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Análisis

Cuatro años sin certezas en la Ribera

Los partidos tratan de rentabilizar la incertidumbre creada por la crisis citrícola y los temores que se ciernen sobre el complejo industrial de Ford

Naranjas sin recoger esparcidas por el suelo ante la falta de compradores con buenos precios. vicent m. pastor

En un momento de gran incertidumbre política, radiografiado por la catarata de encuestas que certifica a diario la indecisión del voto, la Ribera añade más dosis de desasosiego que convierten las elecciones del 28A en un torbellino de emociones. Dos de los grandes pilares que sostenían hasta ahora la economía comarcal: la factoría Ford de Almussafes y la agricultura convencional infunden serios temores. Las grietas que venían observándose ahí desde hace años comienzan a comprometer la estabilidad de la estructura. Hay miedo, cansancio y brotes de indignación que permiten aventurar unos comicios muy reñidos.

La fidelidad ideológica se ha vuelto muy volátil y nadie es capaz de sostener certezas. En este escenario, todas las hipótesis quedan abiertas y los interrogantes se mantendrán hasta los últimos suspiros del escrutinio. La izquierda, en qualquier caso, parte en situación de ventaja. Aunque sea por la mínima. La derecha perdió su hegemonía hace cuatro años y en este tiempo apenas ha cobrado fortaleza para recuperar el terreno perdido. Y, además, se ha fragmentado.

Ciudadanos ya disputa al PP el liderazgo del centroderecha en algunos municipios de la comarca y la irrupción de Vox amenaza con erosionar todavía más esa franja política. La gran incógnita es concretar quién será capaz de recoger los frutos del desencanto agrícola, una cosecha siempre muy propicia para el conservadurismo. La extrema derecha deposita grandes esperanzas en ese caladero.

En el campo de batalla de la izquierda están por definir las fronteras del reparto territorial. Compromís, que ha avanzado posiciones gracias a la pujanza de las alcaldías de las grandes ciudades (Alzira, Sueca, Carcaixent o Carlet), amenaza la hegemonía del PSPV, partido que ha recuperado aliento y avanza con viento a favor gracias al vendaval que empuja a Pedro Sánchez en los sondeos. EU se ha hecho fuerte en la Ribera Baixa y Podemos sigue sin encontrar la fórmula para adquirir mayor consistencia.

La acción más relevante

La gestión del Consell ha corrido pareja a las estrecheces presupuestarias de la legislatura. La acción más relevante ha sido la reversión del hospital de la Ribera. Alzira, que ganó proyección incluso internacional al convertirse en emblema de la privatización de la sanidad pública, ha conseguido mantenerse como referente por lo contrario tras recuperar la Generalitat la gestión médica de una extensa área que engloba a 250.000 pacientes que fue administrada por una empresa durante 19 años con razonables resultados de calidad asistencial. Un año después, los estándares siguen estables, lejos del apocalipsis pronosticado.

Las deficiencias que arrastra el servicio de Cercanías han levantado críticas generalizadas, al igual que la pérdida del juzgado de lo Penal que, desde Alzira, ofrecía servicio a cuatro comarcas, o la tardanza en reformar colegios obsoletos y llenos de aulas prefabricadas. Finalmente han llegado las inversiones, pero en los últimos instantes del mandato. Mucho más visibles, pese a las dudas que despierta la macroresidencia de ancianos de Carlet, han sido los avances en Bienestar Social al asumir el Consell la reforma del geriátrico municipal de Cullera, que lastraba al ayuntamiento, y la construcción del centro de Integración Social de Carcaixent.

No ha habido intervenciones destacables en la red de carreteras pese a la necesidad de reforma que acumulan muchos tramos de la CV-50. No hay dinero. Y el campo ha dado demasiados disgustos mientras el paro se enquista. El complejo empresarial que rodea Ford respira hondo. Demasiada inquietud para serenar las urnas.

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