Los resultados de las últimas elecciones locales y autonómicas han sido interpretados por el PP como una victoria incuestionable de su formación y ese es el mantra que han repetido desde los jóvenes cachorros hasta el coordinador de la campaña y el propio presidente. Lo más lamentable es que dicho discurso de la victoria, por la mínima, de muchas de sus candidaturas excluye todo intento de autocrítica y espolea, una vez más la arrogancia que, no dejen de mirárselo, ha sido una de las causas de la pérdida de votos. Incluso el chulesco alcalde de Valladolid se ha atrevido a decir que si bien él ha ganado las elecciones ya adivina la conjura de los perdedores que intentará desalojarlo de su feudo.

El análisis del PP no puede estar más lejos de la realidad y da la impresión de que no han entendido que los ciudadanos estamos cansados de mentiras, de imposiciones de leyes y medidas que, ni se justifican ni se explican, amparados en las mayorías absolutas y de que un nuevo tiempo, alejado del ordeno y mando y plagado de luces y taquígrafos, es el que se abre paso en nuestra democracia como manifestación de unas clases medias y unas clases trabajadoras maltratadas por la acción de las políticas de los últimos gobiernos.

Los ciudadanos hemos hablado y ahora toca a los partidos administrar el caudal de votos recibidos. Es la hora de la austeridad en la aceptación de privilegios y de la seriedad, en la racionalización de las estructuras de la administración, de la transparencia y el rigor en la administración de los caudales públicos, de la justicia distributiva en el sistema fiscal y del contacto permanente con los ciudadanos para recuperar el lustre perdido de la actividad política.

Mal lo tiene el PP para atraer a nadie a pactar con ellos y peor se lo ponen con esa soberbia en la derrota pues no se olvide que esas incuestionables victorias de sus listas suponen en muchos casos la pretensión de lograr el gobierno con el respaldo de un veinte por ciento de los votos.

Dejemos al PP en su soledad y exijamos a los partidos en ascenso el cumplimiento de sus compromisos con los ciudadanos, el pacto claro con otras fuerzas para sumar esfuerzos en favor de los más necesitados y corregir la injusta política de estos años que ha empobrecido a muchos españoles. Iniciemos un tiempo de esperanza e ilusión, de justicia y buena gobernanza; de manera que la rapidez en la asunción de pactos y compromisos claros y los primeros cien días de los gobiernos locales y autonómicos nos darán la medida del cambio mil veces prometido. Por otra parte esperemos que el paso del PP por los bancos de la oposición sirva para depurar a los que se afiliaron para medrar a costa del contribuyente y dé la razón a las personas honradas que hay en esa formación, que también existen.