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Innovadores de la política

Blasco Ibáñez y sus campañas

La forma cercana e instructiva del escritor para dirigirse a las masas supuso una ruptura en la forma de hacer política

Uno de sus actos destacados fue la fiesta de La Barraca, en el Cabanyal, donde hizo un vibrante discurso sobre las tradicionales barracas. martín vidal romero/historia gráfica de valencia

Excursiones de los candidatos en bicicleta, visitas a los barrios para conocer los problemas de primera mano, paseos por los mercados... La campaña electoral del 24 de mayo, que tocará a su fin este viernes, no difiere tanto del «modus operandi» de hace un siglo, a excepción de la incorporación del mundo digital, la televisión y las redes sociales. La oratoria, y los mítines, continúan marcando el trabajo de los distintos candidatos. Una de las figuras por antonomasia de la política valenciana, innovadora para su tiempo, fue la de Vicente Blasco Ibáñez (Valencia, 1867-Menton, 1928). El escritor, que hizo bandera del republicanismo, era de los que no dudaba en subirse a una barca de vela latina en l’Albufera para dar una vuelta por el lago, o defender las tradicionales barracas del Cabanyal —condenado al inmovilismo en los últimos años—, desde una de ellas.

Según el historiador Ramiro Reig, tras la lectura de Los Miserables de Victor Hugo, Blasco Ibáñez tuvo claro lo que iba a ser: «Escritor revolucionario, agitador por la palabra y por la acción». La Fundación Centro de Estudios Vicente Blasco Ibáñez, encargada de difundir la vida y obra del novelista, recoge en su álbum de fotografías los actos en los que alrededor del político se congregaba numeroso público. Se pateaba barrios y pueblos de la provincia, tratando de instruir a unas masas la mayoría de las veces criadas en el más absoluto analfabetismo. Una biblioteca popular y una educación para todos estaban siempre en la base de todos sus discursos. Para sus objetivos no dudó en crear un diario combativo y republicano. En 1904 fundó El Pueblo, que marcaría la vida política y social de Valencia hasta su incautación en 1939. Un instrumento de propaganda y de formación, consciente Blasco Ibáñez del poder que podían alcanzar los medios.

«El gran hombre»

En una época — la de la Restauración— en que los diputados salían elegidos sin ni siquiera ser conocidos por sus votantes, la presencia cordial, cercana y magnética del «gran hombre» en los mítines, en los casinos y en la calle, con un lenguaje nada afectado suponía una ruptura en la forma de hacer política, afirman los escritos de la época. No es de extrañar, pues, que con semejante apoyo popular obtuviera acta de diputado por la circunscripción de Valencia hasta en ocho ocasiones. Sus intervenciones en las Cortes, siempre polémicas, nunca dejaron de lado a las clases más desfavorecidas. La cárcel y el exilio fortalecieron el combativo espíritu de quien supo preconizar nuevos modos en la política.

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