El viernes 13 de marzo todo se precipitó. Ese mismo día, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, declaraba el estado de alarma en España. Solo un día después un real decreto confirmaba la nueva situación legal que ha acompañado a los ciudadanos de la Comunitat Valenciana desde hace ya tres meses hasta el pasado domingo. Fueron casi 100 días de un tiempo que se recordará por el temor a un virus hasta el momento desconocido, por el goteo de cifras alarmantes de fallecidos y contagiados día a día, por los largos períodos sin poder ver a nuestros seres queridos por culpa del confinamiento... pero también por la labor encomiable de los trabajadores sanitarios y de las residencias para cuidar de los afectados por este coronavirus así como del resto de servicios esenciales, por el buen hacer de miles de voluntarios que colaboraron para confeccionar mascarillas o llevar la compra a casa a aquellos que tenían más dificultades y por el compromiso cívico mostrado por la mayor parte de la sociedad, que aceptó encerrarse en casa sine die para frenar así el avance de la pandemia.

Aquellos primeros días de incertidumbre, en los que se decretó un confinamiento que impedía salir de casa si no era para trabajar, para comprar productos de primera necesidad o pasear a un animal de compañía, tuvieron su primera respuesta masiva en los balcones. A las 22 horas de aquel sábado 14 de marzo, gracias a una quedada convocada a través de las redes sociales y de forma espontánea, sonaron los aplausos de millones de ciudadanos que querían así agradecer la labor de los trabajadores sanitarios, que se exponían en primera línea ante el virus. A partir del día siguiente, la hora del «aplauso sanitario» se avanzó a las 20 horas y se mantuvo vigente durante más de dos meses.

Reacción espontánea y solidaria

Aquel fue solo un primer gesto ciudadano simbólico al que acompañaron múltiples acciones de voluntarios, que surgieron bien de particulares, asociaciones o empresas privadas que tenían como objetivo único el hecho de ayudar a superar esta crisis de la mejor manera posible. Ayuntamientos, mancomunidades o cuerpos de policía local, bomberos o protección civil trataban de ayudar, ya sea mediante la coordinación o con la provisión de materiales, para que la cadena de solidaridad y civismo que había nacido pudiera tomar forma. Así, ante las denuncias por la falta de material de protección y mascarillas de los trabajadores sanitarios, centenares de valencianos se lanzaron con sus máquinas de coser caseras a confeccionar miles de mascarillas que ayudaron a combatir su desabastecimiento hasta que la Administración lograra ponerle remedio. Otros se ofrecían a realizar la compra y llevársela a sus hogares a personas mayores o que tuvieran mayor riesgo para su salud en caso de contraer la Covid-19. También los hubo que dedicaban su tiempo a amenizar a los vecinos con sus dotes musicales desde esas pequeñas y preciadas parcelas de aire libre en que se convirtieron los balcones y las terrazas. Y los pequeños comercios se apresuraron en adaptar sus servicios a domicilio mediante la digitalización de su actividad ya sea por Whatsapp, redes sociales u otras plataformas.

La llegada de la desescalada

A medida que pasaron los días más duros, en los que las cifras de contagios y fallecidos diarios asustaban, se comenzaba a divisar el final de la «pesadilla». El calendario por fases para la desescalada establecido por el Gobierno marcaba ya un horizonte. Antes de llegar a la fase 1 los más pequeños de la casa ya pudieron disfrutar de la calle. Después vino el resto de la ciudadanía, repartido en distintas franjas horarias para pasear o hacer deporte, menores de edad o personas mayores.

Con las fases 1 y 2 reabrió la hostelería con sus terrazas al aire libre, las tiendas de ropa levantaron sus persianas de nuevo, los rezos retornaron a los lugares de culto... y muchos ciudadanos pudieron reencontrarse con sus familias o sus seres queridos, de los que se habían visto obligados a separarse. Eso sí, todo ello sin olvidar nunca las medidas de higiene y de distancia de seguridad para evitar la propagación de un virus que sigue presente entre nosotros y, por supuesto, con la obligatoriedad del uso de la mascarilla en espacios públicos cerrados o en aquellos que estén al aire libre pero en los que no se pueda mantener la distancia de seguridad.

El pasado lunes 15 de junio la Comunitat Valenciana alcanzó la fase 3, el último paso hacia una «nueva normalidad», a la que se llegó el pasado domingo. Se dieron por zanjadas las franjas horarias y los aforos permitidos a los establecimientos son cada vez mayores.

Han sido tres meses en los que la agenda política nacional se agrió con debates fuera de tono, pero en los que, sobre todo, destacó el compromiso cívico de una buena parte de la sociedad que quiso -y sigue queriendo- salir de la pandemia cuanto antes.

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