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Baja participación

Aquí no se vota

Los barrios valencianos en situación de vulnerabilidad presentan las tasas más bajas de participación

Aquí no se vota

Como el universo, el sistema electoral valenciano tiene unos cuantos agujeros negros. Allí donde apenas se vota. Ocurre en barrios vulnerables, con problemas de vivienda, de abandono escolar, con familias en riesgo de exclusión social, con altas tasas de paro, e incluso situaciones de marginalidad o delincuencia. La Comunitat Valenciana siempre ha destacado por una participación sólida en los procesos electorales. En las autonómicas y municipales, siete de cada diez valencianos asisten a las urnas religiosamente. En las generales, la participación ronda el 75%, y ha llegado al 80%.

La gente vota. Pero no por igual. Según una base de datos recopilada por El País, existen trece secciones electorales en España (unidades vecinales de unos mil habitantes) donde en las últimas generales la participación no superó el 30%. Destaca en la Comunitat Valenciana el caso de las «Mil Viviendas», el barrio de la Virgen del Carmen de Alicante, en precaria situación social y económica y donde en 2016 apenas se acercó al colegio el 26%.

«La gente no cree en los políticos porque están decepcionados», resume Juan Cristóbal Cantero. Este activista, presidente de la Junta de Barrio de la Coma (Paterna), habla de la clase dirigente como aquellos que pasan de vez en cuando por el barrio; que introducen algunas mejoras cuando la legislatura llega a su fin «para hacerse la foto» o que aparecen con el catálogo de promesas cuando las urnas asoman en el horizonte. La Coma, una de las zonas más estigmatizadas del área metropolitana de València, arroja una participación realmente baja. Las Generales de 2016 solo atrajeron a las urnas al 37% y al 39% del censo en dos secciones electorales de este barrio de acción preferente.

El panorama que describe Cantero es desalentador. «Ha habido algo de cambio pero no lo que se esperaba, que era un cambio radical y no lo ha sido», señala. Solo «parches», critica. Al margen de la falta de inversión (reclama un plan integral de normalización), se alinean problemas de vulnerabilidad y exclusión social que complican el futuro de los chavales, perpetúan la problemática y también explican la desmovilización electoral. «Es un problema muy de fondo. La gente joven es a la que tenemos que llevar a nuestro cauce, con vivienda digna, estudios dignos, que no sea la dejadez de estos años», lamenta.

Pese al desengaño, Cantero confía en cambiar las cosas. De hecho, ha aceptado la oferta del PP para ir en su lista a las municipales, con la intención de aportar «entusiasmo» y el conocimiento de lo que pasa en el barrio, no en «dos paseos» sino «los 365 días», dice.

Desde el ayuntamiento, por su parte, culpan de esta desconexión precisamente a la gestión del anterior gobierno. «Proyectos que ponían en valor al barrio, sobre todo con participación en primera persona, como Itaca, el Colegio Mayor o las propias Escuelas para Adultos fueron finiquitados. Efectivamente, la participación en La Coma es muy baja, algo que achacamos al abandono en todos los sentidos, por parte de gobiernos del PP», apunta el acalde socialista, Juan Antonio Sagredo, que reivindica la reapertura de estas escuelas de adultos y la colaboración con entidades vecinales para mejorar las infraestructuras, la alimentación y combatir el analfabetismo digital.

Desde el ámbito académico se apunta al peligro de la brecha en la participación por motivos de clase social. Mientras algunos barrios a duras penas llegan al 40% de voto, áreas acomodadas de València como Pla del Real se disparan hasta el 90% de participación.

«Efecto perverso»

«En determinados lugares la gente está totalmente desinteresada porque no ven una mejora en su calidad de vida, gobierne quien gobierne. A lo largo del tiempo se da una desconexión con el sistema, con el Estado del Bienestar», apunta Blanca Nicasio Varea, profesora del departamento de Ciencia Política de la Universidad CEU-UCH.

Son barrios que avanzan a paso lento, realidades complejas que no pueden abordarse en un ciclo electoral. «Se da un efecto perverso: la gente no vota, y los partidos por tanto tampoco tienen incentivos políticos para implicarse con ellos como colectivos prioritarios», resume. Es la misma lógica que convierte a las pensiones, por ejemplo, en tema central de cualquier proceso, como respuesta a una participación masiva de esa franja de edad.

Reflejo de desigualdad social

Gloria María Caravantes es trabajadora social y acredita una experiencia a pie de calle y como investigadora en barrios de acción preferente como La Coma, Baladre (Sagunt), las 613 viviendas (Burjassot) o el Barrio del Cristo (Quart): «La desafección política es resultado de muchas variables. Más allá de la falta de información, del desinterés, el descontento, del sentimiento de exclusión y del efecto contagio en un entorno con elevada abstención, la baja participación es una clara manifestación de la desigualdad social que acontece en estos barrios. El ejercicio de los derechos civiles, políticos y sociales es un factor determinante de integración, como sucede con el acceso a la sanidad, a los servicios sociales, a la educación... pero también con la participación en los comicios».

¿Qué hacer? «Podemos encontrar mil razones que justifiquen la abstención, pero lo realmente importante es que las políticas públicas faciliten y pongan los medios para el desarrollo efectivo de los derechos de ciudadanía. Hay que adaptar no sólo las personas a la sociedad, sino la sociedad a las personas», apunta la experta de la Conselleria de Políticas Inclusivas.

Como en La Coma, en el barrio Xenillet de Torrent también se habla desde el desencanto. «Con Xenillet solo se cuenta para las votaciones; luego se tiran cuatro años sin aparecer. Toman sus propias decisiones sobre el pueblo gitano, pero sin el pueblo gitano», lamenta Juan Gil, presidente de la Asociación Gitana Europea e Intercultural de Torrent.

En uno de sus distritos electorales, la participación en las últimas Generales se quedó en el 46%, baja sin llegar a preocupante. Este barrio, de población mayoritariamente gitana, recibió hace años una lluvia de fondos europeos a través del plan Urban, de intervención integral en el barrio. Se urbanizó, se construyó, se rehabilitaron infraestructuras y se pusieron bases para facilitar la inclusión social.

Pero en la puerta de entidades como la que preside Gil siguen agolpándose problemas. «No me puedes invitar a un buffet cuatro años y luego no darme ni una hamburguesa. Necesitamos continuidad y seguimiento. Ahora no tenemos chabolismo pero hay una infraestructura dentro de la vivienda que da miedo. No cumplen los mínimos para vivir: fincas enteras enganchadas a luz y agua, familias con el techo en tierra, que vienen a pedir para comer a la asociación. Hay una invisibilidad de esta gente. Cuando una persona lo tiene todo perdido le da igual que salgan rojos, azules o verdes», reflexiona.

9.000 gitanos y una candidata

Gil ilustra su malestar con un número: de los aproximadamente 9.000 gitanos españoles que, según sus cálculos, viven en Torrent, solo una mujer de este colectivo irá en las listas las próximas locales, y en puesto de sufridora para entrar. «Mucho golpe de pecho, promocionar la igualdad y la inclusión, pero en todos los partidos solo una gitana», lamenta.

Es el PP (en la oposición) quien curiosamente ha fichado en estos barrios para el próximo 26 de mayo. Con todo, suele ser el bloque de izquierdas el más votado en los barrios de baja participación, atendiendo a las últimas estadísticas.

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