Habrá Botànic, sí o sí, pero la negociación para cerrar este acuerdo a tres bandas (PSPV, Compromís y Podemos) se prevé dura y todo apunta a que será incluso más tensa que hace cuatro años cuando los mismos actores se sentaron para pactar el fin de veinte años de régimen popular. Oficialmente, los partidos de izquierda dan por hecha la reedición del Botànic (no existe ninguna otra alternativa plausible más allá de un gobierno en minoría) aunque los recelos entre Compromís y el PSPV acumulados a lo largo de la legislatura están lejos de desaparecer tras un resultado electoral que les ha salvado por tan sólo tres escaños de volver a las bancada de la oposición.

Los socialistas valencianos son sin duda los grandes triunfadores de una jornada electoral que concluyó convirtiendo el adelanto electoral de Ximo Puig en un jugada redonda: ganar las elecciones en la Comunitat Valenciana 28 años después de perder 25 elecciones seguidas al PP y dejar prácticamente sin argumentos a Compromís en su aspiración de hacer presidenta a Mónica Oltra.

PSPV y Compromís han sabido convivir estos cuatro años sin que las diferencias entres ambas formaciones hayan hecho imposible gobernar la Generalitat. Ahora bien, ha habido encontronazos sonados y momentos de tensión que han ido deteriorando una relación que hace ya mucho dejó de ser cómplice. Para algunos sectores de Compromís, la decisión de Puig (sin consulta previa a Mónica Oltra) de adelantar las elecciones constituyó una deslealtad de la que tomar nota.

Dirigentes de peso en Compromís no ocultan su resentimiento hacia sus socios por una decisión que aunque ha salvado el Botànic, lo ha puesto en riesgo. O al menos eso creen, ya que la distancia entre los bloques se ha acortado: tres escaños frente a los nueve de la legislatura que ahora acaba. La sensación de que Puig movió ficha buscando su rédito electoral sigue en algunos dirigentes con influencia en la negociación que se avecina. Desde el entorno del Palau de la Generalitat se cuenta con que el enfado sigue y condicionará las conversaciones, aunque lo circunscriben al círculo de la vicepresidenta que, sin opciones reales de presidir la Generalitat, tendrá que plantearse qué papel y que liderazgo desea tener en el segundo Botànic. Con todo, desde el entorno de Presidencia se apunta también que no puede hablarse de un cabreo generalizado en Compromís y que, en términos generales, el Bloc está satisfecho con los resultados y cómodo con la nueva situación.

Oltra lanzó la noche del domingo el ya clásico de que primero el qué y luego el quién. Y ahora ese qué pasa a ser clave para Compromís. Algunas voces hablan de exigir un «programa duro», al considerar que el próximo Botànic debe aplicar políticas más valientes hacia ese cambio social que consideran incompleto.

En este sentido, creen que hay asuntos que deben estar claros antes de cerrarse un nuevo acuerdo, entre ellos, la políticas sociales o los recursos disponibles. Tanto los que deberían venir de la nueva financiación y no acaban de llegar (aquí se pide más presión y exigencia a Madrid), como en el reparto de los que hay entre las conselleries. Controlar Hacienda y Función Pública es una de las aspiraciones de Compromís ya que la experiencia de la gestión les ha demostrado que quien controla el personal y quien controla el dinero es, en realidad, quien gobierna. También hay interés en controlar el sector público.

Aunque el quién en mayúsculas (la presidencia de la Generalitat) no deja margen de dudas, Compromís se resiste a abandonar una baza que usó hace cuatro años y que llegó incluso a poner a Puig en disposición de negociar con Ciudadanos. Ahora esta opción, además de estrambótica, simplemente no existe ya que socialistas y Ciudadanos no suman la mayoría.

Para los socialistas, pues, este asunto es innegociable ya que Compromís no solo ha perdido peso, sino que no puede alegar que con Unidas Podemos tiene más escaños. Eso sí, en términos absolutos Compromís y Unidas Podemos suman 652.000 votos frente a 637.000 del PSPV. Un sorpasso en votos poco sólido en el que basar la reclamación de la presidencia del Consell. Aunque este asunto parece tener poco recorrido, no deja de ser otro elemento de tensión.

Ayer, algunos dirigentes de Compromís indicaban que una de las claves del nuevo pacto será cómo garantizar la lealtad entre los socios. Parece haber acuerdo en que el esquema del mestizaje debe mantenerse, aunque ambas partes hablan de ajustes.

El otro elemento conflictivo es el que tiene ver con el organigrama de la Generalitat. La casi segura entrada de Podemos da pie a una ampliación de conselleries que PSPV y Compromís siempre desearon, pero que no podían plantear a riesgo de incumplir su promesa de reducir los altos cargos y asesores. La entrada de Podemos es la excusa perfecta para aumentar el número de conselleries y de consellers. Ahora bien, la pregunta de cómo se hará ese reparto, tiene diferente respuesta. Los socialistas ven claro que debe reflejar el resultado electoral, es decir, que el PSPV debe tener más peso que los otros socios. Pero este desequilibrio, que dada la experiencia podría ser fundamental en los plenos del Consell, no parece la mejor opción para Compromís.

Sin prisa para el diálogo

En este contexto, los partidos no parecen tener prisa en arrancar las negociaciones. El entorno de Puig y el de Oltra están dispuestos a arrancar los contactos, pero no hay prisa. El reto más inmediato es un acuerdo para la Mesa de las Corts, que incluye la pieza clave de la presidencia de les Corts. Pero el calendario depara también otra cita electoral que condicionará las negociaciones. Las fuentes consultadas de Compromís y PSPV admiten que probablemente la negociación se solapará con las elecciones municipales del 25 de mayo. Los resultados en instituciones clave como la diputación y el Ayuntamiento de València podrían, como hace cuatro años, entrar en la mesa negociadora.

La intención es poner en marcha las negociaciones sin esperar a que pasen las elecciones municipales. Con todo, parece evidente que con unos comicios municipales, la lógica es el cierre de filas. Compromís está convencido de que puede mejorar los resultados en los territorios y a ello dedicará buena parte del esfuerzo. Con todo, los socios siguen trabajando juntos ya que el Consell se encuentra ya en funciones.

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