Un Congreso de los Diputados más fragmentado, con la izquierda más débil, los extremistas reforzados, la ultraderecha aupada a tercer grupo de la Cámara y el tablero político inclinado hacia la derecha. Ese es el contexto de los próximos meses y, posiblemente, algunos años. Es la fotografía que deja el 10N. Esa será la atmósfera en la que la agenda valenciana tendrá que intentar sacar cabeza. Con tales mimbres, el primer riesgo es el de parálisis de las grandes reivindicaciones; la primera de ellas, la reforma de la financiación autonómica.

El objetivo de un reparto más justo de los recursos requiere no unanimidad, pero sí consensos amplios, territoriales y entre los principales partidos. ¿La composición actual del Congreso pone fácil obtener mayorías cualificadas (de dos tercios de los escaños)? Los 52 diputados de la ultraderecha de Vox, que rechaza el estado de las autonomías, complica aún más la consecución de amplias mayorías. Un gobierno en minoría y en solitario del PSOE o un ejecutivo de coalición con Unidas Podemos tampoco configuran escenarios fáciles para consensos grandes. El PP pasa a ocupar un papel clave para la obtención de consensos de amplia base como el de la financiación autonómica: sin ellos será imposible. Y será un PP perseguido por un partido radical que repudia las autonomías y las considera un despilfarro.

El panorama no es cómodo, ni para posibles gobernantes ni para la oposición. Tampoco para el Ejecutivo valenciano del tripartito de izquierdas si al final los socialitas logran mantener la presidencia del Gobierno.

Cargos importantes en el entorno del Consell abogan por resituar el mensaje de la agenda valenciana ante la perspectiva (real) de que la reforma del sistema de financiación autonómica se atasque dada la arisca aritmética parlamentaria y territorial.

El movimiento pasa por poner en la primera línea de las reivindicaciones la obtención del 10 % de las inversiones territorializadas del Estado, como recoge la versión en vigor del Estatut d'Autonomia y como sucedía en los presupuestos que presentó Pedro Sánchez al Congreso sin éxito. Junto a ella, los otros objetivos prioritarios serían una solución para la deuda histórica y medidas transitorias que mejoren los ingresos procedentes del Estado. En todo caso, que el Gobierno presente una propuesta, remarcan

Paisaje en el Botànic tras el 10N

El 10N deja otras lecturas a los partidos del Botànic: el PSPV mantiene a la Comunitat Valenciana como la primera autonomía con liderazgo socialista; si no reforzado, Ximo Puig evita salir debilitado de unas elecciones ingratas para él.

Unides Podem resiste mejor de lo que muchos esperaban, lo que se traduce en que sus bases han digerido bien su entrada en el Consell y el tono institucional que ha subrayado en las últimas semanas (superior al de Compromís en algunas circunstancias).

Por su parte, la coalición de Mónica Oltra y Joan Baldoví sale viva de un contexto difícil, con Cataluña ardiendo y tensando su vida interior. Pero sus datos indican también un estancamiento a pesar de fórmulas de alianzas variadas. A la vista de los resultados, tocó techo en 2015 y 2016, los años del cambio en la C. Valenciana.

Dirigentes de Compromís intentan modular la posición ahora sobre la gobernabilidad en Madrid. Tras una campaña de choque con el PSOE de Pedro Sánchez por no pactar un gobierno de izquierdas, la estrategia que defienden en el entorno del diputado Baldoví es pedir que el foco se ponga en la acción del Congreso de los Diputados para aprobar leyes e iniciativas del Ejecutivo o vetarlas en su caso y menos en la configuración de una mayoría de Gobierno y en un reparto de cargos. El mensaje, con grandes dosis de pragmatismo, parece destinado a Podemos y Pablo Iglesias.