Pilar Salas, Ouxda (Marruecos), efe

Tras pasar la noche del domingo en un centro cultural de Ouxda, el primer contingente de 140 inmigrantes fue conducido hasta el aeropuerto de la ciudad en cuatro autobuses de línea, de los que bajaron cabizbajos y serios, con mantas regaladas por Marruecos bajo el brazo como único presente para sus familias, de las que se separaron hace meses con la promesa de entrar en España y trabajar para enviarles dinero.

De entre 20 y 40 años, calzados con chanclas de plástico y roídas zapatillas deportivas, algunos lanzaron miradas de desprecio e incluso llamaron «criminales» a los periodistas de España, país al que no perdonan que levantara vallas en las fronteras con las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla en las que se quedó enganchado su sueño de una vida mejor. «No estamos contentos, pero yo he esperado que llegase la buena suerte ocho meses y no vino; intenté saltar la valla con Melilla cuatro veces y otras tantas la Gendarmería (marroquí) me condujo hasta el Sahara. Lo he pasado muy mal, pero la suerte podría venir en otra ocasión y la buscaré», dijo antes de embarcar Yalousman B., de 30 años.

Su predecesor en la fila, Albaurka S., reconoció que aunque no están satisfechos por regresar a sus casas con las manos vacías, al menos vuelven vivos, ya que han visto «morir a compañeros durante este tiempo», enfermos, fatigados o tiroteados en el perímetro fronterizo la semana pasada, pese a lo que afirmó que volverá a emprender la peligrosa aventura de entrar en España «o en cualquier país europeo».

La mayoría de ellos intentó saltar la doble valla de Ceuta o de Melilla en varias ocasiones, aunque siempre fueron interceptados por la Guardia Civil, cuentan mientras caminan bajo el panel de salidas de vuelo con la indicación de Amsterdam y Bruselas, destinos que esperan alcanzar algún día, dicen.

Hacia la frontera de Argelia

El embajador de Senegal en Marruecos que supervisó la repatriación, declaró que se trataba de «un día triste» y que «aunque no es una solución, no queda otra». En su opinión, la única medida contra la inmigración clandestina y el dolor que acarrea es que «la UE coopere con el desarrollo de Africa». El Gobierno marroquí ha dispuesto seis vuelos a razón de dos diarios desde ayer hasta mañana para repatriar a los 317 senegaleses y 606 malienses que recogió del Sahara y reagrupó en Bouarfa (sureste de Marruecos), tras llegar a un acuerdo con las embajadas de ambos países y que espera se extienda a otros países.

Por otra parte, fuentes del Gobierno marroquí han asegurado que los autobuses repletos de inmigrantes subsaharianos que viajan por territorio marroquí, tras ser reagrupados cuando se encontraban abandonados en distintos puntos del desierto, no se dirigen hacia el Sáhara Occidental, sino que viajan hacia el este, hacia la frontera con Argelia, donde «se les dejará con agua y alimentos», aseguró el portavoz gubernamental, negando así los rumores que hablaban de traslados hacia una zona del desierto de la antigua colonia española.