Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La otra cara de los candidatos

La loba que nunca duerme

La independiente Mª José Mira, número 1 del PSPV a las Corts por Valencia, se define «solitaria, independiente y protectora»

Los productos frescos de su nevera los sigue comprando en Buñol.

En una deformación de la lengua swahili, «Impeesa» quiere decir eso mismo: «El lobo que nunca duerme». Y así, Impeesa, se llama el grupo scout de Buñol al que de niña pertenecía María José Mira, una mujer tan arrolladora, atrevida, temible y sin complejos como el titular. «Una nunca deja de ser scout; lo eres toda la vida», aclara la candidata socialista, número uno en la lista por Valencia a las Corts y gran apuesta de Ximo Puig „que se presenta por Castelló„ para estas elecciones.

No tiene carné del partido ni modos de política cuando recibe en su casa vestida con tanta naturalidad como desenfado. Ni rastro de postureo. Esta economista que hasta ahora trabajaba como directora general de la Asociación Empresarial de Residencias y Servicios para Personas Dependientes de la Comunitat Valenciana (Aerte), ya tuvo un sueño como Martin Luther King a los once años. A esa edad tomó su promesa como scout, que para los neófitos en el asunto es cuando el aspirante asume la pañoleta, el momento más importante en la vida de un scout. Prometió algo muy ambicioso: «Dejar el mundo en mejores condiciones de las que me lo encontré», recuerda.

¿Se siente loba? «Yo me considero loba a muerte», replica sin dudar. «Es un calificativo que en la familia siempre hemos achacado a mi madre y que ahora achacan a mí. Por solitaria, por independiente y por protectora. Y por fiera: a los míos que no los toquen», advierte.

Ese instinto tribal le corre por las venas. Sus padres fueron un modelo. «Todo lo que han hecho mis padres ha sido por sus hijos», dice con orgullo. Su madre era maestra y renunció a la profesión para cuidar a los cuatro niños y a sus suegros. Su padre trabajaba en Bancaja. «¡Pero no en el Bankia de las preferentes, sino en la Caja de Ahorros que abría los sábados y daba camisetas de la Volta a Peu!», dice en un arrebato de rabia tamizada de pena. «Las vacaciones de mis padres han sido siempre los estudios de inglés de sus hijos», apostilla.

También admira a sus padres por el cuidado que dedicaron a sus propios padres. «Yo he visto a mis abuelos fallecer en mi casa. Por eso, el formato residencia no lo entiendo todavía, porque soy de pueblo», explica „curiosamente„ quien se dedicaba a promocionar las residencias. Tampoco entiende los tanatorios. «En mi pueblo se velaba en casa a los muertos», agrega con orgullo buñolero en un salón decorado con cuadros de la Tomatina. Vive cerca del Mestalla, pero sigue yendo cada fin de semana a Buñol. «Qui perd els orígens perd identitat».

Y los orígenes no sólo geográficos o identitarios. En su caso, también formativos. En una frase que se callarían tantos políticos de izquierdas, esta economista afirma que «la política necesita algo más de organización, de criterios empresariales. En una empresa todo el mundo sabe qué hace todo el mundo. Hay controles de calidad, un organigrama, tareas asignadas€ Pero eso no existe ni en los partidos ni en las instituciones, donde muchos miembros tienen demasiado libertinaje», dice.

La biblioteca es cosa de su marido. Ella no es muy lectora. Nada de novela ni poesía. «Leo cosas prácticas, de trabajo. Las novelas se las lee mi marido y luego me las cuenta», confiesa sin complejos. No quiere aparentar aquello que no es. Ahora tiene entre manos el reciente ensayo político-económico de Thomas Piketty: El Capital en el siglo XXI. Muestra otros volúmenes que ha leído no hace mucho: Cómo nos engañaron con la ley de dependencia; Gestión del tiempo: la inteligencia ejecutiva, de José Antonio Marina; y su favorito: El principito, que relee una y otra vez. Ahora, con su hija Claudia. También ha comprado los últimos libros de Fernando Delgado y Carmen Amoraga, candidatos independientes del PSPV como ella misma. Algo política ya se está haciendo quien todavía habla desde un «nosotros» que incluye a los ciudadanos.

Su nevera tiene poca historia: mucha fruta y verdura, mucho fiambre y muchas latas de refresco, alguna pizza para la niña. Y fiambreras: «El tupper es parte de mi vida: pero no porque me den la comida, sino porque cocino para varios días y porque preparo comida para mis suegros, que están delicados», matiza.

María José Mira, la niña que fue delegada de clase, que era capitana del equipo de baloncesto, que era jefa de tropa en los scouts, afronta el reto más difícil de una loba de Impeesa: Dejar el mundo (o el PSPV) mejor de lo que lo encontró. Nada fácil.

Compartir el artículo

stats