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En casa de los políticos

De vendimiar en Landete a cosechar votos

Sandra Mínguez, número dos de Podemos y criada en un pueblo de Cuenca, promete seguir siendo «una persona normal»

Si el determinismo geográfico vincula los aspectos culturales o de clase social de un individuo con el entorno en el que nace y se desarrolla, para conocer a Sandra Mínguez habría que pasar por Landete, el pueblo en el que se crió. Landete, con poco más de mil habitantes, está situado en un valle rodeado de montañas entre Sinarcas y el Rincón de Ademuz. Es tierra de Cuenca, pero abocada al empobrecido y despoblado interior valenciano por veintipocos kilómetros. Aquel era su paisaje.

Del paisanaje que la rodeó baste seleccionar a sus dos abuelos fallecidos, cuyo recuerdo hace saltar las lágrimas de Sandra. «Mi iaia Laura, que ya faltó, ha sido la mejor persona que he conocido en mi vida. Siempre estaba dispuesta a darlo todo por los demás. Mi abuelo, agricultor, estuvo trabajando hasta el día en que murió con 88 años. Su coraje y su fuerza de trabajo no tenían límite. Cuando íbamos a la vendimia, estábamos todos cansadísimos y pedíamos descansar. ¡Pero él siempre decía que no, que continuáramos hasta llenar el tractor!», rememora.

En las viñas de Landete aprendió Sandra a quitar piedra, a rayolar, a emparrar, a ir cada año a la vendimia para ayudar a la familia. De allí, de Landete, salió a los 18 años rumbo a Valencia. Era la primera persona de su familia que entraba en la Universidad. Se licenció en Matemáticas en la Universitat de València. Luego obtuvo la plaza de profesora de instituto en Alfafar, donde vive con su pareja y un perro en un piso situado en una calle peatonal con regusto a pueblo, silla veraniega en el portal y bona nit al vecino.

De su balcón cuelga una bandera de Podemos. De su nevera asoman los huevos de las gallinas que sus padres crían en el corral de Landete, el tomate en conserva que se lleva del pueblo, mucha agua embotellada, leche y algo de verdura. «Tengo que ir a comprar», se justifica. De su biblioteca „«la mayoría de libros los tengo en casa de mis padres», lamenta„ emergen algunos volúmenes que dan juego y que „con maldad en la mirada„ la convertirían en una especie de replicant de Pablo Iglesias.

A saber: hay un grueso volumen de Joc de Trons, en valenciano para practicar una lengua propia que habla sin problemas y con estima. «¡Ya me gustaba antes de que Pablo le regalara la serie al rey!», promete. Cerca aparece un libro morado con el título Claro que Podemos, otro titulado ¡Abajo el régimen! Conversaciones entre Pablo Iglesias y Nega, y Asambleas y reuniones: metodologías de organización. También figura el Manifiesto del Partido Comunista, de Karl Marx, el ensayo Hay alternativas o el Curso urgente de política para gente decente, de Juan Carlos Monedero (¡sacrilegio!). Algunos de ellos son de su pareja, que compartió un bullicioso 15-M con Sandra y está implicado en Podemos. A ella también le gustan las novelas. Y cita dos: Los pilares de la Tierra y El médico.

De pequeña ya era una devoralibros. «Me compraban de 5 a 9 libros cada verano», apunta. En esos tiempos del colegio, dice, ya era combativa. «Era la feminista y la ecologista de clase. Desde pequeña me han preocupado mucho las injusticias», subraya. Ahora las vive en el colegio en el que imparte clases «Veo alumnos que no llevan el almuerzo porque no tienen dinero en casa. Veo alumnos con las zapatillas destrozadas porque no tienen dinero para renovárselas», se indigna. En su instituto, los profesores hacen colectas de comida o ropa para los chicos más necesitados. «Todo el mundo tiene derecho a una vida digna, no habría que tirar de voluntariado», agrega.

Ahora se ha tomado dos meses de permiso sin sueldo para la campaña. No la de la vendimia, sino la de recoger votos. Ella, no obstante, no se ve como política. Aunque pronto vaya a entrar en las Corts, no se siente cambiada. «Voy a seguir siendo como soy: una persona normal, profesora de Matemáticas, que ha dado un paso adelante porque creo que tengo esa responsabilidad para devolverle las instituciones a la ciudadanía. Parece una frase hecha, pero yo lo pienso así. Voy a seguir defendiendo a la gente y devolviéndoles el derecho a decidir que les han quitado. Y luego, como mucho dentro de ocho años, volveré a clase con mis alumnos. Esto no es fruto de ninguna ambición personal», sostiene. Una podemita de pura cepa.

De su familia dice que intentó aprender dos cualidades: ser trabajadora y honrada. Por ello, tal vez uno de los regalos que guarda con más orgullo es el que le hicieron los alumnos de 4º de ESO del instituto de Villena por el que pasó. Era la fiesta de graduación y Sandra era la tutora. El obsequio no fue el ramo de flores que le entregaron, sino la frase que le dedicó el alumno encargado del discurso: «Gracias por enseñarnos a ser mejores personas». Su iaia Laura estaría orgullosa.

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