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La familia y los amigos hablan de los candidatos

En la edad de la inocencia

Amigos y familiares de los candidatos hablan para Levante-EMV de sus vivencias más allá de la política

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Los candidatos valencianos, vistos por familiares y amigos

Elena Bastidas (PP) La amiga que no siempre está guapa

«Elena, hoy estás fea». Esta frase lleva años oyéndola la cabeza de lista del PP en la provincia de Valencia, Elena Bastidas. Se la dice de vez en cuando Ana Pons, una de sus mejores amigas. Y lo hace a conciencia. Para que su compañera de alegrías y tristezas pise tierra y no se deje llevar por los cantos de sirena de la política. Y no es que a Bastidas se le haya subido el cargo a la cabeza alguna vez. «Tiene los pies en el suelo, la política no le ha cambiado, pero es bueno tener alguien al lado que no siempre te diga lo guapa que eres y lo bien que lo haces», se apresura a aclarar Ana Pons, que recibe a Levante-EMV en el despacho que tiene abierto en pleno centro de Alzira y donde ejerce de procuradora.

«Sí, se lo digo: Elena hoy no estas guapa y nos reímos, no se lo toma a mal». Y es que no podría, ni aunque quisiera.

Elena y Ana se conocen prácticamente desde siempre: estudiaron juntas en el mismo colegio (La Purísima), en la misma Facultad de Derecho y mano a mano montaron en su pueblo (Alzira) Nuevas Generaciones del PP. Pero sólo a una, a Elena, le picó tanto el gusanillo de la política que decidió dejar las oposiciones que estaba preparándose para dedicarse a la ´cosa pública´ en cuerpo y alma. Fue una decisión difícil que compartió con un círculo muy pequeño de personas entre las que se encontraba su amiga Ana. «Piensa donde te ves el resto de tu vida».

Fue el consejo que Pons le dio. Y Elena vio claro que no se veía entre togas y juzgados. En realidad, la decisión no sorprendió a quienes, como Ana, la conocen desde siempre. «En el colegio ya apuntaba maneras, era delegada de clase, siempre de aquí para allá, organizando cosas, hablando con unos y con otros. No paraba ni un minuto» recuerda Ana Pons, que mantiene que la faceta Elena/política nunca le ha chirriado.

«Ella es así», indica. Bastidas fue una buena estudiante, aplicada, con buenas notas. Pero que nadie se lleve a engaño. La exalcaldesa de Alzira no era una alumna perfecta y en su paso por las monjas se llevó más de un rapapolvo por su carácter inquieto y extrovertido. También errarían quienes se imagaran a Bastidas como una estudiante de Derecho cuya vida se limitaba a ir de la Facultad a casa. Como muchísimos jóvenes de fuera de Valencia ciudad, Elena y Ana compartieron piso en Valencia y allí permanecieron durante los años que duró la carrera. Pero, ser buen estudiante no implica llevar una vida monacal y no era extraño que Elena y Ana empalmaran noches enteras sin dormir, unas para preparar exámenes, otras para irse de fiesta.

En moto y de discoteca

Ya de quinceañeras en Alzira frecuentaban las discotecas con excursiones en vespino a localidades cercanas. «La moto era la forma de poder salir del pueblo», apunta Ana, a quien le asoma una sonrisa cuando piensa en esa etapa. Quedábamos en la Gallera (un centro cultural ubicado en el centro de la ciudad) o en el bar Júcar. Era el punto de encuentro.

Con la edad, llegaron las obligaciones familiares y laborales, pero todavía siguen muy unidas. «Nos vemosy hablamos a menudo o wasapeamos y cuando llevamos algunos días sin saber la una de la otra nos escribimos el típico mensaje de «oye! ¿Te acuerdas de mi?».

Para Elena, Ana es una especie de talismán. La víspera de cada noche electoral quedan a cenar. «Creo que soy como un amuleto para ella, indica Ana que describe a Elena como una persona con las ideas claras, decidida, pero necesitada de sus amigos y de la familia.

Ana ha estado a su lado en los momentos más díficiles, como cuando falleció su padre. También la noche del 25 de mayo de 2015 cuando perdió la alcaldía de Alzira tras doce años de alcaldesa: «Fue un golpe muy duro para ella, realmente era féliz siendo alcaldesa, la gente la quería, era imposible andar con ella por la calle porque atendía a todo le mundo», apunta la procuradora, que no obstante, siempre ha tenido claro que Elena debía dar un salto en la política: «Ella lo vale», apostilla.

«¿Consejo para la campaña?, Quizás uno; que esté tranquila. A veces la veo, tensa», apostilla Ana Pons, dejando entrever su faceta de Pepito Grillo que de vez en cuando susurra al oído de la candidata Bastidas.

