezca para dividir. «El único voto patriótico es el PP», ha asegurado ya ha avisado de que no facilitaría la investidura de Sánchez. «Las comparsas son otros», ha asestado.
Convocados en el Oceanogràfic, el PPCV ha vuelto a demostrar que, pese a todo, sigue estando en forma. Pero el reto no era descomunal, ya que la sala solo tiene capacidad para 500 personas. El aforo se ha llenado y unas doscientas han quedado fuera. Ver cola fuera podría haber sido un golpe de efecto, pero ha perdido fuerza teniendo en cuenta de que Vox a esa misma hora movilizó a 8.000 personas.
La apelación al voto útil ha sido también recurrente en los discursos de las dirigentes valencianas. Han hablado Maria José Catalá, Belén Hoyo e Isabel Bonig. La presidenta regional ha atacado al presidente Ximo Puig por apoyarse en Compromís y le exigió «ética y estética».
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