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Un hombre reservado, agradable, melómano y declarado monárquico. Así definen a Juan Ignacio Balada Llabrés quienes lo trataron con asiduidad; muy pocos, a juzgar por la vida tranquila que llevaba en Ciutadella. Hoy el nombre de este empresario menorquín millonario está en boca de todos ya que se acaba de conocer que ha dejado toda su fortuna, valorada en torno a 30 millones de euros, a los Príncipes de Asturias y los ocho nietos de los Reyes.

"Es algo insólito y más teniendo en cuenta que don Felipe y doña Letizia no conocían al fallecido", señalan fuentes de Casa Real. De hecho, desde Zarzuela se asegura que no sabían nada de la herencia hasta que hace unos días el albacea catalán de este empresario se puso en contacto con ellos para comunicarles la última voluntad de su representado, fallecido el 18 de noviembre tras una enfermedad hepática y cuyo testamento se leyó la segunda semana de diciembre.

Juan Ignacio Balada Llabrés divide en dos partes su enorme fortuna, un legado que heredó de sus padres, Ramón y Catalina, y que él ha incrementado gracias a sus certeras inversiones, muchas de ellas en el sector petrolífero.

Por una parte, la mitad de la herencia se dirige directamente a los Príncipes de Asturias, a sus dos hijas -las infantas Leonor y Sofía- y a sus seis sobrinos -los dos hijos de la infanta Elena, Felipe y Victoria, y los cuatro de los Duques de Palma, Juan, Pablo, Miguel e Irene-. Aquí surge el primer problema ya que, al ser menores de edad ocho de los herederos, la resolución de la herencia es complicada.

"Hay que tener claro que el proceso va a ser muy largo y que especular no sirve de nada", subrayan desde Casa Real que aseguran además desconocer cuál es la cuantía final de los bienes donados.

Además, Balada Llabrés ha querido que la otra mitad de su legado se destine a constituir una fundación que aborde asuntos de interés general; una entidad que debería ser creada y gestionada por el propio príncipe Felipe.

Aunque el valor exacto de la fortuna de este empresario no ha sido contabilizado, si se conoce su amplio patrimonio inmobiliario. A su nombre aparecen dos edificios en las calles Federico Pareja y Gustavo Mas y tres en la calle Josep Maria Quadrado, donde vivía antes de morir. Precisamente, al día siguiente de su deceso, el albacea mandó cambiar la cerradura de su domicilio.

Otra de las grandes joyas de su patrimonio es la farmacia Llabrés de Ses Voltes, declarada recientemente por el Consell de Menorca como Bien Catalogado (BC) por los elementos modernistas que atesora. Este inmueble, que en la actualidad permanece cerrado, y su futuro, es una de las grandes preocupaciones de las instituciones isleñas. "Hay que tener calma. Lo que es evidente es que, sea de quién sea, el propietario tendrá que garantizar y conservar en perfecto estado todos los elementos y el propio edificio", contó Joana Maria Barceló, consejera de Trabajo.

Sin descendencia

Hijo único, Juan Ignacio Balada fue soltero durante toda su vida y no dejó descendencia, por lo que en Ciutadella se especulaba con la identidad de sus herederos. De momento, sólo se sabe de la existencia de dos familiares directos, dos sobrinas de su madre, María del Carmen y María del Pilar Arregui Llabrés que no aparecen en el testamento. María del Carmen, que vive en Madrid, no quiso hacer ayer declaraciones, pero su hijo declaró sentirse "muy agobiado" ante el revuelo mediático que había causado la decisión del primo de su madre.