Ana Botella (PSPV) La primita que cogía minerales y acabó gestionando la crisis del 15M

Ana Botella es capaz de enumerar casi sin respirar la escala de dureza de los minerales: talco, yeso, calcita, fluorita.... Estudió Geografía e Historia, es verdad, pero su conocimiento de los minerales le viene de antes. Su padre era forofo y le enseñó muchos de ellos en sus excursiones por el campo. Botella recogía piedras, mientras su prima Fina Martínez insectos, la afición del padre. Entre piedras, bichos, excursiones y paseos en bici transcurrió buena parte de la infancia de la candidata socialista que todos los veranos hacía las maletas junto con su familia para subirse a la chelvana e irse junto con sus tíos al último pueblo de la provincia de Valencia antes del Rincón de Ademuz; Aras de Alpuente, hoy Aras de los Olmos.

Ana y Fina se llevan cinco años, una diferencia de edad que condenaba a la hoy candidata de Valencia a ser la peque de la familia y a pegarse a las faldas de su prima y de su hermano mayor. Pero Fina Martínez nunca tuvo la sensación de ´cargar´con su prima, a quien recuerda como una niña buena y muy coqueta. Quizás por ello, porque confiaba en ella y nunca pensó que haría trastadas, se responsabilizaba de ella cuando algo ya más mayores iban al baile durante las fiestas de este recóndito pueblo de montaña. Pero Ana y Fina no eran soló primas de verano. Sus madres estaban muy unidas, vivían muy cerca en Valencia y todas las tardes compartían tiempo de merienda y deberes.

A Ana le fascinaba la habitación de su prima; el orden, los libros y su espíritu rebelde en una famila «normal, pero algo conservadora». Pero no fue Fina a la que le llamó la política, prefirió la Psiquiatría. Y tampoco es que Botella tuviera claro que lo suyo era la política.

A punto de leer la tesis sobre Comercio Exterior , tuvo la oportunidad de entrar a trabajar en el antiguo Impiva. Acabó sacando una plaza de funcionaria y una cosa llevó a otra: directora general del Instituto, concejal de Valencia, la Delegación de Gobierno y ahora el Congreso de los Diputados. Con todo, Botella se identifica más con la gestión, no se ve una política al uso. Tampoco lo es para su prima que confiesa su admiración por cómo Botella manejó desde la Delegación de Gobierno la protesta del 15M. «Ana es una mujer brillante, una buena técnica», indica . Ambas siguen viéndose a menudo, casi a diario, porque han hecho por vivir cerca: coinciden en la tienda, en la peluquería. «Sé que siempre está ahí, me da fuerzas», indica Botella que se sumó al encuentro de su prima con Levante-EMV en una cafetería cerca de Blanqueries, en frente del lugar que en su infancia servía de punto de encuentro.

Joan Baldoví (A la Valenciana) El ´Apache´ que un día soñó con ser alcalde

Cuando Josep Camilleri piensa en Joan Baldoví no ve un alcalde ni un diputado ni un candidato. Josep ve a su amigo Baldo y si le pide un recuerdo, emerge diáfana la imagen del mar. De la playa de Motilla en Sueca, del baladre, de las cañas y las acequias que caida la tarde traían al mar todo tipo de objetos, desechos a los ojos de un adulto, pero auténticos tesoros para unos niños de ocho que jugaban a indios y vaqueros. Aquí una gallina muerta, aquí un trozo de suela, allá una naranja podrida. El mar y sus misterios que regalaba a los ´Apaches´„porque ellos preferían ser indios„ los utensilios suficientes para construir cabañas y pasar días enteros disfrutando de la libertad que estaba al caer en España. «Pasábamos horas enteras jugando, construyendo lanzas, nadando? Joan és l´estiu, la mar», relata Camilleri desde su despacho de director del Colegio Público San Blas en Llaurí. También él probó con la política, pero principalmente por lealtad a su amigo, que en 2007 veía cumplido su sueño de ser alcalde.

Y es que el candidato Baldoví ya apuntaba maneras desde muy joven. «¿Y si fuéramos alcaldes de nuestro pueblo?», le comentaba. «Tendríamos 15 o 16 años, un concejal del PSOE nos pidió que ayudáramos a organizar la cabalgata del arroz. Y allí estábamos Baldo y yo, coordinando, hablando con unos y otros», recuerda. Ya entonces, Baldoví se veía con ganas y posibilidades. «Si ellos pueden gobernar, nosotros también», decía. Es por eso que a Josep no le sorprende la faceta política de Baldoví ni que un verano de hace cinco años le confiara que le habían propuesto ir de cabeza de lista por Compromís al Congreso. «¿No te da miedo?», le preguntó. Y la respuesta fue franca: «¿Miedo de qué? Si sale mal no pasa nada, me vuelvo a la escuela». Josep ha visto crecer en todos los sentidos al maestro/político Baldoví. Era un año mayor que él, poca diferencia de edad, pero hubo un día en que percibió un cambio. Fue después de pasar por Alcalá de Henares donde Baldoví disfrutó de una beca laboral. «Cuando regresó, me dí cuenta, era más hombre», apunta. Por esa época las historias de indios, los trampolines, la natación, la pesca, los paseos en zodiac, las charlas sobre chicas, las fiestas en el graner de sus padres, las quedadas en el bar El Ràpit empezaban a dar paso a una vida adulta en la que Baldoví fue adquiriendo cada vez mayor compromiso político siempre vinculado al nacionalismo desde posiciones de izquierda.

