A Zapatero le dolió especialmente que el PNV no apoyase su decreto de recortes del gasto y desde entonces intenta recomponer las relaciones. Para ello ha incrementado sus conversaciones telefónicas con el presidente del partido vasco, Iñigo Urkullu, a quien llegó a reconocer que su Gobierno no había hecho esfuerzos suficientes para conseguir su apoyo al decretazo. Sin embargo, el PNV todavía no ha decidido su voto sobre la reforma laboral. Otra cuestión es lo que hagan los nacionalistas vascos y catalanes de cara a los presupuestos para 2011. El portavoz de CiU, Josep Antoni Duran Lleida, ya ha anunciado que su grupo votará en contra, lo que deja la responsabilidad en manos del PNV, que se queda como un aliado imprescindible, de ahí el despliegue de contactos oficiales y extraoficiales que se están sucediendo para limar asperezas.

Pero a Urkullu no se le ha olvidado el pacto en Euskadi del PSE y el PP, que mantiene a Patxi López como lehendakari. "Si no rompen, se pueden despedir del apoyo de mi formación" ha llegado a decir el dirigente jeltzale.

La aprobación de los presupuestos es una de las cuestiones que más preocupa a Zapatero. Su rechazo llevaría a una prórroga de los actuales y posiblemente provocaría la caída del Gobierno y la convocatoria de elecciones. Sin embargo tampoco parece que al PNV y a CiU les interese unas elecciones generales en 2011, que coincidirían con las municipales y que perjudicaría sus opciones.

Y mientras el presidente del PP, Mariano Rajoy, cambia de estrategia y prepara una reunión con Urkullu para analizar la situación política y económica, algo impensable hace poco tiempo.