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En el ecuador de la campaña: la batalla está dentro de los bloques

Más que generales y autonómicas, son unas elecciones de doble dimensión: entre frentes por el poder y por el liderazgo interno - La nueva política no ha dinamitado las ideologías, las ha fragmentado

En el ecuador de la campaña: la batalla está dentro de los bloques

Las campañas no son lo que eran. Las ciudades no se llenan de carteles. Hoy todo es más virtual, a través de vídeos y mensajes invasores en las pantallas de los teléfonos móviles. El mundo complejo de los bits acapara hoy en torno al 70 % del coste de las campañas de los partidos. De los viejos métodos quedan los debates en televisión y las banderolas en las grandes avenidas. Sobresale ahí el rostro severo de Pedro Sánchez, que parece decir que está dispuesto a someter a todos, a la derecha y los independentistas; el de Ximo Puig, con la imagen correcta y seria de quien podría ser candidato en un lander alemán; el amigable de Joan Baldoví y el presidencial de Mónica Oltra; los de película de acción de Albert Rivera e Inés Arrimadas; el multitudinario de Unidas Podemos, sin Pablo Iglesias, como para quitar miedo, y los de anuncio de bienes raíces de Pablo Casado e Isabel Bonig. Vox no entra en esa dinámica clásica de la política, lo cual no deja de ser significativo.

En una semana todo habrá pasado, las banderolas caerán y está por ver si surgen mayorías estables de las urnas. Los valencianos estrenan la experiencia de una convocatoria doble: autonómicas más generales. En estas todo parece a expensas de los debates televisivos y de la traca final de campaña, que tendrá epicentro en València por eso de la yuxtaposición de comicios.

En las autonómicas, ya llevamos dos debates (falta uno), más el encuentro de candidatos en Levante-EMV, y han servido sobre todo para reflejar que estas son unas elecciones con una doble dimensión: en la primera, se pelean dos bloques, derecha e izquierda, para ver cuál conquista el gobierno durante los próximos cuatro años; en un nivel inferior pero no menos importante para los partidos está la disputa por el liderazgo dentro de esos bloques. La antes llamada nueva política no ha dinamitado los frentes ideológicos, sino que los ha fragmentado. Primero fue la izquierda y ahora es la derecha.

Las encuestas dicen hasta ahora de manera unánime que la mayor disputa, a diferencia de hace cuatro años, está en la parte conservadora. El PP confía en su suelo electoral después de 23 años de hegemonía en las urnas valencianas, pero los sondeos colocan cerca a Ciudadanos, que aspira al sorpasso si Vox lo permite.

El nuevo invitado de la extrema derecha es la gran incógnita de estos comicios: puede dar los peores resultados de la historia al PPCV, pero puede asegurarle la primacía en la derecha.

En la parte progresista, las encuestas sonríen de manera general a Puig, pero la incertidumbre es mayor que hace seis meses sobre la reeedición del gobierno del Botànic. El resultado de Unidas Podemos es trascendental: si cae por debajo del 5 % parece imposible que el ejecutivo sobreviva.

Puig ha optado por una campaña y un programa de moderación, sin extravagancias ni estridencias, mientras Compromís y Unidas Podemos se disputan la autoridad de las políticas del cambio y desafían a las encuestas, que suelen tirar por lo bajo tradicionalmente con los de Oltra.

La doble convocatoria electoral ha demostrado hasta el momento que la campaña valenciana sí ha logrado más repercusión en toda España que el que hubiera tenido de celebrarse las elecciones autonómicas el 26 de mayo, junto con el resto de comunidades sin el pedigrí de la nacionalidad histórica.

Sin embargo, la agenda valenciana no se ha colado en los discursos españoles. El primer gran líder estatal que ha celebrado acto central en València, Pablo Iglesias, ni mencionó alguna de las reivindicaciones valencianas.

Los impuestos han sido el invitado inesperado. Son un arma habitual en campaña, pero han adquirido más protagonismo del que se podía prever en una convocatoria muy condicionada por el procés. El desafío catalán está en los debates valencianos, pero quizá por ser un elemento esperado está pasando sin el protagonismo que se podía esperar. Lo mismo puede decirse de los clásicos identitarios y de la lengua: están, pero no sobresalen.

Quién sí lo hace es la protagonista ausente de la campaña. Se le ve poco, pero todos hablan de ella. La pujanza de la extrema derecha sobrevuela el paisaje de esta doble campaña. La peculiaridad hispana es que el debate no fluctúa, como en la mayoría de Europa, sobre cómo aislarla, sino cómo incorporarla a un gobierno conservador. Así estamos a una semana de vernos las caras con las urnas.

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