Eso sí, Josep defiende que la política no le ha cambiado: «Sé que no soy objetivo, pero él sigue siendo una persona cercana, accesible; es muy sufridor y le preocupa hacer las cosas bien», indica Josep. «Está en Madrid, pero su casa está en Sueca y sé que puedo contar con él. La política forma parte de su vida, pero no es su vida», añade. A Josep no le gusta dar consejos, pero hace el esfuerzo: «Sigue creciendo».

Toni Cantó (Ciudadanos) El hermano mayor que susurra a las tortugas

Dani Cantó tiene dos recuerdos de infancia grabados en la memoria de su hermano Toni. Uno de ellos, cuando cumplió siete u ocho años, y el hoy candidato de Ciudadanos le regaló una play station y un patinete suizo. « Estaba encantado de la vida», afirma.

El otro recuerdo tiene su origen en el Teatro Olympia, en la calle San Vicente de Valencia, después de que su hermano actuara en una obra. La familia asistió al espectáculo y, como es costumbre, esperó a que el actor se cambiara. A la salida, Toni Cantó, al que la fama le había llegado tras su participación en la serie Siete vidas, quedó de golpe y porrazo rodeado de una nube de admiradoras.El pequeño Dani se hizo codazos entre las chicas y proclamó con orgullo: «Este es mi hermano».

Dani y Toni se llevan 27 años de edad. Cuando uno nació, el otro ya hacía años que había volado del nido, que había dejado atrás Valencia, su estudios de Biología y se había lanzado a la aventura de vivir su vocación de actor en plena movida madrileña. En total, suman seis hermanos. Cuatro los tuvo el padre de Cantó -el médico Toni Cantó- con su primera mujer y otros dos con su segunda. El primero en nacer fue Toni; el último Dani. No llegaron a vivir juntos, pero están muy unidos.

Pese a que el actor ha tenido una vida intensa es una persona familiar, que mantiene un contacto permanente con su familia. Por su puesto, también con Dani, que un día dejó de ser el hermanito «a veces un poco plasta» para convertirse en un adulto al que poder confiar sus intimidades y algo tan preciado para el político como sus animales y plantas.

Y es que el «biólogo frustrado», como el mismo se ha definido, es un amante de los animales. Su chalé en Torrelodones llegó a contar con un centenar de tortugas, una afición que ha tenido que dejar a un lado. También en Ibiza, donde el actor tiene una vivienda, no han faltado los seres vivos. Dani pasa allí muchos veranos y tiene el encargo de cuidar tan peculiar tropa: «Me llamaba a diario, para recordarme que dé de comer a los animales y riegue las plantas. Es un poco obsesivo, pero bueno, si no no me deja la casa», bromea.

El peque de los Cantó define a su hermano como una persona cariñosa, inquieta, bromista, con una gran rapidez mental. «Es un ejemplo a seguir», subraya. También lo ve como una persona introvertida: «Intenta no trasladar al resto su pesar, cuando no se siente bien» indica Dani, que usa la palabra «polivalente» para definir la personalidad de Cantó. Con todo, confiesa que le cuesta verlo como político: «No le pega. Lo puedo ver actuando como político, pero no como político», insiste. «Lo suyo es el teatro, el cine».

La noticia de que se metía en política sorprendió a toda la familia, en especial, al padre, un referente para Toni Cantó. «Fue una sorpresa absoluta, no lo esperábamos nadie», cuenta el hermano pequeño. «Nunca he hablado de esta decisión con mi hermano, pero tengo mi teoría; pienso que tuvo que ver con la muerte de Carla (la primera hija del actor fallecida en accidente de Tráfico). Creo que fue su manera de decir: puedo, desde la política, hacer algo por los demás», comenta Dani, que tan sólo se llevaba seis meses de diferencia con Carlota.

Ahora bien, que a la familia le costara encajar el salto a la política del actor, no significa que no le apoyen. «Cuando en diciembre nos llevó al Congreso, se le vía ilusionado. Nos enseñó su despacho, nos presentó a los trabajadores de la casa, allí se ha ganado a todo el mundo», relata Dani. Eso sí, la familia no está ciega y no se calla cuando mete la pata en twitter lo llamo y se lo digo, a él no le cuesta pedir perdón si se ha equivocado. Mi padre le envía mensajes kilométricos por el móvil. En casa se producen auténticos pulsos y ya siempre se habla de política.», cuenta. Y matiza: «De todos modos, nos tiene ganados, le daremos el voto».

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